sábado, 5 de febrero de 2011

Portada barroca del Monte de Piedad



El Monte de Piedad de Madrid fue fundado en 1702 por Francisco Piquer, capellán del convento de las Descalzas Reales, el cual, depositó simbólicamente en una cajita un real de plata como inicio del capital fundacional. Sin embargo, la auténtica fundación no llega hasta 1724, año en el que el rey don Felipe V le concedió un edificio enfrente del convento que contenía un bello arco que comunicaba ambos.





El edificio tenía una capilla para la cual Pedro de Ribera construyó la bella portada barroca en 1733.
El edificio se derribó en la década de los 60 por Caja de Ahorros y Monte de Piedad del edificio para construir uno nuevo, en el que se puso en su parte trasera la portada que sigue con nosotros en la actualidad.








El edificio contaba con dos portadas. La de la derecha, plateresca y menos aparatosa, de granito, suma dos cuerpos sobre columnas jónicas estriadas en cada cuerpo, el segundo de los cuales está coronado por un frontis con las armas reales, sobre el cual había diferentes figuras.




La de la izquierda, es la portada de Ribera, que amplifica su barroquismo con elementos geométricos, medallón enrejado, ventanal y hornacina con aire de tabernáculo. La entrada está flanqueada por dos estípites de orden rústico y coronada por dos toscas figuras angélicas.




El edificio del Monte de Piedad y Caja de Ahorros ha sufrido varias modificaciones y ampliaciones.







Fuente de las fotos antiguas: Urbanity

jueves, 3 de febrero de 2011

Mercado de Olavide



El mercado de Olavide se encontraba en la plaza del mismo nombre, que por cierto, nombre de la plaza que se intentó cambiar en dos ocasiones, una en 1850 cuando se le impone el nombre de plaza de la Princesa y más tarde por plaza Industrial, aunque en 1874 se volvió al nombre original de plaza de Olavide.
En 1875 se colocaron en la plaza, siguiendo la línea de la calle Trafalgar, dos crujías de hierro, con la cubierta de zinc, que se trasladaron desde el mercado de la Cebada, donde habían servido para la venta al por mayor de fruta. Estas cobijaron los puestos ambulantes que se instalaban en la plaza diariamente, formando un famoso mercado al aire libre, y así estuvo hasta 1931, año en que se empezó a construir el edificio.


En 1931 el Ayuntamiento encargó al arquitecto municipal Francisco Javier Ferrero Llusía el edificio octogonal para cumplir la función de mercado.
El edificio era de forma poligonal, constituido por una serie de prismas octogonales que se iban escalonando, hasta concluir en un gran patio central, último prisma que aseguraba la ventilación cruzada. El edificio estaba construido en hierro y hormigón y su aspecto era ligero. El arquitecto no había querido, según sus propias palabras, levantar soberbios elementos arquitectónicos sobre los puestos de lechugas, sino hacer un estudio racional sobre las necesidades de higiene y comodidad que este tipo de edificios requería. El mercado se inauguraba en 1934.
Para ello jugó sus cartas de manera que la estética emanase de su propia esencia. No era un edificio que asombrara por su espectacularidad, sin embargo, Madrid no podía permitirse el lujo de perder uno de los más importantes ejemplos de la concepción arquitectónica de esos años.
La voladura del mercado de Olavide levantó fuertes controversias. Se intentó salvarlo, invocando su valor histórico de testimonio de una época y la innecesariedad de su destrucción, aunque desapareciera su fin utilitario. Se proyectaron nuevos complejos urbanísticos, respetando el edificio, pero todo fue inútil, el Ayuntamiento, con Miguel Ángel García Lomas como alcalde, ordenó su destrucción, desoyendo las indignadas voces y el sentir del barrio.
El Colegio de Arquitectos mantuvo una loable lucha dialéctica con el Ayuntamiento, incluso en marzo de 1972, la Revista de Arquitectura publicó un artículo en el que intentaba dar soluciones al problema candente de la destrucción o no destrucción del mercado. Era un proyecto firmado por los arquitectos Araujo, Balbín, Espejel y Navarra, donde se pretendía salvar el edificio que el Ayuntamiento pretendía, y, desposeído de su finalidad propia, proporcionarle otro cometido, haciéndole acoger salas de exposiciones, terrazas de bares o puestos de flores. No prosperó, como ya sabemos. El 2 de noviembre de 1974, el mercado de Olavide saltó por los aires.





