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sábado, 5 de febrero de 2011

Portada barroca del Monte de Piedad



El Monte de Piedad de Madrid fue fundado en 1702 por Francisco Piquer, capellán del convento de las Descalzas Reales, el cual, depositó simbólicamente en una cajita un real de plata como inicio del capital fundacional. Sin embargo, la auténtica fundación no llega hasta 1724, año en el que el rey don Felipe V le concedió un edificio enfrente del convento que contenía un bello arco que comunicaba ambos.





El edificio tenía una capilla para la cual Pedro de Ribera construyó la bella portada barroca en 1733.
El edificio se derribó en la década de los 60 por Caja de Ahorros y Monte de Piedad del edificio para construir uno nuevo, en el que se puso en su parte trasera la portada que sigue con nosotros en la actualidad.








El edificio contaba con dos portadas. La de la derecha, plateresca y menos aparatosa, de granito, suma dos cuerpos sobre columnas jónicas estriadas en cada cuerpo, el segundo de los cuales está coronado por un frontis con las armas reales, sobre el cual había diferentes figuras.




La de la izquierda, es la portada de Ribera, que amplifica su barroquismo con elementos geométricos, medallón enrejado, ventanal y hornacina con aire de tabernáculo. La entrada está flanqueada por dos estípites de orden rústico y coronada por dos toscas figuras angélicas.




El edificio del Monte de Piedad y Caja de Ahorros ha sufrido varias modificaciones y ampliaciones.







Fuente de las fotos antiguas: Urbanity

lunes, 3 de enero de 2011

Iglesia de Santa María



La iglesia de Santa María (antecesora de la catedral de la Almudena) era uno de los diez templos madrileños del recién conquistado Madrid en el Fuero de 1202 y el más histórico de todos, por haber sido la mezquita de la alcazaba musulmana. Es muy posible que la mezquita de la almudayna se asentara sobre una antigua iglesia visigótica, pero hablemos del edificio que casi llegó hasta nosotros.


La mezcla de estilos y pequeñas partes adjuntas, nos puede recordar al conjunto de San Pedro el Viejo



Era un edificio de modestas proporciones, probablemente de estilo gótico con influencias mudéjares. Fue rehecho y restaurado multitud de veces, con lo que perdió toda pista de su estilo original, pero nunca debió de ser una construcción con la suficiente monumentalidad para considerarla como posible catedral de Madrid. Hubo intentos de ello en la época del Emperador Carlos, Felipe III y doña Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, y Felipe V, pero siempre se encontró con la oposición del Arzobispado de Toledo, que por miedo a perder las numerosas rentas y poder que le daba Madrid, siempre se opuso a estas aspiraciones. A lo que más se llegó fue a mejorar los cimientos de la capilla mayor, labrar un nuevo retablo, una bóveda y un camarín a Nuestra Señora, dorando toda la iglesia sobre el yeso.

Pero por muy modesta que fuera la iglesia, en ella harían su primera entrada los monarcas de España y de ella la coronada Villa sacaba sus procesiones. Allí se hacían las rogativas y públicos clamores por todas las religiones y tribunales.

Destacaba la capilla gótica de Santa Ana, con adornos platerescos y que se asemejaba algo a la Capilla del Obispo en la iglesia de San Andrés. Rematando el altar mayor se encontraba el lienzo de Alonso Cano, el Milagro del Pozo de San Isidro, cuadro que se encuentra actualmente en el Museo del Prado. Los techos y bóvedas del templo tenían pinturas de Diego Polo y de Eugenio Caxes.


Pegada a la torre podemos ver la capilla de Santa Ana, muy similar a la Capilla del Obispo



vista interior desde el coro en la imagen de una maqueta, donde podemos imaginar la cúpula



otra vista donde se puede ver el retablo mayor



En 1782, Ventura Rodríguez revistió su interior con casetones y dio a su exterior un aire neoclásico. Esta iglesia seguramente fue la primera de Madrid en que se predicó el Evangelio y ya había servido de mezquita en la dominación de los árabes. Fue el rey Alfonso VI el que convertiría la mezquita dedicada a la Virgen de la Almudena. En época de Felipe III llegó a tener hasta las bulas para hacerla Colegiata, pero nunca pasó de ser la iglesia mayor de la Villa.


exterior revestido por Ventura Rodríguez en estilo neoclásico. Podemos ver que la portada estaría compuesta por una entrada con arco de medio punto flanqueadas por pilastras sujetando un entablamento que sopota un frontón. Entre este y la puerta un gran óculo



La iglesia de Santa María fue derribada en 1868 para ensanchar las calles Bailén y Mayor.




