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jueves, 3 de febrero de 2011

Mercado de Olavide



El mercado de Olavide se encontraba en la plaza del mismo nombre, que por cierto, nombre de la plaza que se intentó cambiar en dos ocasiones, una en 1850 cuando se le impone el nombre de plaza de la Princesa y más tarde por plaza Industrial, aunque en 1874 se volvió al nombre original de plaza de Olavide.
En 1875 se colocaron en la plaza, siguiendo la línea de la calle Trafalgar, dos crujías de hierro, con la cubierta de zinc, que se trasladaron desde el mercado de la Cebada, donde habían servido para la venta al por mayor de fruta. Estas cobijaron los puestos ambulantes que se instalaban en la plaza diariamente, formando un famoso mercado al aire libre, y así estuvo hasta 1931, año en que se empezó a construir el edificio.


En 1931 el Ayuntamiento encargó al arquitecto municipal Francisco Javier Ferrero Llusía el edificio octogonal para cumplir la función de mercado.
El edificio era de forma poligonal, constituido por una serie de prismas octogonales que se iban escalonando, hasta concluir en un gran patio central, último prisma que aseguraba la ventilación cruzada. El edificio estaba construido en hierro y hormigón y su aspecto era ligero. El arquitecto no había querido, según sus propias palabras, levantar soberbios elementos arquitectónicos sobre los puestos de lechugas, sino hacer un estudio racional sobre las necesidades de higiene y comodidad que este tipo de edificios requería. El mercado se inauguraba en 1934.
Para ello jugó sus cartas de manera que la estética emanase de su propia esencia. No era un edificio que asombrara por su espectacularidad, sin embargo, Madrid no podía permitirse el lujo de perder uno de los más importantes ejemplos de la concepción arquitectónica de esos años.
La voladura del mercado de Olavide levantó fuertes controversias. Se intentó salvarlo, invocando su valor histórico de testimonio de una época y la innecesariedad de su destrucción, aunque desapareciera su fin utilitario. Se proyectaron nuevos complejos urbanísticos, respetando el edificio, pero todo fue inútil, el Ayuntamiento, con Miguel Ángel García Lomas como alcalde, ordenó su destrucción, desoyendo las indignadas voces y el sentir del barrio.
El Colegio de Arquitectos mantuvo una loable lucha dialéctica con el Ayuntamiento, incluso en marzo de 1972, la Revista de Arquitectura publicó un artículo en el que intentaba dar soluciones al problema candente de la destrucción o no destrucción del mercado. Era un proyecto firmado por los arquitectos Araujo, Balbín, Espejel y Navarra, donde se pretendía salvar el edificio que el Ayuntamiento pretendía, y, desposeído de su finalidad propia, proporcionarle otro cometido, haciéndole acoger salas de exposiciones, terrazas de bares o puestos de flores. No prosperó, como ya sabemos. El 2 de noviembre de 1974, el mercado de Olavide saltó por los aires.





En su lugar quedó de nuevo libre el inmenso espacio que ocupa hoy la plaza de Olavide y de la que hablaremos en otro momento en este blog.
Mi abuelo trabajaba en una pequeña peluquería en la calle de Santa Engracia muy cerquita de la glorieta del Pintor Sorolla. Muchas días al atardecer nos acercábamos hasta allí a buscarle a la salida del trabajo y luego entrar en algún bar de las calles adyacentes a Olavide a tomar unas cañitas. Mientras los mayores se tomaban el aperitivo, los que éramos pequeños jugábamos cerca del mercado. Unos años después, toda mi panda estábamos pendientes aquél 2 de noviembre a la voladura con dinamita del edificio que tantos años había sido lugar que visitaron todos los habitantes del barrio. Un tremendo estruendo que nunca olvidaré se oyó durante un momento, que se repetía mientras el eco iba chocando contra los edificios cercanos. Allí volaron además del mercado, cristales, cerámicas de alguna fachada y cornisas. Para mí, en aquella época había sido todo un éxito. Ahora para ir de un lado a otro, no tenía que bordear el mercado, iba en línea recta atravesando la plaza, aunque al principio era tan sosa, solitaria y fría, que a veces me daba miedo cruzar.

martes, 1 de febrero de 2011

Edificio Villanueva (Museo del Prado)




El Edificio Villanueva es la sede del Museo del Prado, una de las mejores pinacotecas del mundo. Pero miremos un poco hacia atrás para descubrir como era el lugar antes de su existencia.

