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sábado, 26 de abril de 2014

En busca de Cervantes



Cervantes fue enterrado el 23 de Abril de 1616 en el convento de San Ildefonso de las Trinitarias descalzas a los 69 años. En 1639 se decide reformar y construir de nuevo la iglesia y el claustro, motivo por el que a partir de este momento, no sabremos el sitio exacto donde se encuentra enterrado Cervantes, por haberse perdido la capilla y la lápida o cualquier resto que nos pudiera indicar su paradero. Pero el actual edificio que conocemos data de 1673 y es obra del arquitecto Marcos López, proyecto que siguió en 1693 José de Arroyo durante los últimos cinco años de su construcción hasta 1698. Todo esto hace que casi imposible saber donde se encuentra el escritor.
Tal vez el vínculo que unió a Cervantes con las Trinitarias fuese que en él profesó Isabel, hija de Cervantes. Cuando el escritor fue apresado en Argel por los piratas turcos que abordaron el barco en el que regresaba a España tras participar en la guerra contra el imperio otomano, su liberación fue costeada por la orden Trinitaria, motivo por el que Cervantes estuvo desde entonces como recadero de las Trinitarias en agradecimiento por su liberación hasta el día en que murió, que por expreso deseo del mismo, fue enterrado junto a su esposa Catalina de Salazar.

Yo escribía en el blog el día 7 de septiembre del 2010 en el artículo sobre el Convento de las Trinitarias:

"Como acabamos de comentar, en el convento está enterrado Miguel de Cervantes, pero sin saber el sitio exacto de sus restos. Fue enterrado humildemente y como tantas y tantas tumbas en las iglesias de Madrid, la de nuestro escritor desapareció para siempre también. Sabemos que fue enterrado en el convento, pero la verdad es que no tenemos ni idea si fue en la iglesia, en el claustro o en el interior del convento, de todas formas al reformarse y construirse la iglesia de nuevo, la antigua capilla que contenía el convento, fue derruida, y a saber ahora donde se encontrarán sus huesos... pero por tratarse de quien se trata, creo que ya se debería haber investigado para encontrar al escritor, el ayuntamiento junto a las Trinitarias o de quien dependa, ya tenían que haber intentado encontrar el lugar exacto. Don Miguel de Cervantes, merecería tener un sepulcro en condiciones, aunque el destino ha querido que se encuentre en algún lugar desconocido para el resto de los mortales. No obstante, una placa en la fachada del convento, recuerda que allí fue enterrado."


Ahora las cosas han cambiado y el próximo lunes se iniciará la búsqueda de los restos del autor español más universal de la historia según leemos en la prensa. Todo está preparado para que un prestigioso equipo formado por el georradarista Luis Avial, el antropólogo forense Francisco Etxeberría y el historiador Fernando de Prado, comiencen los trabajos para encontrar los restos en tres fases. En una primera fase de detección, se buscara en el subsuelo con el georradar y en los muros con sensores de infrarrojos. La segunda fase consistirá en excavación de los sitios que el georradar haya detectado como posibles sitios en los que pudiera encontrarse los restos (no será tan fácil porque se supone que existen otros quince cuerpos enterrados en el convento) y una tercera que serán de análisis forenses. Esta última fase no sería muy difícil si tenemos en cuenta que Miguel de Cervantes recibió tres impactos de arcabuz durante la Batalla de Lepanto en 1571, dos en el pecho y uno en la mano izquierda (hecho por el cual le quedó la mano inútil y de ahí que le llamaran el "Manco de Lepanto"), junto a que según él mismo escribió, "era un hombre cargado de espaldas posiblemente provocado por una artrosis, con una naríz curvada y que le quedaban seis dientes en la boca". Esto facilitaría su identificación por las secuelas físicas del esqueleto y sobre todo por la mano que se le quedó atrofiada y que no se la amputaron como muchos piensan. Al no tener funcionalidad en la mano, deja secuelas en los huesos.

En caso de encontrarse el sitio donde reposan sus restos, no será posible el estudio por ADN por que la única descendencia directa actual es la de su hermano Rodrigo, pero después de 400 años de ADN, lo que pudiera tener en común con Cervantes sería mínimo y con muy poca fiabilidad. No se pretenden sacar los restos ni cambiarlos de lugar, pero sí darles el prestigio que se merecen bajo una placa que lo acredite.

Por lo que he podido leer, la búsqueda en principio se limita a los suelos, paredes de la iglesia y a una cripta que permanece sellada y en la que no entra nadie desde 1955. Pienso que no será tan fácil si no amplían la búsqueda a otras partes del convento, ya que las numerosas obras y remodelaciones que se hicieron después de su muerte puede seguramente haber cambiado la iglesia del emplazamiento original de la construcción primitiva.

sábado, 23 de octubre de 2010

Las tumbas perdidas de nuestros hombres ilustres



Donde fueron a parar los huesos de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Calderón?
Parece mentira que cuatro de los más grandes escritores de la literatura española, estén en paradero desconocido. Será que a los madrileños se nos pierden muy fácilmente las cosas? o que no tenemos cuidado con algo tan importante como los restos de nuestros grandes?. De una manera o de otra, el caso es que de ninguno de ellos sabemos el destino final de sus huesos.
Ya pasó con Velázquez, enterrado en la cripta de la iglesia de San Juan Bautista, muy cercana al Palacio Real. En 1811 fue derribada por orden de José Bonaparte, alias "Pepe Plazuelas", en su afán de tirarlo todo para abrir plazas. Hace unos años y aprovechando las obras de un parking subterráneo, la Comunidad de Madrid, junto a arqueólogos e historiadores con Gustavo Villapalos al frente, buscaron los restos del pintor sevillano en la Plaza de Ramales, el mismo sitio donde se encontraba la iglesia de San Juan. Durante meses se estuvo hablando sobre el tema mientras que los días iban pasando y los restos no aparecían. Velázquez que estaba enterrado junto a su mujer Juana Pacheco en 1606, nunca apareció.

Pero qué pasó con nuestros cuatro literatos madrileños más ilustres?...

·Miguel de Cervantes murió en su casa de la calle del León el 23 de abril de 1616, siendo enterrado en el convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso en la calle Cantarranas (hoy en día calle de Lope de Vega), al cual le llevaron sus hermanos de religión vestido con un hábito de San Francisco y a cara descubierta. Su propia hija Isabel profesaba en dicho convento, al igual que Marcela, otra hija de Lope de Vega. Unos años más tarde, con la reforma del convento y la nueva construcción de la iglesia y el claustro, en el traslado de los huesos, se perdió para siempre la pista del sitio exacto de su enterramiento. El propio José Bonaparte, el que hizo que se perdieran los restos de Velázquez, intentó en vano encontrar los huesos de Cervantes, pero la búsqueda no obtuvo éxito. Otro intento fue después de la guerra civil en los años cuarenta, cuando el académico Joaquín de Entrambasaguas, volvió a intentar recuperar los restos, tampoco tuvo éxito. Mientras... Cervantes donde esté, podrá escribir eso de... "en un lugar del convento, de cuyo sitio no puedo acordarme..."




·Lope de Vega, vecino de Cervantes y rivales a muerte, también fue llevado el día de su muerte al convento de las Trinitarias, pero en este caso era solo de paso. El cortejo fúnebre desvió su itinerario para que su hija Marcela, desde las rejas de la entrada de la iglesia pudiera despedirse de su padre. De allí siguió el cortejo hasta la cercana iglesia de San Sebastián, en donde recibió cristiana sepultura el Fénix de los ingenios. Lope de Vega fue enterrado bajo la protección del conde de Sessa, que pagó 700 reales a cuenta para sufragar el funeral y el entierro en 1635.
Pero el pago debió de ser insuficiente y como nadie se hizo cargo de la deuda, los huesos del literato fueron echados a un osario común en la iglesia o en el cementerio adjunto que se encontraba en lo que hoy es la esquina de calle San Sebastián y calle Huertas.
El destino quiso que los dos rivales que tanto se odiaban, y que vivieron tan cerca en vida, tuvieran mucho más en común después de muertos. La calle donde vivió y murió Lope de Vega, hoy en día se llama "calle de Cervantes" y en la que vivió y murió Cervantes, se llama "calle de Lope de Vega"... y los dos tenían una hija en el momento de su muerte en el convento de las Trinitarias. Los dos tuvieron el funeral en la iglesia de San Sebastián, los dos fueron a parar a tumbas desaparecidas para siempre (ironías del destino) y los dos seguirán juntos, en el largo caminar de los tiempos, con el mismo destino (perdón por la redundancia). Justo en la pequeña y corta calle, que une la que fue de uno y la que fue de otro, vivió Quevedo, qué pequeño es el mundo. Pero siempre nos quedará preguntar... ¿Quién enterró al escritor?, o era ¿Quién mató al comendador?...






·Calderón de la Barca, fue más viajero después de muerto que los anteriores. Murió en 1681 en su casa de la calle Mayor y fue enterrado en la capilla de San José de la antigua parroquia del Salvador en la misma calle Mayor, frente a la plaza de la Villa. En 1842, tras derruirse el templo por su amenaza de ruina, fue llevado su cadáver a la iglesia de San Nicolás. En 1869, fue trasladado a lo que iba a ser el Panteón de Hombres Ilustres de la ciudad, el cual no prosperó. En 1874 se volvió a trasladar su cuerpo a la sacramental de San Nicolás, sobre la actual calle de Méndez Alvaro, entre la glorieta de Atocha y el paseo de Pedro Bosch, inaugurando su cortejo el nuevo viaducto sobre la calle Segovia. Más tarde su cuerpo volvió a viajar desde el cementerio de San Nicolás, hasta el hospital de la Congregación de San Pedro de los Naturales de la calle Torrecilla del Leal, y, finalmente, desde allí, en 1902, a la nueva iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, en la calle de San Bernardo, iglesia que pertenece a la misma congregación. En este templo y durante algún tiempo, descansaron los huesos del insigne escritor, en un mausoleo, que consistía en una pilastra de mármol sobre la que se alzaba una arqueta del mismo material. En la guerra civil la iglesia fue incendiada y el templo quedó casi derruido, destruyéndose el mausoleo por completo. Así que durante años se dieron por perdidos los restos definitivamente. Pero hace unos años que un antiguo congregante, que fue testigo del traslado de los restos del escritor, desveló que los restos nunca se guardaron en la arqueta del mausoleo, porque el párroco decía que más que un sepulcro, era un monumento simbólico, y entonces los restos se guardaron en un nicho que se hizo en la pared. Desde entonces, el patronato de la institución, dentro de sus modestos recursos, realiza de vez en cuando pruebas de sondeos y calas, ya que el anciano murió sin desvelar en qué pared estaba el nicho. Así que en la Congregación de San Pedro Apóstol, tendremos puestas las esperanzas de que algún día se encuentre el nicho del literato y que en esta iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, se pueda poner una lápida que rece "Aquí yace POR FIN, Calderón de la Barca", o quizás quede en un sueño, y ya se sabe que... los sueños, sueños son.