En su lugar quedó de nuevo libre el inmenso espacio que ocupa hoy la plaza de Olavide y de la que hablaremos en otro momento en este blog.
Mi abuelo trabajaba en una pequeña peluquería en la calle de Santa Engracia muy cerquita de la glorieta del Pintor Sorolla. Muchas días al atardecer nos acercábamos hasta allí a buscarle a la salida del trabajo y luego entrar en algún bar de las calles adyacentes a Olavide a tomar unas cañitas. Mientras los mayores se tomaban el aperitivo, los que éramos pequeños jugábamos cerca del mercado. Unos años después, toda mi panda estábamos pendientes aquél 2 de noviembre a la voladura con dinamita del edificio que tantos años había sido lugar que visitaron todos los habitantes del barrio. Un tremendo estruendo que nunca olvidaré se oyó durante un momento, que se repetía mientras el eco iba chocando contra los edificios cercanos. Allí volaron además del mercado, cristales, cerámicas de alguna fachada y cornisas. Para mí, en aquella época había sido todo un éxito. Ahora para ir de un lado a otro, no tenía que bordear el mercado, iba en línea recta atravesando la plaza, aunque al principio era tan sosa, solitaria y fría, que a veces me daba miedo cruzar.

martes, 1 de febrero de 2011

Edificio Villanueva (Museo del Prado)




El Edificio Villanueva es la sede del Museo del Prado, una de las mejores pinacotecas del mundo. Pero miremos un poco hacia atrás para descubrir como era el lugar antes de su existencia.

Existían un conjunto de solares y prados silvestres situados alrededor del Monasterio de San Jerónimo el Real, llamado el Prado de los Jerónimos. Cercanos a estos, había otras dos zonas designadas como prados llamados el de Recoletos Agustinos y el de Atocha, y al conjunto de todos se le conocía popularmente como Prado Viejo.
En 1570 bajo el reinado de Felipe II tiene lugar la primera reforma urbanística de Prado Viejo, una vez que se había establecido la Corte en Madrid. Consistía en alinear las manzanas orientales de la ciudad para la creación de una zona de recreo y esparcimiento para el pueblo, alrededor del antiguo cauce desaparecido del arroyo del Olivar, llamado también de la Fuente Castellana. Se plantó una arboleda longitudinal que marcaba la línea divisoria entre las casas de la ciudad y los recintos monarcales ubicados al otro lado de Prado Viejo, donde más tarde en el siglo XVII fue construido el Palacio del Buen Retiro. Fijaos como vamos conociendo de donde vienen los nombres de los paseos y calles actuales como el paseo de Recoletos, Paseo de la Castellana, Paseo del Prado, Atocha, etc.

Durante el reinado de Carlos III, Prado Viejo a pesar de ser un paseo muy popular, había caído en un estado lamentable de abandono y ya no cumplía su principal función de un sitio de esparcimiento. Fue cuando se ideó una gran reforma a la que se llamó el Salón del Prado. Esta reforma consistía en convertir la zona arbolada en un paseo con jardines y fuentes, idea promovida por el Conde de Aranda, que trató de integrar mediante la creación de un espacio en forma de circo-agonal limitado y embellecido por fuentes y vías arboladas, el espacio que existía entre la ciudad y el conjunto palatino del Buen Retiro. A partir de ese momento vinieron las grandes fuentes como Cibeles, Neptuno, Apolo y la Alcachofa, y se construyeron espacios y edificios de importancia de los que hablaremos cuando dediquemos un post al Salón del Prado, como el Observatorio Astronómico, el Jardín Botánico o el Edificio Villanueva, en el cual nos quedamos.