Existían un conjunto de solares y prados silvestres situados alrededor del Monasterio de San Jerónimo el Real, llamado el Prado de los Jerónimos. Cercanos a estos, había otras dos zonas designadas como prados llamados el de Recoletos Agustinos y el de Atocha, y al conjunto de todos se le conocía popularmente como Prado Viejo.
En 1570 bajo el reinado de Felipe II tiene lugar la primera reforma urbanística de Prado Viejo, una vez que se había establecido la Corte en Madrid. Consistía en alinear las manzanas orientales de la ciudad para la creación de una zona de recreo y esparcimiento para el pueblo, alrededor del antiguo cauce desaparecido del arroyo del Olivar, llamado también de la Fuente Castellana. Se plantó una arboleda longitudinal que marcaba la línea divisoria entre las casas de la ciudad y los recintos monarcales ubicados al otro lado de Prado Viejo, donde más tarde en el siglo XVII fue construido el Palacio del Buen Retiro. Fijaos como vamos conociendo de donde vienen los nombres de los paseos y calles actuales como el paseo de Recoletos, Paseo de la Castellana, Paseo del Prado, Atocha, etc.

Durante el reinado de Carlos III, Prado Viejo a pesar de ser un paseo muy popular, había caído en un estado lamentable de abandono y ya no cumplía su principal función de un sitio de esparcimiento. Fue cuando se ideó una gran reforma a la que se llamó el Salón del Prado. Esta reforma consistía en convertir la zona arbolada en un paseo con jardines y fuentes, idea promovida por el Conde de Aranda, que trató de integrar mediante la creación de un espacio en forma de circo-agonal limitado y embellecido por fuentes y vías arboladas, el espacio que existía entre la ciudad y el conjunto palatino del Buen Retiro. A partir de ese momento vinieron las grandes fuentes como Cibeles, Neptuno, Apolo y la Alcachofa, y se construyeron espacios y edificios de importancia de los que hablaremos cuando dediquemos un post al Salón del Prado, como el Observatorio Astronómico, el Jardín Botánico o el Edificio Villanueva, en el cual nos quedamos.

El Edificio Villanueva fue concebido para el Real Gabinete de Historia Natural (más tarde Museo de Ciencias Naturales) y toma su nombre del arquitecto que lo diseñó, Juan de Villanueva. Su construcción comenzó en 1785 y en 1808, cuando llegó la invasión napoleónica, el edificio que estaba a medio construir, quedó destrozado al usarse como cuartel y fábrica de balas, para las que se usaron las cubiertas de plomo de los tejados.
A partir de 1818 gracias al interés de Fernando VII y sobre todo de su segunda esposa Isabel de Braganza, se inicia la recuperación del edificio sobre la base de nuevos diseños del propio Villanueva que fueron seguidos a su muerte por su discípulo Antonio López Aguado.

El 19 de noviembre de 1819 se inauguraba el edificio como Museo Real de Pinturas que mostraba las mejores piezas de las Colecciones Reales Españolas, que fueron trasladadas de los Reales Sitios, y que contaba con 311 cuadros expuestos en tres salas, todos ellos de la escuela española. La mayoría de obras de arte requisadas desde la Desamortización de Mendizábal en 1836, fueron llevadas al Museo de la Trinidad, y fueron incorporándose al Museo poco a poco hasta la absorción completa por el Museo del Prado en 1872.



Edificio Villanueva


El cuerpo central tiene un gran pórtico compuesto por seis columnas de orden toscano, un entablamento, una cornisa y un ático que lo remata. Esta fachada es el acceso principal, orientado hacia el Paseo del Prado y no tiene sobre la columnata el típico frontón triangular, sino uno rectangular adornado por un friso escultórico obra de Ramón Barba, que representa una alegoría del rey Fernando VII como protector de las ciencias, las artes y la técnica.






En su cara posterior, esta sección con forma basilical, termina en forma absidial. Las dos galerías laterales tienen dos plantas en altura. La inferior con unos ventanales profundos y alargados que acaban en arco de medio punto y la superior con una galería de columnas jónicas. Existe una planta retranqueada más, que es obra actual.





Frente a la fachada principal está ubicado el Monumento a Velázquez, obra del escultor Aniceto Marinas y con pedestal de Vicente Lampérez.