·Francisco de Quevedo, eterno rival de Góngora, murió en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en 1645, con 64 años de edad. En su testamento, Quevedo dejó bien clarito que le enterraran en "depósito", es decir... provisionalmente, en la Capilla mayor de la iglesia del convento de Santo Domingo de esta villa (refiriéndose a Villanueva de los Infantes), incluso dice el sitio exacto de la capilla en que tienen que hacerlo, hasta que sea posible el traslado al convento de Santo Domingo el Real de Madrid, donde se encontraba la tumba de su hermana Margarita. Sin embargo los vivos no hicieron ni caso y fue enterrado en una capilla que pertenecía a la familia Bustos de la Parroquia de San Andrés en la misma Villa. Al poco tiempo su tumba fue profanada para quitarle unas espuelas doradas con las que había sido enterrado. De aquí sale una leyenda de que el profanador fue un rejoneador, y que murió por las astas de un toro mientras llevaba las espuelas puestas. Pasaba el tiempo y por más que insistieron los dominicos de Santo Domingo en Madrid, el párroco de San Andrés no quiso deshacerse de los huesos, hasta que en el siglo XIX una orden gubernamental obliga a que se trasladen los huesos al fracasado Panteón de Hombres Ilustres de San Francisco el Grande en Madrid. Pero los huesos que mandaron desde Villanueva de los Infantes no correspondían a Quevedo, entre otras cosas, porque la calavera pertenecía a una mujer joven y por si hubiera duda, dicha calavera conservaba enteras las piezas dentales, cuando Quevedo murió totalmente desdentado. Después de más de 200 años, la cripta donde fue enterrado Quevedo y que pertenecía a una noble familia, con el paso del tiempo pasó a propiedad de la iglesia, que a su vez, hacía otros enterramientos en la cripta, con lo cual, había tal follón de huesos, que dar con los de Quevedo, era como encontrar una aguja en un pajar. Tras el fracaso del Panteón de Hombres Ilustres que no llegó a prosperar, los restos volvieron a Villanueva donde fueron enterrados en la ermita del Cristo de Jamila, donde una lápida indica que es apócrifa, es decir, que no se sabe a ciencia cierta quién está enterrado, porque bien sabían allí que ese muerto no era el literato. En el año 2007, un equipo de once investigadores de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid, se traslada a Villanueva de los Infantes a petición del Ayuntamiento de dicha Villa, para proceder al reconocimiento de los huesos de Quevedo. Entre casi 200 cadáveres que permanecían en la cripta donde "supuestamente" se encontraba el escritor, tras un largo, minucioso y exhaustivo trabajo de investigación, se han recuperado al parecer, entre más de cuarenta mil huesos, que es la suma de multiplicar doscientas personas por 204 huesos cada uno..., 10 huesos que podrían pertenecer al insigne madrileño. Una clavícula, seis vértebras, un húmero y dos fémures, fueron lo que al parecer, podrían pertenecer a los restos buscados, El cráneo ha sido imposible encontrarlo. Sabiendo que Quevedo tenía casi 65 años en el momento de su muerte, fue cuestión de ir simplificando los huesos que pertenecían a mujeres, niños o ancianos y de los huesos que quedaron, que imagino que seguirían siendo miles... sabiendo que Quevedo era cojo, se buscó un fémur que tuviera una lesión. Una vez que se encontró un fémur derecho que tenía esa torsión, fue cuestión de buscar y encontrar la pareja de ese fémur y los huesos que pertenecieran a ellos. No se ha podido utilizar la prueba de ADN por no tener muestras de ningún antepasado, ya que la hermana que estaba enterrada en el convento de Santo Domingo el Real de Madrid, compartió el mismo destino que corrió el hermano, porque dicho convento también desapareció con la piqueta. En resumen... que la única prueba que se tuvo para identificar los restos de Quevedo, fue por un fémur que se sabe que perteneció a un cojo enterrado en dicha parroquia. Y digo yo... y si hubiera más cojos en Villanueva de los Infantes enterrados entre esos cientos de cadáveres en dicha cripta???. Es suficiente prueba encontrar un fémur de un cojo para asegurar que se ha encontrado a Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas??? En fin... cada uno que saque su propia conclusión.

El caso es que por una cosas u otras... nuestros más ilustres madrileños del siglo de oro español, siguen en sus tumbas perdidas, que como ya dijo Quevedo, "polvo serán, mas polvo enamorado", aunque no hay que preocuparse demasiado, ya que nuestra ciudad tiene comunicación directa con el más allá, y es que ya se sabe que "De Madrid ... al cielo".

miércoles, 4 de agosto de 2010

Beatriz Galindo "La Latina"


Hace 475 años que moría Beatriz Galindo en Madrid. Apodada "La Latina" por ser la maestra de latín de Isabel la Católica y de sus hijos.
Beatriz Galindo fue una escritora y humanista, nació en Salamanca y fue una de las mujeres más cultas de su época, habiendo estudiado también teología y medicina. Estudió en la Universidad de Salamanca y enseguida mostró grandes dotes para el latín, no solo traduciendo y leyendo textos clásicos, sino que a los quince años era capaz de hablar perfectamente el latín. Su fama se fue corriendo por todo Salamanca y después por todo el reino, con le que pronto fue llamada a la Corte por la reina Isabel. Llegó a ser algo más que una simple profesora o preceptora, ya que la reina tenía muy en cuenta sus consejos. Madrid fue desde entonces el lugar de su residencia, fundando un convento y hospital en la calle Toledo con su marido, don Francisco Ramírez de Madrid "El Artillero", que murió en una acción de guerra dejando a Beatriz viuda a los veintiséis años de edad. Beatriz siguió al servicio de la reina hasta la muerte de ésta, en 1504.
Comenzó entonces la fundación del convento de la Concepción Jerónima, donde se retiró hasta el fin de sus días. En ese convento murió el 23 de noviembre de 1534 y allí fue enterrada, aunque no en el rico sepulcro plateresco que, gemelo al construido por su esposo se había preparado, sino en el coro del convento. Los bellos sepulcros con sus cuerpos yacentes en piedra, los vi en un par de ocasiones cuando estaban en el hall de la Hemeroteca Municipal en la Casa de Lujanes y eran una preciosidad. El último traslado de sus cenizas fue al convento de El Goloso, mientras que esos dos bellos sepulcros que nunca contuvieron ningún cuerpo, creo que se encuentran en el Museo Municipal, cosas que os aseguraré cuando vaya próximamente, ya que quiero hacer unas fotos a la maqueta de Gil de Palacios para un artículo en el blog. La portada gótica del hospital de La Latina se llevó a la Escuela de Arquitectura.
Madrid cuenta en la actualidad con bastantes cosas que recuerdan a la humanista. Un barrio entero donde se encuentra la zona de los Austrias más encantadora de la ciudad, una boca de metro, un teatro y todo un recuerdo para una de las mejores profesoras de latín que tuvo esta ciudad.

Fotografías de Salvador Amaya





Monumento a Beatriz Galindo en Navalcarnero. Esta preciosa escultura fue realizada por el artista madrileño Salvador Amaya en el 2006

jueves, 22 de julio de 2010

Juana de Austria: El secreto


Juana de Austria, princesa de Portugal, Infanta de España, hija del Emperador Carlos V y de Isabel de Portugal, hermana del rey Felipe II y madre del futuro rey Sebastian de Portugal. Vamos, que le corría la sangre azul a raudales por sus venas.
Tenía ocho años cuando sabía tocar varios instrumentos y tocaba música profana y sacra, leía libros que le estaban prohibidos a los católicos y sabía un perfecto latín, asignatura en aquella época vedada a las mujeres, pero esto no es un hecho aislado, ya que Juana de ahora en adelante, viviría en un mundo de hombres, siendo mujer. Juana fue educada en un ambiente austero, hecho que marcaría fuertemente su carácter. Ella no deseaba nada material y nunca entendió la pompa que había en Portugal de porcelanas, joyas, vestidos, etc. El tiempo que le tocó vivir fue un tiempo de reforma espiritual, humanista, momento en que la religión estaba cambiando.

Juana se casó a los 16 años con su primo, el príncipe Juan Manuel de Portugal por poderes de su padre el Emperador Carlos, el cual intentaba un acercamiento entre la Corona portuguesa, pero el príncipe moriría dos años después de tuberculosis, momento en que estaba embarazada Juana.

Al enviudar tuvo que regresar a Castilla y su hijo como legítimo rey de Portugal tuvo que quedarse a cargo de su suegra, que también era su tía, Catalina de Austria. Nunca más se volverían a ver y solo sabría de su hijo por cuadros que le enviaban para ver como iba creciendo. Su padre, que se sentía viejo, cansado y agotado, iba a abdicar del trono y Juana tuvo que regresar a Castilla ante su llamada. Ante la ausencia de su hermano, sucesor al trono, Felipe II, que se había ido para casarse con María Tudor, Juana de Austria tuvo que asumir la Regencia de España durante cinco años, en donde demostró sus grandes dotes de gobierno.

Cuando empezó a reinar, nadie confiaba en ella, era lógico en aquella época, era una mujer y le veían débil, pero siempre estaba a su lado Francisco de Borja, su confesor. Juana era altiva y muy independiente, por lo que le costó muchas veces acatar las órdenes que le llegaban de su hermano, enfrentándose en muchas ocasiones a Felipe. Llevó su mandato con una absoluta rectitud, entregándose plenamente a los problemas militares, religiosos y políticos del momento. De tal modo, que toda la Corte empezó a admirarla sin precedentes.

Muchos príncipes quisieron contraer matrimonio con ella, pero nunca volvió a casarse. Cuando abandonó Portugal, a cambio del todo sufrimiento por perder a su hijo, solo le puso una condición a su hermano, que nunca le pidiera que se casara si ella no quería, aparte de contarle su relación con Mateo... el gran secreto que guardaba Juana.

Felipe II, mandó arrestar a su propio hijo, nacido de su primer matrimonio con María de Portugal, Carlos de Austria, príncipe de Asturias, el cual moría seis meses después encerrado y solo, por inanición. Este hecho nunca se lo perdonaría Juana.

Con la ayuda de Francisco de Borja y su amigo San Ignacio de Loyola, Juana de Austria había ingresado en los jesuitas durante la Regencia, convirtiéndose en la única mujer de la historia de la compañía. El nombre con el que ingresó era Mateo Sánchez y enviaba las cartas posteriores con el seudónimo de Montoya. En vida de Juana de Austria, nunca nadie supo su secreto, ni siquiera la Santa Sede.

Juana había nacido en Madrid el 24 de junio de 1536 en un antiguo Palacio en donde más tarde fundó el Real Monasterio de la Visitación (actual de las Descalzas Reales).

Falleció el 7 de septiembre de 1573 en El Escorial, dejando en su testamento que fuera enterrada en el monasterio que había fundado. Allí permanece su magnífico sepulcro del que hablaremos cuando llegue el artículo del Monasterio de las Descalzas Reales.