El Edificio Villanueva fue concebido para el Real Gabinete de Historia Natural (más tarde Museo de Ciencias Naturales) y toma su nombre del arquitecto que lo diseñó, Juan de Villanueva. Su construcción comenzó en 1785 y en 1808, cuando llegó la invasión napoleónica, el edificio que estaba a medio construir, quedó destrozado al usarse como cuartel y fábrica de balas, para las que se usaron las cubiertas de plomo de los tejados.
A partir de 1818 gracias al interés de Fernando VII y sobre todo de su segunda esposa Isabel de Braganza, se inicia la recuperación del edificio sobre la base de nuevos diseños del propio Villanueva que fueron seguidos a su muerte por su discípulo Antonio López Aguado.

El 19 de noviembre de 1819 se inauguraba el edificio como Museo Real de Pinturas que mostraba las mejores piezas de las Colecciones Reales Españolas, que fueron trasladadas de los Reales Sitios, y que contaba con 311 cuadros expuestos en tres salas, todos ellos de la escuela española. La mayoría de obras de arte requisadas desde la Desamortización de Mendizábal en 1836, fueron llevadas al Museo de la Trinidad, y fueron incorporándose al Museo poco a poco hasta la absorción completa por el Museo del Prado en 1872.



Edificio Villanueva


El cuerpo central tiene un gran pórtico compuesto por seis columnas de orden toscano, un entablamento, una cornisa y un ático que lo remata. Esta fachada es el acceso principal, orientado hacia el Paseo del Prado y no tiene sobre la columnata el típico frontón triangular, sino uno rectangular adornado por un friso escultórico obra de Ramón Barba, que representa una alegoría del rey Fernando VII como protector de las ciencias, las artes y la técnica.






En su cara posterior, esta sección con forma basilical, termina en forma absidial. Las dos galerías laterales tienen dos plantas en altura. La inferior con unos ventanales profundos y alargados que acaban en arco de medio punto y la superior con una galería de columnas jónicas. Existe una planta retranqueada más, que es obra actual.





Frente a la fachada principal está ubicado el Monumento a Velázquez, obra del escultor Aniceto Marinas y con pedestal de Vicente Lampérez.





La fachada norte presenta un pórtico con dos columnas jónicas y sobre ellas un entablamento liso que antiguamente contenía un grupo escultórico. Esta fachada correspondía a la segunda planta del edificio. Cuando se construyó, la primera planta, por ese lado, quedaba bajo el nivel del terreno, que por aquella época bajaba una pequeña cuesta hasta el Paseo del Prado. Más tarde se desmontó ese nivel hasta ponerlo a la misma altura que el resto del edificio, construyéndose una escalinata que da acceso al edificio actual.


foto de Urbanity






La fachada sur, frente al Jardín Botánico en la plaza de Murillo, está formada por un vano adintelado, de acceso al interior con una galería de seis columnas de orden corintio sobre las que se apoya un entablamento.





Algunas joyas del Museo


Fuente de esta foto: Web del Museo del Prado











































lunes, 31 de enero de 2011

Hotel Tryp Cibeles



Edificio que fue el antiguo Hotel Alfonso XIII y más tarde el Hotel Avenida, en la actualidad alberga el Hotel Tryp Cibeles. El edificio fue construido por el arquitecto Jose Yarnoz Larrosa como edificio de viviendas entre 1921 y 1924, en el número 34 de la Gran Vía madrileña. En 1925 para su adaptación como hotel, fue reformado por Antonio Palacios, siendo inaugurado en 1929 con el nombre de Hotel Alfonso XIII, pasando a llamarse en poco tiempo como Hotel Avenida.