La fachada norte presenta un pórtico con dos columnas jónicas y sobre ellas un entablamento liso que antiguamente contenía un grupo escultórico. Esta fachada correspondía a la segunda planta del edificio. Cuando se construyó, la primera planta, por ese lado, quedaba bajo el nivel del terreno, que por aquella época bajaba una pequeña cuesta hasta el Paseo del Prado. Más tarde se desmontó ese nivel hasta ponerlo a la misma altura que el resto del edificio, construyéndose una escalinata que da acceso al edificio actual.


foto de Urbanity






La fachada sur, frente al Jardín Botánico en la plaza de Murillo, está formada por un vano adintelado, de acceso al interior con una galería de seis columnas de orden corintio sobre las que se apoya un entablamento.





Algunas joyas del Museo


Fuente de esta foto: Web del Museo del Prado











































sábado, 22 de enero de 2011

Edificio de la Sede del Banco de Bilbao



El edificio de la Sede del Banco de Bilbao en la calle de Alcalá, es obra de arquitecto Ricardo Bastida y Bilbao, cuyo proyecto salió ganador en un concurso público en 1919. Tiene una fachada convexa y simétrica, compuesta por columnas, capiteles y entablamentos de órdenes clásicos gigantes, imitando a Antonio Palacios y Otamendi que ya habían proyectado el edificio para el Banco Central en la misma calle de Alcalá.





Las cuatro esculturas de los dos torreones, están construidas en mármol italiano por Quintín de la Torre, mientras que las dos monumentales, emblemáticas y famosísimas cuádrigas, son obra de Higinio de Basterra. Fueron fundidas en latón dorado con paños de oro, pero recubiertas con pintura negra en la Guerra Civil.
Todos tenemos en la mente la imágenes de Carmen Maura cuando se descolgaba sobre ellas en la película de Alex de la Iglesia, La Comunidad.
Actualmente el edificio es propiedad del BBVA (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria)










lunes, 20 de diciembre de 2010

Las Reales Caballerizas




La Real Caballeriza Regalada, se encontraba entre la "calle Nueva que va al Palacio", o lo que es igual, más tarde calle Bailén, y por el otro lado "el Camino que sube al Palacio Nuevo", más tarde Paseo de San Vicente. Fue un enorme edificio que constituía un verdadero pueblo, con patios extensos, plazas, galerías o cuadras, fuentes de agua potable, farmacia y botiquín, cocheras y habitaciones para quinientos empleados, y una pequeña capilla dedicada a San Antonio Abad.

El antiguo Alcázar ya tuvo sus propias caballerizas reales, que se encontraban justo en el extremo opuesto de las del Palacio Real. Fueron construidas entre 1556 y 1564 a instancias de Felipe II por Gaspar de la Vega y se encontraban entre la Plaza de la Armería y la Cuesta de la Vega, y desaparecieron con el incendio del Alcázar en 1734. En 1894 se derribó lo que quedaba de edificio y en su lugar se construyó la Cripta de la Almudena y más tarde la Catedral.

Las nuevas caballerizas las encargó Carlos III al arquitecto Francisco Sabatini y se construyeron entre 1782 y 1789. Era tal la magnitud de esta construcción, que sus muros rebasaban en longitud con creces los del Palacio. En 1830 se levanta el "Cocherón", una gran construcción rectangular destinada a cocheras de la Real Caballeriza, que podía albergar hasta 100 coches.


vista de las Caballerizas desde la Plaza de España



otra vista, en esta ocasión desde el lado contrario en la Plaza de Oriente




Durante la Segunda República se decide derribar el edificio y en 1934 el derribo estaba concluido para devolver la idea original del proyecto del Palacio y construir los jardines originales que ideó Sacchetti.


las Caballerizas durante su derribo







Imágenes aéreas de las Caballerizas. En la primera podemos ver muchas cosas interesantes aparte de las Caballerizas: El Cuartel de San Gil en lo que luego se instalará el Templo de Debod, las casas que se derribarían para la Gran Vía, la Plaza España, el espacio que ocupará la iglesia de Santa Teresa y San José, la casa Gallardo y la Compañía Asturiana de Minas, las casas que existían en lo que luego se convertiría en los solares de el Edificio España y la Torre de Madrid. Mirando con atención, se pueden ver muchos más detalles.