Juana de Austria fue nieta de rey, hija de Emperador, hermana de rey, esposa de príncipe y madre de rey, y la única mujer que ha ingresado en la compañía de los jesuitas en su historia.



sábado, 12 de junio de 2010

Luis Candelas


He aquí la historia de un bandolero madrileño que por amor a una mujer acabó en el garrote vil a los 33 años, sin que se le concediera la clemencia que pidió a la reina María Cristina de Borbón. Antes de morir pronunció la frase "Patria mía, sé feliz".

En el popular barrio de Lavapiés de Madrid nació en el mes de marzo de 1806 un niño, hijo de un carpintero, que había de dar que hablar a los madrileños y llegaría a convertirse en un mito.
La niñez de Luis Candelas, que este era el nombre del futuro héroe, se curtió en las pedreas entre bandas rivales, que en las afueras, al amparo de un ribazo o de alguna tapia derruida, se trababan, casi diariamente, entre los muchachuelos de los contornos, a golpe de honda o con el impulso del propio brazo, bien adiestrado. De las pedreas y de las pequeñas raterías fue pasando a las mayores y muy pronto fueron las mujeres fuente de ingresos para él.
La muerte del padre en 1823 dio a Luis mayores libertades, si es que alguna le faltaba, para sus hazañas. Poco después, en 1827, casó con una costurera, Manuela Sánchez, con la que viaja a Zamora, donde la abandona. A su regreso a Madrid, centro siempre de sus aventuras, reune a su alrededor a un grupo que le secunda en sus trabajos delictivos, que llegan ya a mayores horizontes. El escalo de un almacén, el del Genovés, es quizá la primera acción importante del grupo. Después, la banda actuará durante bastante tiempo en las afueras de la Villa: asaltos a diligencias y viajeros, robos en casas de campo y de labranza, son la fuente de ingreso de la pandilla. Las quintas de recreo que muchas familias madrileñas sostienen en los Carabancheles, forman también parte de sus habituales raterías, que van a culminar, en esta primera parte, con el asalto a mano armada del Balneario de Sacedón. Vienen después los robos en comercios de Madrid, el de la Posada del Rincón, del espartero de la calle de Segovia, pueden ser ejemplo de éstos.
Mientras tanto los frecuentes y fructíferos golpes han producido al bandido ganancias crecidas, se trata, pues, de cubrirse ante la acción de la justicia, que, con los frecuentes desmanes de la banda, comienza a tomar ésta en consideración. Para esto se fabrica una nueva personalidad y con el nombre de Luis Álvarez de los Cobos, y haciéndose pasar por un acaudalado caballero llegado del Perú, de donde todas las fortunas son posibles, vive en una casa de la calle de Tudescos, cuya salida posterior facilita sus planes. Desde esta posición se oculta a la justicia y se pone en lugar que le permite planear más fructíferos golpes, siempre ayudado por su banda.
Esta situación confusa y alguna escapada de la cárcel, más debida a un generoso reparto de onzas de oro que a otra razón, le han dado fama de inaprehensible. Un golpe audaz va a coronar esta fama: el asalto a la casa de la modista de la reina, Vicenta Mormín, en la calle de Preciados, que realiza el domingo de Carnaval 13 de febrero de 1837. Amordazando y maniatando a cuantos encuentra en el domicilio, alcanza buen botín. El golpe es sonado y la policía la sigue, pero refugiado en la personalidad peruana puede burlarla.
El amor a una burguesita remilgada que rapta y con la que huye, pero que quiere volver a la casa paterna, le hace caer en manos de los guardias, cuando regresa para entregarla. Ya no le valdrán sus artes de fuga: el 6 de noviembre de 1837 es ajusticiado en las afueras de la Puerta de Toledo.
Si algo hace simpático a este maleante habitual es su aspecto a la vida humana, contra la que nunca atentó. Sus asaltos y robos, planeados con indudable ingenio y siempre con audacia, le dieron el favor popular y la admiración de las gentes.

Fuente: Cien madrileños ilustres. Espasa Calpe

jueves, 12 de noviembre de 2009

San Isidro Labrador: El Patrón de Madrid

Vamos a inaugurar la nueva sección de Madrileños Ilustres de Madrid. Periódicamente iremos conociendo la vida de algún personaje que naciera en Madrid o tuviera mucho que ver con la ciudad. Empezaremos con nuestro patrón, como es normal.


Isidro de Merlo y Quintana era un labrador, hijo de labradores y que fue bautizado en la Parroquia de San Andrés. Trabajaba a las órdenes de Iván de Vargas, principal caballero de uno de los más limpios linajes madrileños, Los Vargas. Trabajaba las tierras que se encontraban más allá del río Manzanares y donde hizo manar el agua milagrosa de una fuente para calmar la sed de su amo. Allí cuenta la leyenda que los ángeles labraban las tierras mientras el oraba de rodillas y el propio Iván de Vargas vio con sus ojos como dos ángeles labraban su tierra más rápido por que Isidro se había detenido a rezar en todas las Parroquias de camino al trabajo.
En un año de sequía, temiendo por la cosecha de su señor, dio un golpe en la tierra con su hazadón haciendo brotar un manantial que daba suficiente agua como para abastecer todo Madrid. El agua de este milagroso manantial curó al rey Felipe III de una grave enfermedad.
Salvó a su hijo caído en un pozo, haciendo subir las aguas, daba comidas en su casa para los pobres y en una ocasión que escaseaban los alimentos, multiplicó la comida bendiciendo el puchero y un montón de milagros que se han cifrado en más de cuatrocientos y su caridad ilimitada, hicieron que se le admirase y venerase en vida. En 1108 con la invasión de Madrid por los almorávides, Isidro fue hacia el norte y se refugió en Torrelaguna, donde conoció a su mujer, María de la Cabeza. Mientras que Isidro iba a labrar las tierras, su mujer se dedicaba a la casa y acudía diariamente a la ermita a encender las lámparas, vestir a la virgen y a rezar. Después se mudaron a Talamanca para trabajar en las tierras de Los Vargas y allí fue donde ocurrió otro de los milagros famosos de San Isidro. Las malas lenguas extendieron el rumor de que María engañaba a Isidro con los pastores de la Vega del Jarama y cuando llegaron los rumores al propio Isidro, decidió ir a escondidas para ver que hacía su mujer. Escondido tras los matorrales, vio como su mujer regresaba de la ermita por el otro lado del río y al llegar a la orilla, ella levantó la cabeza, hizo la señal de la cruz, tendió su manto sobre el río, se puso de pié encima de él y como si andara por tierra firme, atravesó el río. Isidro no volvería a desconfiar en su esposa ni a hacer caso de las calumnias y habladurías.
En el año 1109, Iván de Vargas pide a Isidro que se traslade a su hacienda de Madrid donde tenía grandes posesiones: unas de regadío por donde hoy se encuentra la ermita de la Virgen del Puerto, otras de secano en lo que hoy se conoce como la Pradera del Santo y otras situadas más lejos, en los Carabancheles. Isidro accede y se aloja junto a su mujer en una de las casas de su señor, junto a la iglesia de San Andrés. Desde aquí, Isidro cruzaba todos los días la muralla madrileña por la puerta del Moro en dirección a las tierras de la ribera del Manzanares, no sin antes visitar varias iglesias para hacer oración, especialmente las de Santa María y la Virgen de Atocha, de quien era gran devoto, lo que provocaba que algunas veces llegase más tarde a su lugar de trabajo.
San Isidro murió cerca de los noventa años en la casa de Madrid en la que vivía.
Era tal la admiración y devoción que los madrileños le tenían, que a su muerte, sentida por todos, sin esperar ninguna decisión Papal ya era tomado por santo y desde ese momento empezó el culto a San Isidro.

El 15 de mayo de 1620, Madrid se enteró de que su Santidad Pablo V había beatificado el año anterior a Isidro. Para celebrar este acto, Madrid estrenó la Plaza Mayor. Fueron 3 años después de su beatificación, cuando otro Papa, Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, estando reinando España Felipe IV, canonizó solemnemente a Isidro en presencia de treinta y dos Cardenales y a la vez que a otros tres santos españoles: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier. Pero en ese momento, hacía más de cuatrocientos años que en Madrid se veneraba su cuerpo incorrupto, exumado de su tumba el 1 de octubre de 1212 y expuesto en la Parroquia de San Andrés, aunque un año más tarde, tenía capilla propia que hizo construir Alfonso VIII, estando hasta que en 1535 pasó a la Capilla del Obispo, donde permaneció hasta el 24 de junio de 1560. En 1668, Carlos II le hizo una Capilla propia, la Capilla de San Isidro, de la que hablaremos en la siguiente entrada de este blog y en 1769 Carlos III le llevó al templo de los jesuitas de la calle Toledo donde permanece hoy en día en su altar mayor, llamándose Colegiata de San Isidro, y que fue Catedral Provisional de Madrid mientras duraron las obras de la Almudena. Por su profesión de labrador, es considerado el patrono de todos los labradores y Santo y patrón de los Ingenieros Agrónomos.

En el siguiente artículo pongo un texto sobre los traslados que tuvo el cuerpo de San Isidro a capricho de nobles y reyes, es muy interesante toda la información y os recomiendo encarecidamente su lectura.



San Isidro II: Los viajes de un cuerpo incorrupto

San Isidro murió en 1172, dejando un hecho prodigioso: la incorrupción de su cuerpo, que fue aceptado por el Tribunal de la Rota como uno de los mayores milagros obrados por el santo. Actualmente se conserva su cuerpo incorrupto en el altar mayor de la Real Colegiata de San Isidro de Madrid. Desde su exhumación en 1212 hasta nuestros días, se ha producido un largo proceso de traslados de lugares y arcas, procesiones y exposiciones a los fieles y con ocasión de visitas de Reyes, que vamos a tratar de exponer en este capítulo, siguiendo un orden cronológico.

EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS

Hemos visto que el Códice de Juan Gil de Zamora relata la exhumación del cuerpo de San Isidro, que aparece íntegro, incorrupto, sin daños y con su mortaja en buen estado y entera, cuarenta años después de su muerte, en una fecha que se ha situado en el 2 de abril del año 1212.

El 16 de julio del mismo año se produjo la victoria de las tropas cristianas sobre los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa. Quiere la tradición que el santo labrador se apareció vestido de pastor indicando a Alfonso VIII el camino para entrar en combate, influyendo decisivamente en la victoria cristiana. A partir de este hecho, que dio origen a una polémica historiográfica en el siglo XVIII, se ha escrito que estando Alfonso VIII (1158-1214) en Madrid fue a visitar el cuerpo de San Isidro, reconociéndolo como "el Pastor de las Navas", erigiendo una capilla al santo y donando un arca de madera para contener su cuerpo.