Palacios cambió la orientación de las habitaciones del proyecto original, disponiéndolas en torno a un patio central. La fachada fue lo que más se modificó, incluyendo pilares de orden gigante y miradores de hierro y cristal para dotar al conjunto de una gran monumentalidad. Hoy día el edificio es el Hotel Tryp Cibeles.



lunes, 24 de enero de 2011

Trivial Madrid 17




SOLUCIONADO

Pues efectivamente era la portada barroca de Pedro de Ribera del Cuartel del Conde Duque. Puntos para Antonio


J.J. Guerra Esetena = 27
Samantha = 27
Antonioiraizoz = 13
Luisso = 5
Pablo = 5
Mercedes = 3

sábado, 22 de enero de 2011

Edificio de la Sede del Banco de Bilbao



El edificio de la Sede del Banco de Bilbao en la calle de Alcalá, es obra de arquitecto Ricardo Bastida y Bilbao, cuyo proyecto salió ganador en un concurso público en 1919. Tiene una fachada convexa y simétrica, compuesta por columnas, capiteles y entablamentos de órdenes clásicos gigantes, imitando a Antonio Palacios y Otamendi que ya habían proyectado el edificio para el Banco Central en la misma calle de Alcalá.





Las cuatro esculturas de los dos torreones, están construidas en mármol italiano por Quintín de la Torre, mientras que las dos monumentales, emblemáticas y famosísimas cuádrigas, son obra de Higinio de Basterra. Fueron fundidas en latón dorado con paños de oro, pero recubiertas con pintura negra en la Guerra Civil.
Todos tenemos en la mente la imágenes de Carmen Maura cuando se descolgaba sobre ellas en la película de Alex de la Iglesia, La Comunidad.
Actualmente el edificio es propiedad del BBVA (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria)










jueves, 20 de enero de 2011

Fuente de la Fama




La Fuente de la Fama es una obra de Pedro de Ribera en estilo churrigueresco construida en el segundo tercio del siglo XVIII. Fue un encargo de Felipe V para adornar la Villa y mejorar los suministros de agua y hay que contar como anécdota que en el momento de su inauguración, se instaló un letrero a petición popular que decía: Deo volente, rege survente et populo contribuiente, se hizo esta fuente (Dios lo quiso, el rey lo mandó y el pueblo lo pagó). Esto fue debido a que se financió con una subida de impuestos.

La fuente fue colocada en la plaza de Antón Martín, después estuvo en el Parque del Oeste y en 1941 quedó en su emplazamiento actual, los jardines del Arquitecto Ribera (Plaza de Barceló) y justo detrás del antiguo Hospicio de San Fernando, también obra de Pedro de Ribera.

La fuente en su ubicación original de la plaza de Antón Martín
Fuente de esta foto: Urbanity



La fuente cuando estaba en el Parque del Oeste
fuente de esta foto: R. Pando



La fuente en su ubicación actual en los Jardines del Arquitecto Ribera







La fuente está construida en piedra berroqueña y los grupos escultóricos en piedra caliza de Colmenar de Oreja. La fuente consiste en un pilón en forma de trébol de cuatro hojas que contiene una estructura de piedra que en su parte inferior tiene cuatro delfines mitológicos sobre unos pequeños pedestales o bases que tienen un arco por el que circula el agua. La pilastra sigue ornamentada con hornacinas con floreros y escudos, y las esculturas de cuatro niños que sujetan cada uno una concha invertida.







Remata la fuente una Victoria alada que blande una trompeta. Esta figura muestra un insinuante movimiento, simbolizando que, a pesar del triunfo (ejemplificado por la trompeta), la fama no perdura.






Aunque he conocido durante toda mi vida la fuente en ese lugar, a mí no me convence el sitio elegido y la verdad es que me gustarían otros lugares de la ciudad para su ubicación. Cuantas veces habré trepado por ella cuando era pequeño...
Las fotos son actuales y reflejan el estado en que se encuentran sus alrededores. Imagino que una vez que acaben las obras de la zona, la fuente lucirá de otra manera. En ese momento, cuando los delfines vuelvan a expulsar sus chorros de agua y esté lleno el pilón, actualizaré las fotografías.

martes, 18 de enero de 2011

Monumento a Sor Juana Inés de la Cruz



En los jardines en la calle de Ferraz muy cerca del Templo de Debod, se encuentra desde 1981 el monumento a Sor Juana Inés de la Cruz, obra del escultor cántabro Enrique Fernández Criach, escultor que reside en México y que recibió el encargo de un grupo de mexicanos residentes en Madrid para la realización de este monumento que rinde homenaje a la escritora y dramaturga. El bronce fue fundido en Madrid por el escultor y fundidor José Luis Fernández.