Fuente de las fotos: Urbanity

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Edificio Carrión (Capitol)



El edificio Carrión, conocido popularmente como el edificio Capitol, es tal vez, el edificio más famoso de toda la Gran Vía madrileña. Su cartel de Schweppes iluminando las noches de Madrid, han creado todo un símbolo reconocible en cualquier parte del mundo. Fueron los arquitectos Luis Martínez Feduchi Ruiz y Vicente Eced y Eced los que proyectaron el edificio entre 1931 y 1933. El famoso monstruo de granito y hormigón, se encuentra en una de las zonas más características de la urbe, entre las calles de Jacometrezo y la Gran Vía, en la Plaza de Callao.
El edificio tiene catorce plantas y es de estilo art-déco, al más puro estilo neoyorkino. Un edificio que en los años 30 cuando se construyó, fue todo un logro modernista de la ciudad, una construcción que todavía hoy sigue siendo moderna y actual, a pesar de tener casi 80 años de vida.
Parece mentira que de aquella época podamos tener un edificio con esos avances tecnológicos. Se utilizaron vigas de hormigón, telas ingnífugas y un sistema de refrigeración sin precedentes y pionero en Madrid, siendo centralizado y ocupando toda una planta.




Obtuvo el premio del Ayuntamiento de 1933 y la medalla de segunda clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes del 34. El edificio cuenta con un hotel en su interior, una tienda de ropa famosa, apartamentos y oficinas.

En sus locales comerciales antiguamente se ubicaba una famosa cafetería en donde mi hermana celebró el banquete de su primera comunión, a la cual, asistió en un cadillac blanco desde la iglesia, mientras que yo a mi primera comunión fui andando hasta la parroquia, y es que en mi casa también siempre hubo clases... jajaja. La verdad es que estaba preciosa. Su vestido blanco, su corona, y esa carita de ángel, en el flamante coche blanco de 6 metros, llegando al edificio Carrión, donde se encontraba la Cafetería Manila que ocupaba las plantas baja y primera, donde le esperaban cientos de invitados y de donde se podían tener unas vistas magníficas de la Gran Vía. Pero no pondré una foto por eso de los derechos de imagen, no vaya a ser que mi propia hermana me demande o me exija un canon que está tan de moda.

El Capitol aloja el que fue hasta hace unos años, el cine más grande de la capital, el Cine Capitol, una sala para 2.000 espectadores, ahora convertido en varias salas, como ha pasado con casi todos los grandes cines en nuestra ciudad. Con el tiempo estamos perdiendo las grandes salas de proyecciones, cines como el Avenida, el Palacio de la Música, el Palacio de la Prensa, el Lope de Vega, el Rex, el Coliseum, el Gran Vía, el Rialto o el Azul, nos han ido abandonando del entorno de la Gran Vía, unos han desaparecido para siempre y otros ha ido transformándose en varias salas, y en el mejor de los casos, en salas para musicales y espectáculos.




Solar donde se construiría el edificio



Fotos desde los años 30, hasta nuestros días.


















El primer propietario fue Enrique Carrión, marqués de Nelín y desde el año 2007, en una rehabilitación del edificio dirigida por el arquitecto Rafaél de la Hoz, se eliminaron todos los anuncios publicitarios que colgaban de su fachada. Anuncios que tantos y tantos años perduraron a nuestros ojos, desaparecieron para siempre, volviendo a dejar la fachada curvada de Callao, en todo el esplendor de cuando se construyó. Solamente quedó un anuncio en la parte superior de su frontal, aquél que ha sido protagonista en numerosas películas, como en el caso de "El día de la bestia" de Álex de la Iglesia. Aunque es también un poco forzado decirlo, ya que también existen muchas películas donde el edificio salía con toda la parafernalia de carteles que tenía antes, pero de una forma o de otra, ese cartel es el que han querido que siguiera allí, junto a uno nuevo en la azotea de una empresa de telefonía móvil, Vodafone. La verdad es que la estampa del anuncio luminoso de Schweppes, es todo un símbolo de la Gran Vía y de la ciudad de Madrid, una especie de "Tio Pepe" en la Puerta del Sol y del toro de Osborne en las carreteras españolas.


Todo un símbolo ya de Madrid, el letrero de Schweppes, único superviviente de la fachada del edificio





























Fuente de la fotos antiguas: URBANITY

martes, 24 de agosto de 2010

Edificio Metrópolis



El edificio nació por la construcción de la Gran Vía madrileña. En este lugar, la esquina que hoy forma las calles Gran Vía y Alcalá, se encontraba la que popularmente se llamaba "la casa del ataúd", por la forma estrecha que tenía y allí construiría su nueva edificación una empresa de seguros.