Las fuentes documentales ofrecen los siguientes datos sobre las arcas del santo. Hay que señalar que existen dos arcas simultáneas y complementarias: la exterior y la interior. Al narrar el Códice la exhumación del cuerpo, señala que fue colocado en el altar mayor de la iglesia de San Andrés, en una nueva tumba. Lo que Alfonso VIII pudo ofrecer al santo, fue, o bien un sepulcro exterior, probablemente de piedra, hoy desaparecido, o bien un arca interior, de madera. El arca de madera con escenas de la vida del santo que hoy se conserva en la Catedral de la Almudena corresponde estilísticamente al tercer cuarto del siglo xiii, durante el reinado de Alfonso X (1252-1284).

En el año 1231 ante una gran sequía, sacan del arca exterior el cuerpo de San Isidro para colocarlo en un lugar de honor, suponemos que dentro de un arca interior que permanece abierta. Es entonces cuando el clérigo de Santa María -de la Almudena corta unos cabellos del santo, que figuraron como reliquia en dicha iglesia. Treinta años más tarde es invocado nuevamente para pedir la lluvia, que al concederla, es sacado el santo cuerpo de su tumba.

En 1266 San Isidro devuelve la vista a un clérigo de Madrid, restregándose los ojos con un trozo de lienzo que había sido cortado de la mortaja o sudario del santo, que periódicamente era sustituida, como veremos, probablemente por el interés que tenían las anteriores como reliquias. En 1275 señala el Códice una salida procesional, creemos que la primera, del cuerpo incorrupto del santo hasta la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, pidiendo lluvia, que concede. Es 1275 el año en el que acaba la relación de milagros del Códice y en torno a esta fecha debió realizarse la construcción del arca con los Rostro de San Isidro, con el fin de sacarlo en procesión de forma digna y sin e una ,tan sequía, el rey Alfonso XI 1 131-1-1350) acudió a visitar el cuerpo de San Isidro en 1344, y quiso que se pasen,,asen al Alcalde de la Villa, Gonzalo Díaz, cuatrocientos maravedíes que había gastado en las fiestas organizadas con tal motivo .

El primer monarca de la Casa Trastámara, Enrique 11 (1369-1379) vino a Madrid acompañado de su esposa Juana Manuel. Fueron a venerar el sagrado cuerpo, se puso en el arca, y la reina, queriendo llevarse una reliquia, separó el brazo derecho del cuerpo, no pudiendo cumplir su objeto de salir con él de la iglesia. El brazo lue sujetado desde entonces con una cinta, estado en el que hoy se encuentra.

En los años siguientes las fuentes documentales son los Libros de Visitas Pastorales de la Iglesia de San Andrés, cuyos originales desaparecieron durante la guerra civil, pero cuyo contenido conocemos por las copias realizadas para los Procesos de Beatificación y Canonización y por estudios históricos, que utilizando esta fuente se publicaron antes de su destrucción.

Del siglo XI hemos visto las Visitas de 1421 y de 1426. En la primera, efectuada el 4 de mayo, se procedió al reconocimiento del cuerpo por los presentes. En la de 27 de abril de 1426 se señala una procesión con el cuerpo del santo a la iglesia de la Almudena y al convento de Santo Domingo extramuros de la Villa. Enrique IV (1454-1474) visitó el cuerpo del santo en 1463.

Durante el reinado de los Reyes Católicos se amplió la iglesia de San Andrés para incorporar a ella el cementerio parroquial de donde fue exhumado el cuerpo de San Isidro. La reina Isabel 1 (1475-1504) realizó varias visitas al cuerpo de San Isidro. Después de una enfermedad en la que se encomendó al santo, y por su mediación consiguió su curación, al recuperarse acudió a dar gracias y con este motivo se abrió el arca.

Una dama de la reina, queriéndose llevar una reliquia, al besar el pie arrancó con los dientes el dedo pulgar del pie derecho del cuerpo de San Isidro. Montó en su coche y siguió al de la reina, que se dirigía a Toledo; pero llegó la comitiva al río Manzanares y mientras todos los carruajes le atravesaban sin dificultad, los caballos de la dama se negaron a entrar en el agua. Nadie conocía la causa de tan extraño suceso, hasta que la dama, asaltada por el remordimiento, confesó a la reina lo que había hecho. La soberana dio orden de restituir la sagrada reliquia. Entonces los caballos entraron en el río y le pasaron con la facilidad y mansedumbre de todos los demás". Fue entonces cuando dicho dedo se depositó dentro del arca en una bolsa que por espacio de un largo período permaneció sujeta al cuello del santo. Hoy desconocemos su paradero.

Del 21 de junio de 1504 tenemos la primera descripción del estado del cuerpo de San Isidro, que transcribimos por su interés documental:... falló que hay un cuerpo santo dentro de una capilla a la mano del Evangelio que se llama Sancte Esidro e vulgarmente mas de cuanto se falla hauer fecho muchos e infinitos milagros e face de cada dia, el cual está en una tumba grande pintada con muchos de los milagros que a fecho cerrada con cuatro llaves, las cuales tienen el cura, e la señora Dona María, mujer de Juan de Luxan, e Yuan de Vargas Juan Ruiz de Tapia, dentro de la cual está un arca cerrada con una llave la cual tiene el honrado Garci Álvarez, beneficiado de la dicha iglesia, dentro del cual está el dicho cuerpo santo, envuelto en un paño como de tafetán blanco cubierto con una como colcha de colores en la cual está el dicho cuerpo santo, entero, en hueso e casi entero, salvo el brazo derecho despegado de el cuerpo que dicen que le hizo despegar la reina doña Juana. Es de grande estatura. Está una reja grande antigua en la puerta de la capilla. Hay dos llaves que tienen los clérigos. Está dentro de esta capilla un bulto de madera, chapeado todo de plata dorada que hizo facer el rey don Alfonso de gloriosa memoria, el cual está echado encima sobre el arca y están allí las armas reales de la Villa. Está la tumba sobre tres leones de piedra dorada ". La última Visita de esta primera serie se hizo en 1514, en la que fue nuevamente visualizado.

El cuerpo incorrupto de San Isidro despertaba tal devoción, que fue disputada su custodia ya en los primeros años del siglo XVI. Con motivo de crear una capilla dedicada al santo se produjo su primer traslado en 1535.



EN LA CAPILLA DEL OBISPO
Queriendo la familia de los Vargas, a cuyo servicio había trabajado el santo labrador, hacer una capilla digna, Francisco de Vargas, consejero de los Reyes Católicos y del Emperador, y Tesorero de Carlos V, que por cuyos conocimientos y sagacidad dio lugar al proverbio "Averíguelo, Vargas", en el año 15 18 pidió a Roma facultad para hacer una capilla a San Isidro. El Papa León X, por Bula de 28 de noviembre de 1518 autorizó la erección de la capilla y el traslado del cuerpo de San Isidro, concediendo a Francisco de Vargas el derecho de Patronato para sí y sus descendientes, nombrando capellanes por él pagados, así como la posibilidad de hacer Estatutos.

La capilla comenzó a construirse en 1520 concluyéndose quince años más tarde, en 1535 por su hijo D. Gutierre Vargas de Carvajal, obispo de Plasencia. Fue puesta bajo la advocación de Santa María de los Ángeles y San Juan de Letrán, aunque ha sido conocida como Capilla del Obispo por estar en ella el monumento funerario del obispo de Plasencia, frente al de D. Francisco de Vargas y su esposa. De este modo se dio lugar a la construcción del mejor edificio gótico de Madrid que hoy se conserva, y que describiremos en el capítulo dedicado al itinerario de San Isidro.

El Papa Paulo 111 por Bula de noviembre e 1532 facultó a D. Gutierre de Vargas para el traslado del arca y cuerpo de San Isidro, que fue colocado en la capilla de los Duarte. Allí permaneció durante veinte años, hasta 1555, fecha en la que volvió a la iglesia de San Andrés. Durante ese período se produjeron desavenencias entre los capellanes y el cura de San Andrés, incomunicándose la capilla de la iglesia mediante la construcción de un muro.

Durante este período se produjeron las Visitas de 1548 y 1551, y es revelador lo que se escribe en las mismas: "La reliquia y cuerpo santo de Sant Eisidro se quiso visitar, y por no poder juntar las llaves no se visitó el cuerpo, ni visitó el arca en que está metido" (1548). "Otros¡ visitó las llaves y cerraduras del arca donde está el cuerpo del bienaventurado Esidro y las halló bien cerradas" (11 de enero de 1551).

DE NUEVO SAN ANDRÉS

Retornando por segunda vez el cuerpo de San Isidro a la iglesia de San Andrés en 1555, fue visitado el 19 de julio de 1567 por D. Gómez Tello Girón, quien hace una segunda descripción del estado del cuerpo "Está San Isidro en un lado del altar mayor en el Evangelio y tiene su lámpara. Está en una tumba grande pintada y tiene cuatro cerraduras con cuatro llaves. La de la cabecera la tiene Álvaro de Mena, la de los pies, Pedro de Vargas, la delantera Francisco Luxan, Caballero de Alcántara, y la otra delantera Jerónimo Luxan, Caballero de Santiago, con las cuales llaves se abrió la dicha tumba dentro de la cual hay una caja cubierta con un paño de zarzahan de oro y sedas de diferentes colores y esta caja estaba cerrada, con una llave, que tiene Doña María de Vargas Salmerón, hija de Diego de Vargas, la cual caja está guarnecida de cuero colorado claveteado con tachuelas doradas, y se abrió, donde está el cuerpo del dicho santo envuelto en un lienzo muy delgado blanco, a manera de cendal, y otro de lino más gordo, y un pedazo de tafetán blanco grande, que es el último con que está cubierto. Hallóse el dicho santo cuerpo entero, y la cabeza y algunos dientes de la boca y quijada, y pescuezo, pechos, brazos, manos, dedos, y unas y piernas y pies enteros, y una nomina de raso colorado donde se dice que está un pedazo de un dedo de la mano [piel del dicho santo, el cual la dicha caja se limpió y limpió el dicho santo, se volvió a poner en la dicha caja y lugar donde estaba y se tornó a cerrar con las dichas cinco llaves ".

A partir de esta Visita comienzan los problemas. Realizada sin solemnidad pública, estando cerradas las puertas de la iglesia por no estar canonizado, ordena se haga una reja de hierro donde se ponga el arca con el cuerpo y una arquita con los libros y testimonios de los milagros. En la Visita de 5 de junio de 1570, se ordena no salga el cuerpo sin autorización. En la Visita de 1576 se vuelve a ordenar la colocación de la reja, lo cual indica que en la Visita de 1567 no se cumplió. Otra vista se realizó en 1584.

A partir de 1593 se inician las informaciones para los procesos de Beatificación y Canonización, sucediéndose los siguientes reconocimientos del cuerpo: 1593, 1594, y dos en 1595: el 27 de marzo por Juan Francisco Alorobandino, sobrino del Papa.En el siglo XVII se reconoce el cuerpo el 7 de marzo de 1613 por D. Bernardo de Rojas, arzobispo de Toledo, D. Francisco de Sosa, Obispo de Canarias y D. Juan de Oves, protonotario Apostólico.