Esta estatua es una réplica de la que tiene en la ciudad de México D.F. y fue donada por el Claustro Sor Juana Inés de la Cruz. Se encuentra en los jardines de la calle Ferraz colindantes al Parque del Oeste y consiste en una estatua de bronce que representa a la mística y poetisa vestida con los hábitos y un rosario, sentada en una silla y en posición de escribir. La estatua se encuentra sobre un pedestal de granito.





La estatua está aquí desde 1995, ya que antes se ubicaba frente a la Rosaleda en el mismo parque del Oeste. Viendo la expresión y el modelado nos daremos cuenta que tiene poco valor artístico y que más parece que lleva una máscara de carnaval que un rostro humano. La estatua se encuentra entre unos setos de un sitio tranquilo del parque que tampoco ayuda a su lucimiento.

viernes, 14 de enero de 2011

La sombra blanca del faraón



Era una noche cerrada del 21 de diciembre del año 2009, justo la noche que tanto nevó en la ciudad de Madrid. Yo sabía que nevaría esa noche, pues todos los medios de comunicación lo habían avanzado ya. Alerta en Madrid por bajas temperaturas, alerta por nevadas de 12 centímetros, todas las máquinas quitanieves preparadas y activado el nivel 1 de emergencia en la capital. Era la noche idea para salir con mi cámara a captar la nevada. En ningún momento pensé a donde ir, no se me había ocurrido el lugar donde acudir, pensé que cualquier lugar que tuviera árboles y césped, un parque quizás, pero cual?, el Retiro lo cierran de noche y a la Casa de Campo no se me ocurre ir a esas horas. Sin saber motivo alguno, cuando me quise dar cuenta, había llegado al Parque del Oeste y estaba frente al Templo de Debod. No era muy tarde y andaba alguna que otra pareja y algún que otro corredor nocturno.
Miraba hacia el cielo y estaba perfecto, gris blanquecino y totalmente cubierto, pero no caía nada. Me dispuse a pasear un rato. A pesar de llevar gorro, guantes y una bufanda, se me estaban congelando las orejas y la nariz. Así que me tapé bien con el gorro las orejas y subí mi bufanda hasta los ojos. Cada vez anochecía más y volvía a tener frío en la nariz, ya al fumarme un cigarrillo volví a dejar la bufanda a la altura del cuello. De pronto me paré frente al Templo, he estado tantas veces que no me había dado cuenta, estaba precioso. Su silueta se reflejaba en el agua del estanque y los focos que le ilumina perfilaba su estructura perfecta en el telón oscuro de la noche. Cogí mi cámara y me agaché junto al borde del estanque, ajusté mi cámara y le hice una foto que es la que he puesto siempre que hablo de él. Estuve así durante algunos minutos, enfocaba, ajustaba y disparaba. En ese instante me di cuenta que ya no tenía frío, estaba ardiendo y me sobraba el gorro y la bufanda, tampoco me di cuenta que ya estaban cayendo copos lentamente y estaba bajo una cortina de nieve que caía pausadamente a mi alrededor. Me da mucha rabia la nieve cuando se te mete por el cuello y me dispuse a ponerme bien la bufanda y extender la capucha de mi cazadora por encima del gorro que llevaba. Me dio miedo que se mojara el objetivo de la cámara y me puse a taparla y guardarla. Una vez hecho todo esto, me quedé de pie mirando a mi alrededor, estaba solo, no había ni un alma, ninguna pareja, nadie con su perro, nadie corriendo. Me he quedado solo, pensé. No me extraña, con esta nevada se ha ido todo el mundo y yo voy a cogerme una pulmonía. Algo me hizo mirar al Templo de nuevo y algo me extrañó... Que raro... no había vigilante alguno en la puerta. Otras veces que he estado haciendo fotos, luego he tenido que utilizar el photoshop para quitar la figura del vigilante de la puerta. Me quedé mirando fijamente porque noté algo raro. Una especie de humo blanquecino salía de la puerta muy lentamente, un humo que parecía que pesara, ya que iba hacia el suelo y parecía arrastrarse hacia adelante poco a poco. Que pasará, me pregunté. Se estará quemando algo dentro?, y si el vigilante está en apuros y por eso no está, o lo que es peor, y si no hay nadie y se quema el Templo?, no, no puede ser, es de piedra y no hay olor a quemado. El humo continuaba avanzando hacia las dos puertas que complementan el monumento, es como si siguiera un camino, sin elevarse hacia el cielo, a ras del suelo. Estaba petrificado, me dí cuenta que llevaba un rato parado si dar ni un paso y me moría de calor. Volví a mirar a mi alrededor, no sabía que hacer, cuando de pronto... volví a fijar la mirada en el templo y todo el centro del estanque se había convertido en una especie de manto de humo que andaba desde el Templo atravesando las dos puertas egipcias. No podía andar, me había quedado como clavado en el suelo. El humo empezaba a avanzar en mi dirección. Saqué la cámara de nuevo y saqué una fotografía, pero según la hice y miré a la pantalla, solo se veía el Templo como siempre, ni rastro de humo. En ese momento se apagaron las luces del templo y todo quedó a oscuras. Utilicé mi cámara de nuevo, esta vez con flash, pero salía todo negro. En ese momento nevaba mucho, y a pesar de tener calor, tenía las manos congeladas y me dispuse a guardar la cámara y salir pitando de allí, pero antes quería hacer más fotos y saqué la cámara otra vez. Disparaba y disparaba, ya ni enfocaba, aunque luego cuando saqué la tarjeta en mi casa no había salido ninguna foto. Solo una, la que saqué con flash antes de que se apagaran las luces y cuando el humo andaba tímidamente entre las puertas.