La Casa del Ataúd, donde se levantaría el edificio Metrópolis



El edificio era propiedad de la compañía de seguros La Unión y el Fénix Español y a consecuencia del nuevo trazado y construcción de la Gran Vía, se demolió y junto al solar de otras seis casas, se levantaría el futuro y precioso edificio. Se convocó un concurso internacional en el que estaba el plazo abierto para arquitectos españoles y franceses, siendo ganadores los franceses Julés y Raymond Février, aunque fue Luis Estéve un arquitecto español el que llevó a cabo la obra. El nuevo edificio en estilo francés, unos dicen que ecléctico, otros que segundo bajo imperio y yo siempre lo he visto como modernista, hace un chaflán semicircular y en su fachada adornan once grupos escultóricos, sobresaliendo al pié de la cúpula uno de Mariano Benlliure. Unas enormes columnas de la altura de dos pisos sujetan otro grupo escultórico de estatuas alegóricas que representan el Comercio, la Agricultura, la Industria y la Minería, todas ellas de los escultores Saint Marceaux y L. Lambert.

Grupo de esculturas alegóricas sustentadas por las columnas de la fachada



El edificio se encuentra coronado por una cúpula de pizarra con ornamentos dorados y en la cúspide una estatua que representa una Victoria alada. Originalmente se encontraba una estatua de bronce que representaba el ave fénix y un hombre sentado en una de las alas con el brazo en alto representando a Ganímedes, pero en la década de los setenta, el edificio pasa a manos de otra aseguradora "Metrópolis", que sigue siendo su actual propietaria y que puso encima de la cúpula una Victoria Alada de Federico Caullaut, una vez que la antigua propietaria optara por llevarse su símbolo a un edificio de la Castellana, en un acto que no estuvo exento de polémica. En ese edificio de la Castellana, donde tiene la Unión y el Fénix su sede, descansa hoy en el jardín la estatua original, siendo una réplica la que emerge encima del edificio actual. Pero volvamos a la esquina de Alcalá y Gran Vía y veamos las dos estatuas simbólicas...

Edificio Metrópolis con el antiguo símbolo en su cúpula, el ave Fénix y un humano sentado en una de las alas con un brazo extendido, representando a Ganímedes, foto de 1910



Símbolo actual que representa a una Victoria alada, por el escultor Federico Caullaut




El bello edificio de Metrópolis ha sufrido varias restauraciones de conservación, ya que el sitio donde se encuentra, tiene al edificio sometido a la contaminación ambiental y a las palomas. Desde que Metrópolis se hizo cargo del edificio, se han realizado cinco reformas y se ha añadido una iluminación nocturna que tiene fama de ser una de las mejores de toda la ciudad, en donde 205 focos, proyectan cada parte emblemática del edificio, haciendo de esta esquina, un auténtico espectáculo de la zona.

Victoria alada, obra de Federico Caullaut, con la iluminación nocturna



Vista del edificio con la iluminación nocturna



Es un edificio que a mí me recuerda muchísimo a la Casa Gayarre en la Plaza España, aunque la gran ornamentación de la cúpula junto al símbolo que la culmina, hace que sea mucho más majestuoso y grandioso que el otro, pero que si no fuera por las columnas de la fachada, yo creo que no tendría ninguna duda en decir que es modernista, aunque ya hemos comentado que el estilo es imperio francés, muy extendido en la época en que se construyó. Es casi imposible pasar por los alrededores del edificio sin ver a varias personas haciendo fotos, ya que es una de las fachadas más fotografiadas de Madrid. La base del edificio es más austera, en ella se encontraba el Café Dólar y en la actualidad el café ha sido reemplazado por un banco.
A mí, sinceramente me gustaba mucho más como quedaba la estatua simbólica de la Unión y el Fénix que la actual, pero creo que la aseguradora Metrópolis, sabiendo la importancia que tenía ya el símbolo de bronce que coronaba esa esquina, supo reemplazar perfectamente el vacío que dejaba, por otra estatua que hace su función a la perfección. De hecho, hay mucha gente que de no saberlo, ni lo hubiera notado, al fin y al cabo... las dos tienen alas, y mirando desde abajo, cualquier pájaro con alas vuela.
Justo al lado nos encontramos con el número 1 de la Gran Vía, el edificio Grassy, del que hablaremos próximamente.


Victoria alada, vista nocturna