Beatificado el patrón de Madrid, el 14 de junio de 1619, se prepara una procesión pública de acción de gracias por las calles de Madrid, pero antes ocurre un imprevisto: Regresando Felipe 111 de Portugal, enferma de Unas calenturas, no pudiendo continuar su viaje desde Casarrubios del Monte, en la provincia de Toledo. Llegada la mala nueva a la Corte, el 16 de noviembre la Villa consultó al Presidente del Consejo de Castilla, D. Fernando de Acevedo, y con su acuerdo se sacó en procesión el cuerpo del santo trasladándose al Monasterio Real de la Encarnación. No contentos con esto, la Villa decidió llevar el cuerpo de San Isidro a Casarrubios, lo que se hizo poniéndole en una litera forrada de raso carmesí con galones de oro, que era llevada a hombros por cuatro sacerdotes, acompañándole todo el Regimiento y el Cabildo de la Clerecía de Madrid, en coches y en mulas con hachas encendidas.

La comitiva llegó a Casarrubios en la madrugada el 17 de noviembre, depositando el cuerpo de San Isidro en la ermita de San Sebastián donde fue colocado. A las tres y media de la tarde entraron en el lugar en solemne procesión. Llegados a la casa en que reposaba Felipe III, fue puesta el arca en un rico sitial, abriéndola el Vicario de Madrid. El rey, incorporado en la cama, veneró la Santa reliquia y pidió la aguijada y la besó. Acabada la ceremonia el rey se encontraba mejor, recuperando la salud unos días más tarde, por lo que regresaron a Madrid San Isidro, el rey, el Cabildo y el

Ayuntamiento de Madrid. Cayendo la noche, decidieron hacer parada en Móstoles. Por fin el sábado 7 de diciembre de 1619 volvió el santo en procesión general a la iglesia de San Andrés.

La cofradía de San Eloy, de los plateros de Madrid decidió, en noviembre de 1619 hacer honor al santo realizando un arca -exterior- de plata, de la que escribe Rosell Ve sola plata y oro tiene 16.000 ducados " y que la hicieron hicieron los mismos a su costa, que "si les pagasen las manos costara más de 30.000 ducados'. A los lados figuraban dos cuartetas de Lope de Vega:

"Esta urna sacra encierra más cielo que tierra, y fue de un labrador cuya fe labraba cielo a su tierra

"Imitando a Eloy en celo, sus plateros la labraron, para decir que engastaron de todo Madrid el cielo ".

En el frente, la inscripción "A gloria y honra de Dios Nuestro Señor, estando en la silla Apostólica nuestro muy Santo Padre Paulo V y reinando Filipo 3 0 y siendo Arzobispo de Toledo el Infante D. Fernando. Los plateros de la Corte, dieron esta urna y sepulcro, en que está el cuerpo de San Isidro en Madrid a 15 de Mayo de 1620 años ".

El arca se coronaba con una imagen-relicario de plata sobredorada de San Isidro, cuyo paradero hoy desconocemos, que fue reemplazada en el siglo xviii por una cruz .

Simultáneamente se hizo un arca interior, de madera de pino forrada por dentro de tela de oro y seda con flores de matiz. Por fuera estaba forrada de damasco carmesí, guarnecida de galones de oro claveteados de bronce. Contaba con dos cerraduras, que junto a las cuatro del arca exterior y dos candados, repartidas entre diversas personas, garantizaban la seguridad de las reliquias. El arca interior fue nuevamente sustituida en 1622.

El 'Arca de los plateros" fue entregada el 14 de mayo de 1620, posesionando por las calles de Madrid con el cuerpo del santo a hombros de sacerdotes el 15 de mayo de 1620, con motivo de la procesión general realizada para festejar la beatificación. Dos años más tarde, en 1622 volvió a salir procesionalmente, esta vez sobre ruedas debido al peso del arca de plata. En el capítulo siguiente describimos con más detalle ambas procesiones. Con esta ocasión se encargó a Diego de Zabala, platero, "la caja en que iba el cuerpo del glorioso santo dentro de la urna de plata', que importó 3.602 reales, pagados por el Concejo de la Villa

La importancia que iba adquiriendo San Isidro, especialmente desde su solemne canonización, hizo que se pensara en erigir una gran capilla bajo su advocación que tuviera el cuerpo incorrupto del santo. En 1641 se formó una junta encargada de realizar las gestiones previas. En 1643 se debate la ubicación, construyéndola de nueva planta en la plaza de la Cebada " o junto a la iglesia de San Andrés, idea que prevalece. Las lluvias de noviembre de 1656 provocan la caída de la techumbre de la iglesia, decidiéndose reconstruir todo el templo. El cuerpo de San Isidro es trasladado provisionalmente a la Capilla del Obispo, que hace las funciones de iglesia parroquial desde 1656 hasta 1669.

EN LA REAL CAPILLA DE SAN ISIDRO

El 12 de abril de 1657 se coloca la primera piedra de la Capilla de San Isidro con asistencia de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria. El 24 de agosto del mismo año el rey ordena por Real Cédula la reconstrucción de la iglesia y construcción de la capilla. Las obras fueron realizadas según planos de José de Villarreal. La capilla fue construida en los terrenos que ocupaban las casas del Duque de Béjar y de D. Fadrique Enríquez, que se derribaron, así como la parte de las murallas con sus cubos que pasaba por la Puerta de Moros y la Cava Baja.

La capilla estaba situada en el presbiterio, en el lado del Evangelio y se componía de una antecapilla contigua a la iglesia y perpendicular a ella con zócalo de mármol y pilastras del mismo material hasta la cornisa, cubriéndose con bóvedas de lunetos. La otra pieza, propiamente la capilla, tenía forma ochavada y doce columnas de mármol negro sobre pedestales de la misma piedra con capiteles dorados de orden corintio, cubierta con una gran cúpula con esbelto tambor y linterna. En el centro, templete con cuarto caras de mármol, realizado por Juan de Lobera, con un coste de 14.000 ducados. Debajo del templete se encontraba el cuerpo del santo en el arca de plata. La obra dio lugar al mejor edificio religioso del barroco madrileño, y tuvo un coste total, según Mesonero Romanos, de 11.960.000 reales, que fue financiado por la Corona en su mayor parte, contribuyendo la Villa de Madrid y donaciones de particulares.

Acabada la obra, el 15 de mayo de 1669 se procedió a la solemne traslación del cuerpo incorrupto de San Isidro a la nueva Capilla erigida bajo su advocación. Al traslado acudieron los reyes Felipe IV y el príncipe heredero, D. Carlos. En diciembre de 1669 se redactan las primeras Constituciones -manuscritas- de la Real Capilla de San Isidro.

La magnificencia del edificio y la devoción popular al santo patrón de la Villa y Corte, hace que se disputen su custodia, el Concejo de Madrid, el arzobispado de Toledo y la propia Casa Real. Primero fue la Villa, que en 1668 pretende el patronazgo de la capilla de su santo patrón, nombrando el 12 de mayo de 1669 un capellán, nombramiento que declara nulo el Consejo de Cámara el 18 de julio de 1669.

En 1670 San Isidro se convierte en asunto de Estado, al pretender el patronazgo la Casa Real y el arzobispo de Toledo, Cardenal de Aragón. Tras un largo proceso de Consultas, el rey Carlos 11 otorga las Constituciones de la Real Capilla de San 1sidro de Madrid, que se imprimen en la Imprenta Imperial en 1679. En la exposición de motivos señala que habiendo financiado la Casa Real la restauración de la iglesia y la construcción de la Capilla de San Isidro, con limosnas de los reyes y medios procedentes de la Real Hacienda, que ascienden a 450.000 ducados, además de la contribución de la Villa de Madrid, Carlos 11 acepta el Patronato de la Capilla pasando ésta a ser Capilla Real, que dota con 14 Capellanías a las que otorga más de 12.000 reales de renta".

Las Constituciones declaran la Capilla de San Isidro de patronato real, denominándose Real Capilla de San Isidro. Se nombra como Capellán Mayor al Arzobispo de Toledo y sus sucesores, quien designa Teniente de Capellán Mayor en persona cualificada, siempre que no sea el cura de San Andrés`. Ordena al cura de San Andrés entregue su llave al Consejero de Cámara protector de la Real Capilla, así como la estatua de plata del santo con una reliquia, y los libros y papeles tocantes a la beatificación y canonización de San Isidro, formándose un archivo con estos documentos .

De este modo queda constituida la Real Capilla de San Isidro, en la iglesia de San Andrés, pero separada de ésta jurídica y físicamente. La separación física se llevó a cabo mediante la construcción de salidas al exterior en la Capilla y antecapilla y separando la Real Capilla de la iglesia por una reja que permaneció hasta 1851 cuando el 29 de septiembre el cura de San Andrés solicita permiso a Palacio para quitar esta reja". En nuestra revisión histórica, llegamos a la conclusión de que al menos desde 1679 el cuerpo incorrupto de San Isidro se ubica en la Real Capilla de San Isidro, junto a la iglesia de San Andrés. Este matiz explica la evolución posterior de los acontecimientos. Consecuencia de las Constituciones de 1679, el 17 de abril de 1691 se imprime por la Real Cámara de Castilla el Ceremonial de la Real Capilla de San Isidro, en el que describe minuciosamente la solemnidad del culto dado al santo patrón de la Villa y Corte.

Entre tantas discusiones, San Isidro seguía favoreciendo la salud de la Real Familia. Fue trasladado en 1632 por enfermedad de su alteza el Infante don Carlos y en 1661 por enfermedad del Príncipe de Asturias. El 30 de mayo de 1683 Carlos 11 visita el cuerpo del santo acompañado de su primera esposa María Luisa de Orleans, para agradecer la mejoría de una enfermedad, ocasión en la que se puso otra sábana con encajes blancos, que llevó de orden de la reina la Camarera Mayor, duquesa de Alburquerque. Ofició la misa el Cardenal Arzobispo de Toledo, quien entró a la Real Capilla desde la iglesia de San Andrés, para lo cual se abrió la reja de hierro que las dividía .

Encontrándose enferma la reina Mariana de Neoburgo en el año 1691, fue trasladado a Palacio el cuerpo incorrupto de San Isidro. Mejorando su salud, el 28 de enero de 1692 con asistencia de Carlos 11, la reina entregó en acción de gracias una nueva arca de nogal, guarnecida de filigrana de plata sobre tela encarnada de seda con ocho aldabones y cinco remates de plata que se ponen sobre el plano superior, con nueve cerraduras, cuyas llaves fueron entregadas al Rey, siendo la llave maestra; al Juez Protector, al Teniente de Capellán Mayor, al Cabildo de Capellanes de la Real Capilla, al Conde de Paredes, a los descendientes de los Vargas, al Corregidor, al Regidor decano y al Secretario del Ayuntamiento. Costó doscientos doblones. Es el arca que actualmente contiene el cuerpo incorrupto de San Isidro. Pusieron una sábana nueva de holanda que llevaron sus majestades. El arca interior y sudario antiguos se llevaron a palacio. Hoy se desconoce su paradero.