Una vez más miré hacia atrás, pero no veía nada. Así que seguí mi camino con pasos firmes pero lentos. Fue entonces cuando oí aquél ruido, como cuando arrastras un hierro por el asfalto, no sé, algo metálico y seco, y entonces sucedió lo único que me asustó. Mi nombre, alguien pronunció mi nombre y sonó en todo el parque.
!Bélok!, una voz grave estaba diciendo mi nombre. Me dí media vuelta de nuevo y me quedé horrorizado, el Templo estaba de nuevo iluminado, pero no con la luz habitual de los focos, no, era un color que provenía del humo, todo se había vuelto gris, como cuando te metes en un banco de niebla, pero con mucha luz. Ahora no veía nada a mi alrededor, solo veía el Templo, lo demás era todo gris y oscuro, muy oscuro. Me moría de miedo, pensaba que estaba soñando y que me despertaría en cualquier momento y sabía también que nadie me creería si contaba lo que estaba viendo. Entonces le vi, caminaba hacia mí desde el medio del estanque. Llevaba un traje azul con rayas doradas, algo que le cubría la cabeza y una especie de bastón en la mano. Estaba aterrado, no se hundía en el agua, era como si levitara o caminara sobre ella. Medía más de dos metros y la luz que le rodeaba era dorada y deslumbrante. Volvió a decir mi nombre, pero esta vez mi nombre de pila, mi nombre verdadero. Yo no sabía que hacer ni que decir. Estaba a menos de cinco metros de mí y avanzaba muy despacio. Según se acercaba, yo daba un paso hacia atrás. Me daba miedo, no veía nada más que oscuridad detrás de mí y no sabía que podía pisar, pero tampoco apartaba mi mirada de él. Una vez que le tuve junto a mí, levantó su mano y me la puso en el hombro. Llevaba un enorme anillo del que todavía siento su frialdad sobre mi cuello. Entonces me habló, con voz grave y rotunda...
-¿No te han dicho que aquí no se puede hacer fotos?
Coño!!, Hay acaso algún papiro en la entrada que diga que está prohibido hacer fotos?. ¿Es que la restauración de tu casa no la hemos pagado entre todos?, ¿es que la luz que ilumina tu templo no hay que pagarla?.
Desde entonces sé que la prohibición de hacer fotos a los templos, viene de la época de los egipcios.