El arca exterior contaba con cuatro llaves y dos candados, cuyos depositarios eran el Juez Protector, el Cabildo de Canónigos, el Corregidor y el Regidor decano. Las llaves de los candados las guardaban el Juez Protector y el párroco de San Andrés". En total, quince llaves, de tal modo que con asistencia de todos los depositarios era posible -en teoría- la apertura del arca. El procedimiento era el siguiente: El Rey ordena la apertura, que comunica al Corregidor de Madrid, quien se encarga de llamar a los restantes para proceder a la solemne apertura. El Rey se reserva la determinación de descubrirlo, y a los Capellanes destinados a su culto, la acción de manejarle.

En 1693, hallándose enferma D a Mariana de Austria, fue llevado el cuerpo de San Isidro a la iglesia de Santa María en solemne procesión, pasando por Palacio para que la reina le venerara. La enfermedad de Carlos 11 en 1696 hizo llevar el cuerpo de San Isidro a Palacio durante unos días. Publicada la mejoría del Rey, se hizo una solemne procesión de acción de gracias el 1 de octubre, con salida de la iglesia de Santa María y regreso a su Real Capilla.

Con ocasión de estas aperturas durante el reinado de Carlos II, el cerrajero del Rey, llamado Tomás, tomó ocultamente un diente del santo. El suceso se descubrió cuando lo ofreció al Rey, quien lo agradeció mucho, teniéndolo bajo su almohada en su última enfermedad.

El cambio de dinastía no hizo modificar el comportamiento de la Casa Real respecto al santo. Antes bien, aumentó el interés de los monarcas por la figura de San Isidro. Apenas hizo su entrada en Madrid Felipe V, visitó y mandó descubrir en su presencia el sagrado cuerpo. En mayo de 1705 mudó el sudario y en 1714, enferma la reina María Luisa de Saboya, el cuerpo de San Isidro se llevó a Palacio. Por grave enfermedad de Luis 1, se llevó el cuerpo de San Isidro a la iglesia de Santa María. El 3 de noviembre de 1721 se mudó el sudario, asistiendo Isabel Farnesio y sus hijos D. Luis y D. Fernando. Fernando VI y su esposa Doña Bárbara de Braganza visitaron el cuerpo de San Isidro el 18 de abril de 1751, mudando el sudario, y por la salud del rey se llevó en 1758 el cuerpo de San Isidro a las iglesias de costumbre.

El cuerpo de San Isidro también servía a la nobleza. A comienzos del siglo xviii la reina María Luisa de Saboya, contó al cardenal D'Estrée que una duquesa, muy preocupada por la poca salud de su hijo, había obtenido un dedo de San Isidro. Una vez triturado, se lo había hecho aplicar al muchacho, a partes iguales, en forma de pomada y lavativa .Durante el reinado de Carlos 111 el cuerpo de San Isidro fue trasladado por enfermedad de la reina Doña Amalia, el 19 de septiembre e 1760 al Palacio del Buen Retiro, donde estuvo unos días.

Para pedir la lluvia se ordenó una procesión con el cuerpo del santo y las reliquias de Santa María de la Cabeza en 1709. Salió por la Puerta de la Vega y en presencia de los santos cuerpos se bendijeron los campos. Por orden del Rey se hizo una procesión de rogativa con las reliquias de los santos esposos a la parroquia de Santa María,



LAS RELIQUIAS DE SANTA María DE LA CABEZA

La esposa de San Isidro regresó a Caraquiz tras la muerte del Santo, donde hizo vida de ermitaña. Murió con fama de santidad un ocho de septiembre entre los años 1172 y 1180. Fue enterrada en la ermita de Santa María, en la que, por haberse colocado su cabeza en una urna en el altar, fue llamada ermita y Santa, "Santa María de la Cabeza". Allí permaneció por espacio de cuatrocientos años.

Los primeros documentos que poseemos sobre sus huesos datan de la Visita de

10 de marzo de 1596. La reliquia de la Cabeza estaba situada en una urna debajo de la peana de la Virgen, cerrada con llave, tras una reja de hierro con candado. La caja era dorada". El 13 de marzo del mismo año decidieron buscar el resto de sus huesos en el lugar en el que fue enterrada: la sacristía a espaldas del altar mayor. Encontrados éstos, los médicos vieron que estaban blancos y tersos, con su médula o tuétano blanda y suave. Junto a ellos, la mandíbula inferior que faltaba en la cabeza colocada en la urna del altar. Las reliquias fueron llevadas al convento franciscano de Torrelaguna, donde permanecieron en su sacristía.

En 1645 la Villa de Madrid solicitó las reliquias para tratar de la canonización de la esposa de San Isidro motivo por el que unos regidores del Concejo de la Villa fueron a Torrelaguna para hacerse cargo de la,, reliquias, depositadas en una urna de ébano y marfil, donada por Fernando de Mendoza, señor de Torote, en 1615.

El 27 de febrero de 1645 se colocaron en el archivo de la Casa Consistorial, que se encontraba aún en obras. Con este motivo se abrió la urna y se colocaron los huesos cabeza en un cofre forrado de terciopelo carmesí con galones y clavazón de oro.

Las reliquias fueron examinadas el 13 de noviembre de 1693 por el cardenal Portocarrero, por mandato de Inocencio XII para el reconocimiento jurídico de los restos de la Santa, en el Salón Principal de la Casa Consistorial, por razones de espacio, con asistencia de Carlos 11, su esposa Mariana de Neoburgo, y su madre Mariana de Austria. Abierta el arca grande de hierro en que se veían las armas imperiales al lado derecho y las del rey al izquierdo, se halló el cofrecito que contenía las reliquias. Examinaron los restos, cuya descripción es la siguiente: "Una calavera envuelta en una cofia de oro y de seda; dos pedazos de huesos grandes llamados homoplatos, a los cuales falta una notable porción; otros dos pedazos grandes de hueso isquio, del que también falta parte considerable; la mitad del hueso fémur de la parte superior; otro medio fémur de la parte inferior; una canilla entera de la pierna llamada tibia; medio hueso ayutorio, media canilla de la cara del lado izquierdo, otro pedazo de hueso que pareció ser ayutorio, de tamaño de una cuarta, el cual, por estar roto en los dos extremos, no pudo conocerse fijamente a qué parte pertenecía; finalmente había varios pedacitos de huesos mezclados y mixturados a polvo y esparcidos como fragmentos de ellos".

Terminadas las obras de la Casa de la Villa, las reliquias de Santa María de la Cabeza se colocaron en el Oratorio, donde permanecieron hasta 1769. Acompañaron en Palacio a Carlos 11 en su última enfermedad.



Nuevamente fueron examinadas las reliquias en 1752: encontraron la cabeza de la Santa, cuatro huesos de la paletilla y del pecho, un hueso entero del brazo, dos medias canillas de las piernas y tres pedazos de canillas de los brazos. En 1761 la Villa de Madrid mandó realizar una urna exterior de plata para colocar la interior de madera. La urna interior estaba cerrada con una llave a cargo del decano del Ayuntamiento de Madrid, y la exterior tenía cuatro llaves de las que eran depositarios el Arzobispo de Toledo, el Corregidor, el Regidor decano y el Secretario del Ayuntamiento.

A pesar de varías peticiones de iglesias de Madrid para exponer a la veneración pública tan preciados huesos, especialmente desde la declaración por la Santa Sede del Culto Inmemorial en 1697 y la concesión de Oficio y Misa propios C11 1752, el Cabildo de la Real Capilla de San Isidro propone llevar las reliquias de Santa María de la Cabeza a la Real Capilla para evitar la `separación de tan divino consorcio", dado que los esposos "fueron uno-, y porque Ve justicia clama el esposo traer a su propio sepulcro a su consorte que no le tiene propio .

La Real Capilla de San Isidro, cien años después de su construcción se había quedado pequeña para el culto del patrón de la Villa. Carecía de sacristía, despacho y local para guardar los utensilios de culto. Por este motivo el 27 de abril de 1767 el Cabildo de la Capilla Real de San Isidro pide a Carlos 111 el traslado a la iglesia de lo que había sido Colegio Imperial. El edificio era la mejor iglesia de Madrid en apreciación de Antonio Ponz, y había quedado sin culto desde la expulsión de los jesuitas el 2 de abril de 1767. Por otra parte estaba construido en un lugar de fuertes reminiscencias isidriles: la iglesia estaba construida sobre el solar de la casa de los Veras, para los que trabajó el santo, y en cuya casa vivieron los santos labradores, donde construyó una cueva y pozo`. El pozo está situado en el subsuelo de la actual Capilla de la Inmaculada, y sigue siendo perceptible por la humedad que genera. De este modo, quiso la Divina Providencia, que los santos esposos volvieran a casa, de la mano del buen rey Carlos 111, el 'mejor Alcalde de Madrid".



EN LA REAL IGLESIA DE SAN ISIDRO

En efecto, por Real Orden de Carlos 111 se efectúa la traslación de la Real Capilla (le San Isidro a la antigua iglesia de los Padres de la Compañía de Jesús, que desde entonces llevaría el título de Real Iglesia de San Isidro. El Monarca encarga al escultor Isidre) Carnicero una escultura de San Isidro para colocar en el lugar antes ocupado por el Arca, y ordena se mantenga la Capilla , la advocación de San Isidro.

Este hecho histórico tradicionalmente ha sido mal interpretado. Siendo de Patronato Real la Real Capilla de San Isidro, sic, que ordena el Rey es un cambio de dominio a un edificio que satisface mejor las necesidades de su culto. Se trata de su propio patrimonio y por esto no tiene que sultar con el Arzobispo de Toledo ni con la Santa Sede. Consecuencia de la Real Capilla se produce el traslado ( cuerpo incorrupto de San Isidro, así Cont., del archivo, ornamentos, y demás También ordenó el Rey la traslación de la, reliquias de Santa María de la Cabeza le el Oratorio de la Casa Consistorial al o templo, que desde ese momento se denominaría 'Real Iglesia de San Isidro , Santa María de la Cabeza ". En 1767 Carlos 111 había encargado a Ventura Rodríguez la reforma de la iglesia de la Compañía, elaborando las trazas para colocar en su aliar mayor el arca con el cuerpo incorrupto de San Isidro y la urna con las reliquias de Santa María de la Cabeza.

El sábado 4 de febrero de 1769 se efectuó la solemne procesión, que saliendo de la Real Capilla siguió por Puerta de Moros, Cava Baja, Puerta Cerrada, San Justo, Plazuela de] Cordón, Plaza de la Villa, donde se incorporaron las reliquias de Santa María de la Cabeza, Platería y calle de Toledo. Al acto acudieron la Villa de Madrid, el Cabildo de San Isidro, y la Clerecía de todas las parroquias, sus cruces procesionales, cofradías y hermandades con sus insignias, pendones y estandartes. El arca y urna fueron llevados en andas a hombros de cuatro capitulares. Llegados a la Real Iglesia de San Isidro se depositaron la urna y arca en las gradas de la capilla mayor y se cantó un Te Deum en acción de gracias.

Carlos III otorgó nuevas Constituciones al Cabildo de San Isidro en las que declara ser de patronato real la iglesia de San Isidro, aumentando a 24 el número de capitulares. Pío VI concede el 20 de Mayo de 1788 el título de Canónigos a los Capitulares de San Isidro, y a la Real iglesia la denominación de Colegiata. Queda así formada la Real Colegiata de San Isidro, cuyo nombre recuerda la calle por la que tiene su acceso por la puerta del crucero.

A causa de la gran escasez de agua producida en 1780 se ordenó una procesión de rogativa a finales de mayo con los cuerpos de los santos labradores hasta el convento de monjas del Sacramento, y a los once días, después de haber llovido, se les volvió procesionalmente a su casa".

El 15 de febrero de 1788 los príncipes fueron a visitar los sagrados cuerpos a la Real Colegiata. Estando la princesa embarazada, pidió el favor del santo. El 29 de marzo nace el infante D. Carlos, a quien por devoción y profundo agradecimiento le pusieron los nombres de María e Isidro.

Carlos 111 regresó enfermo a Madrid el 1 de diciembre de 1788. Agravándose su mal, le fueron administrados los Santos Sacramentos el día 13 de diciembre. El mismo día pidió llevasen a Palacio el cuerpo de San Isidro y las reliquias de Santa María de la Cabeza. El Conde Campomanes, Juez Protector de la Real Colegiata fue el encargado de organizar la ceremonia. Esa misma mañana acudió a la Real Colegiata el cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, el corregidor de Madrid y el resto de los depositarios de las llaves.

Se formó una procesión que abría un correo de las reales caballerizas a caballo, con un hacha encendida, la comitiva habitual, el arca y urna llevadas a hombros, cerrando los coches de respeto del rey. La carrera que siguieron fue por la calle de Toledo, Puerta Cerrada, calle Sacramento, plazuela de los Consejos, arco y plaza de palacio.

Las reliquias fueron colocadas en la pieza que servía de comedor al rey. A las cuatro de la tarde fueron llevadas las arcas y urna a la cámara del rey, en cuya puerta esperaba el Conde Floridablanca, Primer Ministro. El arca se puso sobre una mesa a los pies de la cama del monarca, a la parte izquierda. Levantada la cubierta, apartaron dos canónigos el paño de seda verde bordado con las armas de Madrid, que se había introducido en el arca en 175181, y después el sudario, quedando a la vista el cuerpo incorrupto del santo. Cuatro capellanes de honor vestidos de sobrepellices, provistos de dos toallas dobladas, levantaron el cuerpo de San Isidro del arca donde estaba depositado, y sacándole de ella, lo acercaron a la cama del rey para que le venerase.

Después pidió Carlos 111 los restos de Santa María de la Cabeza. El canónigo Sr. Rosell abrió el cofre y sacó la cabeza de la Santa y las dos canillas que expresamente había pedido el monarca, quien las veneró con gran devoción. A las 0 horas 40 minutos del 14 de diciembre moría el rey. El día 14 por la mañana sacaron de Palacio las reliquias con el mismo ceremonial que el día anterior.

Fernando VII realiza una vista al cuerpo de San Isidro el 9 de septiembre de 1814, y en 1816, acompañado esta vez de su tercera esposa Isabel de Braganza.

El 7 de mayo de 1829 el Corregidor de Madrid recibe, a las once de la noche, la noticia del agravamiento de la reina doña Josefa Amalia, quien se encontraba en el Real Sitio de Aranjuez, juntamente con el deseo de la traslación del arca y urna. A la una de la noche se encuentra en el camarín donde quebranta las cerraduras y candados del arca de plata de San Isidro, por no haber servido para su apertura las llaves que tenía el Juez Protector, ni ser posible llamar ni dar aviso a otras personas. Igualmente extrajo de la urna de plata el cofre de terciopelo con las reliquias de Santa María de la Cabeza. A las cuatro de la mañana parten para Aranjuez los santos labradores en un coche de colleras escoltado por tropa de caballería 12. El 18 de mayo fallece la reina y el día siguiente retornan el cuerpo de San Isidro y las reliquias de Santa María de la Cabeza, en un faetón, acompañadas de una escolta de voluntarios realistas de caballería, llegando a la Real Colegiata a las 8,15 de la noche.

Reunidos los depositarios de las llaves, se lee el acta de apertura en el Palacio Real de Aranjuez, donde se vieron obligados a quebrantar las cerraduras -esta vez el arca interior- arreglándose posteriormente. El día 20 de mayo verifican el buen estado del cuerpo y reliquias, colocándolas en el altar mayor.

Estando enfermo Fernando VII en 1832, por Real Orden de 17 de septiembre, se expusieron a la pública veneración los restos de los santos labradores, en la Real Colegiata de San Isidro. Estuvieron expuestos desde el 18 de septiembre hasta el 15 de octubre, cuando la salud del monarca se restableció.

La reina gobernadora, María Cristina de Borbón, acudió el 21 de octubre de 1833 para mudar el sudario al santo, poco tiempo después de la muerte de Fernando VII, sumergida en el más profundo dolor, en un acto sin ostentación ni publicidad". Isabel 11 concedió su real permiso el 5 de marzo de 1847 para que nuevamente mudara el sudario la Reina Madre".

Erigida la diócesis de Madrid-Alcalá por Bula "Romani Pontífices" de 7 de marzo de 1885, se establece hasta la terminación de la Catedral de la Almudena, la Catedral provisional en la Real Colegiata de San Isidro. El Cabildo de Canónigos de San Isidro fue suspendido temporalmente, dando origen al Cabildo Catedral de Madrid. Durante esta provisionalidad de más de un siglo, el templo se convirtió en Catedral de San Isidro.

Como Catedral se efectuó en 1896 la exposición del cuerpo de San Isidro, en el altar mayor. El motivo fue pedir al santo la lluvia y el final de la guerra de Cuba. El día 4 de mayo se realizó una procesión, en la que comenzó a llover "generalizándose el temporal en toda España, que dura hasta el día 1U`. Se abrió el arca el 14 de mayo, mudando el sudario. Se reconoció el cuerpo, y esta vez tuvo acceso la prensa. La Ilustración Española y Americana del 22 de mayo de 1896 describe de este modo las sagradas reliquias: "Conservase el cuerpo perfectamente momificado, excepto la frente, parte del cráneo y el maxilar inferior, que presentan el hueso al descubierto. También han desaparecido la parte cartilaginosa de la nariz, el pelo, las orejas y las últimas articulaciones de algunas falanges de los pies y de las manos. Sólo se conserva un diente en la mandíbula inferior. Tiene cerrados los párpados, y es circunstancia notable la de conservar los ojos sin haberse secado.

El cuerpo está en posición supina, desnudo, cruzados los brazos sobre el pecho y dobladas hacia adentro las manos, de manera algo violenta; una ligadura de seda descolorida, abarca los brazos en su punto de enlace.

La cavidad torácica tiene gran desarrollo, y aparece perfectamente cubierta de carne momificada, así como también los brazos, las piernas y los pies. El cuello es alto, grueso, y en él se marcan perfectamente los tendones.

Sobre el ceñidor de que nos hablan los cronistas se ha puesto ahora una mantilla de tisú azul, bordada en oro, con las armas de la Villa.

Mide el cuerpo de San Isidro, en la actitud en que hoy se encuentra, 1, 75 metros de longitud, lo cual indica que el Santo Labrador debía de ser de estatura gigantesca, si se tiene en cuenta la contracción natural de la columna vertebral y de todos los cartílagos articulares".

A la apreciación de estar el cuerpo momificado ha respondido la historiografía posterior con estas consideraciones: "El cuerpo de San Isidro se conserva en un estado excepcional de perfecta conservación, sin que valga decir tampoco que está momificado, porque del examen hecho, lo mismo en tiempos del canónigo Rosell, que el verificado en 14 de mayo de 1896, resulta que el cuerpo del Santo se halla fresco y flexible, y así lo comprobó el entonces excelentísimo e ilustrísimo señor don Jose María de Cos, a la sazón arzobispo-obispo de Madrid Alcalá y después eminentísimo cardenal-arzobispo de Valladolid, al tocar el pecho del Santo y ver cómo en él se hundían sus dedos como en la carne de un cuerpo vivo" .

El día 15 de mayo de 1896 fue visitado por la Reina Regente, María Cristina, acompañada de Alfonso XIII quien también llevó el nombre de Isidro, y las infantas Mercedes y María Teresa. Se colocó el arca en el presbiterio bajo un rico dosel, instalando por primera vez un cristal en el arca. Desde el día 16 hasta el 24 estuvo expuesto a la veneración publica. La prensa de la época calculó que fueron 300.000 las personas que acudieron a visitar al santo.

En 1922, con motivo del tercer centenario de la canonización de San Isidro fue nuevamente expuesto, esta vez en la Capilla de N a Sa de los Dolores, actual Capilla de la Inmaculada.

Durante los días 19, 20 y 21 de julio de 1936 ardió la Catedral de San Isidro, destruyendo casi por completo el edificio. Acabada la guerra civil, cuando todos creían que el cuerpo del santo había desaparecido en el incendio, D. Leopoldo Eijo y Garay, obispo de la diócesis dio testimonio de la ocultación de las reliquias de los santos labradores, el 23 de marzo de 1936, ante el cariz que iban tomando los acontecimientos. Para ello se aprovechó un hueco existente en la pared lindante con el Instituto de San Isidro, dejando en sus lugares las arcas exteriores, por lo que pasó desapercibido para los fieles. El 13 de mayo de 1939 se procedió al descubrimiento de los sagrados restos -que el obispo de Madrid- califico como "el más precioso tesoro de la diócesis 1117. Se llevaron a la Catedral, donde se procedió a la apertura, descerrajando el arca del cuerpo de San Isidro, que permanecía en igual estado que en 1922. Fueron expuestos desde el 14 hasta el 23 de mayo. La urna de Santa María de la Cabeza no pudo abrirse, precintándose con cintas de seda blanca y sello de lacre del obispo. En este estado se encuentra actualmente. Posteriormente se colocaron en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores.

Reconstruido el altar mayor por José Lapallese Bruna, se imitó en madera el arca de los plateros. La urna de plata exterior de Santa María de la Cabeza, no se reconstruyó, por lo que hoy permanecen sus restos en la urna interior del siglo xvii. De este modo volvieron los cuerpos de los santos esposos labradores al lugar en el que fueron colocados en 1769.

Exposiciones más recientes tuvieron lugar en mayo de 1947 para pedir la lluvia en un año de pertinaz sequía, en 1969 en conmemoración del trescientos cincuenta aniversario de la Beatificación de San Isidro y el bicentenario del traslado de su cuerpo a la Real Colegiata de San Isidro, año en el que estuvo expuesto desde el 9 hasta el 20 de Mayo", en 1972 con ocasión del octavo centenario de su tránsito, y en 1982 celebrando el noveno centenario de su nacimiento.

La última apertura fue del 4 al 20 de Mayo 1985, con ocasión del primer centenario de la erección de la diócesis de Madrid-Alcalá. En el Acta de Apertura, a la que acudió el Sr. Arzobispo D. Ángel Suquia, reseña: 'Fueron levantados los precintos del arca y descubierto el sagrado cuerpo ( ... ) No se encontró en él novedad alguna, manteniéndose como reseñan las Actas anteriores. El Acta de Clausura, señala: cubierto el sagrado cuerpo con el sudario, procediéndose al cierre y precintado del arca, estamos a la espera de la 1º apertura del arca del santo dentro de este milenio y sobretodo de este siglo XXI donde celebramos su MILENARIO, siendo por ello una apertura extraordinaria, de momento tenemos 2 seguras una en el 2022 por ser su 4º centenario de canonización y segundo en 2082 por ser su nacimiento hace 1000 años.Curiosidad es que aun no ha sido analizado el ADN y demás pruebas del santo cuerpo como tal con las tecnologías actuales ya que en 1985 apenas había medios. Bendecida la Catedral de la Almudena por S.S. Juan Pablo II el 15 de junio de 1993 fue un mes después de san Isidro, el Cabildo Catedral se trasladó a la nueva sede, junto a las imágenes de los patronos y la primitiva arca del santo, la cofradía tuvo que encargar imágenes propias y recuperando el templo el nombre, según la tradición histórica, de Real Colegiata de San Isidro, que continúa siendo sepulcro definitivo del patrón de Madrid y de su Santa esposad además SM el Rey estudió en el colegio anexo a la colegiata hasta 1954 y se caso un 14 de Mayo de 1962 un día antes de san Isidro...


EL ARCA


Respecto al arca de San Isidro podemos decir que fue llevada a la Exposición del Centenario de la Diócesis de Madrid en el año 1985. Según refiere la ficha del catálogo:
"en 1213, año siguiente de la batalla de las Navas de Tolosa, según narra Bleda en "Vida y milagros de S.Isidro", el Rey, el Arzobispo y el Notario asistieron a la traslación y dedicación del Arca Santa (julio de 1213), donde fue depositado el cuerpo incorrupto de S. Isidro. Se considera este Arca donación real de Alfonso VIII. En ella permaneció el cuerpo del Santo alojado en la Parroquia de S. Andrés de Madrid hasta 1619, fecha en la que, con motivo de la beatificación, la Cofradía de San Eloy de los Plateros de Madrid determinó donar un arca para el cuerpo incorrupto del Beato Isidro en plata y oro, a la que se trasladaron los restos del Santo 1620.
En un primitivo estado, el Arca tenía ocho aldabones, cuatro a cada lado. Por dentro, estuco pintado de barniz encarnado. Por fuera está cubierto de pergamino, y sobre él hay pintura y dibujos realizados con estuco. Figuras pintadas al temple de estilo claramente gótico.
En el espacio frontal, bajo una cenefa deteriorada y recuadros que dejan entrever escudos, aparecen ocho espacios bajo arcos góticos entre columnas del mismo estilo. En ellos se advierten con bastante claridad escenas de la vida del Santo: San Isidro orando en el campo; Iván de Vargas al acecho a caballo y dos ángeles con dos pares de bueyes arando; santa María de la Cabeza llevando la comida a su marido; el Santo dando de comer a un pobre llenando milagrosamente de vianda la olla vacía. En la parte superior del Arca, en las superficies que convergen en el caballete de la misma se advierten pinturas muy deterioradas. El cronista Rosell dice que allí estaba pintada nuestra >Señora con el Niño, y a los pies, el Santo de rodillas. Se perciben otras figuras indescifrables.
En las cabeceras del arca se advierte claramente, en una de ellas, el misterio de la Encarnación del Señor; en la otra, el de la Resurrección, y en los dos planos triángulares que están sobre ellos, dos ángeles, cada uno con un incensario en la mano. Apenas se advierten restauraciones, lo que resulta sorprendente por el estado relativamente bueno en que se encuentra el Arca. Sus medidad 1,10 X 2,25 X 0,83 m. Estos datos figuran en el catálogo de la Exposición.
Por nuestra parte decir que hubo una publicación sobre San Isidro en tiempos de Tarancón que reflejaba documentación de la misma. En los principios de los noventa se trasladó de la casa del Cardenal de Madrid, para ser restaurado en el I.P.H.E . (donde sin duda podrá completar esta documentación, C/ Greco Nº 4 de Madrid, en la ciudad universitaria, al lado de la facultad de Bellas Artes).Tras su restauración se trasladó a su emplazamiento actual en la catedral de la Almudena.
Le sugiero investigar en el archivo historico de la diócesis, pues tal vez siguiendo una buena pista pueda encontrar alguna documentación interesante. Se me ocurre que en el Museo Arqueológico pudiera haber alguna referencia, al ser esta una pieza única.




Capilla de San Isidro Labrador en la Catedral

La capilla central de la girola, alberga el recuerdo del Patrón de Madrid, San Isidro y su esposa, Santa María de la Cabeza, que vivieron en el Madrid del siglo x111. Sus sagrados restos, descansan desde 1760 en el Altar Mayor de la Real Colegiada de San Isidro, que fuese Catedral hasta la consagración de Santa María la Real de la Almudena, de la que los santos eran fervientes devotos.

Ocupa el centro de la capilla, el famoso arcón funerario que contuvo el cuerpo incorrupto del Patrón, del siglo XIII, anteriormente en la Parroquia de San Andrés.

Es de madera de pino revestido de cuero estucado y coloreado al óleo con escenas de la vida del Santo, entre arcos góticos, típicos de los siglos XIII-XIV, emparentados con los miniados de las Cantigas de Alfonso X el Sabio.

Llegó a la Catedral desde el Palacio Arzobispal, tras una minuciosa restauración llevada a cabo por doña María Dolores Fuertes. Esta pieza de arte funerario obtuvo el Diploma de Honor con Medalla de Oro, durante la Exposición Hispano Americana, celebrada en Madrid en 1829, donde se encontraba formando parte del pabellón de España.

Tras él, bajo la vidriera que representa el famoso milagro en el que los ángeles araban los campos mientras Isidro oraba, podremos contemplar el fabuloso cuadro El Milagro del Pozo, obra maestra de Alonso Cano, realizado para coronar el retablo de la Iglesia de Santa María, pasando a los

depósitos del Museo del Prado, tras la Desamortización de Mendizábal.

A cada lado de la vidriera, sobre pedestales situados a media altura de la capilla, se encuentran las imágenes barrocas de los Santos Labradores, de Villabrille y Ron, realizadas en el siglo XVIII, por encargo del Ayuntamiento de Madrid. Llegados procesionalmente desde la Real Colegiata, el 10 de junio de 1993, acompañando a la Virgen de la Almudena y al Cabildo Catedral.

El Papa Gregorio XV canonizó el 12 de marzo de 1622 a San Isidro y Benedicto XIV a su esposa, patronos de los agricultores españoles por decisión de Juan XXIII.

En 1998 se instalaron a cada lado del recinto, en los muros laterales, tres panteones en mármol blanco de estilo neoclásico, destinados a los enterramientos de los cardenales madrileños que así lo deseen.






Extracto de la verdadera Casa de San Isidro en la Morería

Por Emilio Lujan Álvarez

La casa de Los Lujanes de la Morería, la llevó en dote Leonor de Vargas descendiente de Ivan de Vargas
“amo” de San Isidro, cuando casó con Pedro de Luján, hijo de Catalina Jiménez de Luján.
La tradición reconoce que en esta casa vivió San Isidro Labrador con su mujer María y con su hijo Ivan.
En ella existió un pozo en donde cayó el hijo Ivan de los brazos de su madre ahogándose.
Cuenta también la tradición y así se reconoció en los procesos de beatificación del Santo, que al llegar Isidro del campo y ver el suceso, oró, y las aguas del pozo subieron hasta depositar al hijo vivo y a salvo.

Este suceso ocurrió como he dicho en las casas de la Morería, que estaban en la Plaza de la Paja donde hoy esta situado el colegio de San Ildefonso.
Dentro del Colegio, en el centro del patio, se conservó el pozo hasta hace solamente quince años en que se cejó porque era un peligro para los colegiales.

Después de la Beatificación del Santo, a principios del siglo XVII y pasadas las fiestas que hubo en Madrid por este hecho, llegó la resaca y el pueblo madrileño fue dedicándole menos tiempo al “tema” San Isidro, olvidando detalles de la tradición.
La casa de Lujanes de la Morería fue derribada a finales del XVII, para ser reformada.
Para los intereses personales de sus dueños (Lujanes), no era bueno que se relacionara su casa con los Vargas y ocultaron este hecho y con ello la historia de San Isidro vivida en ella.

A finales del siglo XVIII , nadie se acordaba de que San Isidro había vivido en la Casa de la Morería.
Una reforma en la Casa de Lujanes de San Andrés, la situada al lado de la Iglesia del mismo nombre, (también llamada casa de los Condes de Paredes) descubrió algunos indicios de un antiguo aposento que el dueño de la casa Fadrique Enriquez de Luján adjudicó enseguida a San Isidro.

En los procesos de beatificación del Santo también se había referenciado a la casa de Lujanes de San Andrés como uno de los sitios donde podía haber vivido. Incluso Jerónimo de Quintana lo había comentado en su libro sobre la historia de Madrid.

Fadrique Enríquez de Luján, hombre influyente y gran devoto del Santo Labrador, extendió su hallazgo y los madrileños volvieron a interesarse por Isidro.

Si la tradición decía que San Isidro había vivido el la Morería, al estar la Casa de San Andrés cerca de la Morería, La de San Andrés es la Casa de Isidro.

Si en la casa de Isidro había un pozo donde ocurrió el milagro, el pozo de San Andrés es el del milagro.

Si donde vivió San Isidro había pertenecido a los Vargas, la casa de San Andrés perteneció a los Vargas.

Con estos y otros criterios parecidos se proporcionó a la Casa de Lujanes de San Andrés (otros Casa de los Condes de Paredes) atributos que nunca tuvo.
Y aparecieron nombres tan curiosos como Casa de los Vargas-Luján, Casa de los Vargas–Enriquez, etc.
Y se construyó un museo dedicado al Santo Isidro.
Y se colocaron carteles de “Palacio de los Vargas” en libros y folletos.
Y otro encima del pozo de San Andrés donde se lee “este es el pozo del milagro….”
Y los madrileños se pusieron a tomar agua milagrosa de un pozo que Isidro nunca vio construido varios siglos después de su muerte.

Texto completo extraído de archimadrid