En este templo se encontraba como titular un cuadro de Nuestra Señora de la Flor de Lys, cuadro que se encuentra en la actualidad en la Cripta de la Almudena. A dicho cuadro le sustituyó la imagen de la Virgen de la Almudena. Para saber más sobre la historia de estas imágenes y de la nueva catedral, os aconsejo leer los artículos que dedicamos en su momento a la Virgen de la Almudena, la Cripta y la Catedral.



Artículos relacionados:

- Catedral de la Almudena

- Cripta de la Almudena

- Virgen de la Almudena

lunes, 20 de diciembre de 2010

Las Reales Caballerizas




La Real Caballeriza Regalada, se encontraba entre la "calle Nueva que va al Palacio", o lo que es igual, más tarde calle Bailén, y por el otro lado "el Camino que sube al Palacio Nuevo", más tarde Paseo de San Vicente. Fue un enorme edificio que constituía un verdadero pueblo, con patios extensos, plazas, galerías o cuadras, fuentes de agua potable, farmacia y botiquín, cocheras y habitaciones para quinientos empleados, y una pequeña capilla dedicada a San Antonio Abad.

El antiguo Alcázar ya tuvo sus propias caballerizas reales, que se encontraban justo en el extremo opuesto de las del Palacio Real. Fueron construidas entre 1556 y 1564 a instancias de Felipe II por Gaspar de la Vega y se encontraban entre la Plaza de la Armería y la Cuesta de la Vega, y desaparecieron con el incendio del Alcázar en 1734. En 1894 se derribó lo que quedaba de edificio y en su lugar se construyó la Cripta de la Almudena y más tarde la Catedral.

Las nuevas caballerizas las encargó Carlos III al arquitecto Francisco Sabatini y se construyeron entre 1782 y 1789. Era tal la magnitud de esta construcción, que sus muros rebasaban en longitud con creces los del Palacio. En 1830 se levanta el "Cocherón", una gran construcción rectangular destinada a cocheras de la Real Caballeriza, que podía albergar hasta 100 coches.


vista de las Caballerizas desde la Plaza de España



otra vista, en esta ocasión desde el lado contrario en la Plaza de Oriente




Durante la Segunda República se decide derribar el edificio y en 1934 el derribo estaba concluido para devolver la idea original del proyecto del Palacio y construir los jardines originales que ideó Sacchetti.


las Caballerizas durante su derribo







Imágenes aéreas de las Caballerizas. En la primera podemos ver muchas cosas interesantes aparte de las Caballerizas: El Cuartel de San Gil en lo que luego se instalará el Templo de Debod, las casas que se derribarían para la Gran Vía, la Plaza España, el espacio que ocupará la iglesia de Santa Teresa y San José, la casa Gallardo y la Compañía Asturiana de Minas, las casas que existían en lo que luego se convertiría en los solares de el Edificio España y la Torre de Madrid. Mirando con atención, se pueden ver muchos más detalles.








Fuente de las fotos: Urbanity

lunes, 15 de noviembre de 2010

Real Basílica de San Francisco el Grande



La Real Basílica de San Francisco el Grande, es como popularmente llaman los madrileños a este templo, pero muchos no saben que su verdadero nombre es Real Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, y que el pueblo madrileño le cambió el nombre para no confundirlo con otro templo de idéntica advocación que había en la Carrera de San Jerónimo. Por ese motivo le empezaron a llamar al templo por el nombre de su fundador, San Francisco, y por el tamaño de su obra, "El Grande".





San Francisco en su viaje por España y andando por Castilla llegó a Madrid en el año 1214 o 1217, no sabemos con seguridad, y en el lugar donde hoy ocupa la iglesia que nos ocupa, fabricó su propia choza de ramas de los árboles y barro entre dos álamos y una fuentecilla, muy cerca de una pequeña ermita allí existente dedicada a Santa María y desde donde predicaba a los madrileños. Más tarde la ermita fue reformada dándola una mayor amplitud y solemnidad, en estilo gótico y cambiándose entonces el nombre por el de Jesús y María, aunque siempre conocida popularmente como San Francisco. Con el paso del tiempo nuestra iglesia y convento se convirtió en un lugar favorito por parte e las familias nobiliarios madrileñas, lo que dio lugar a una ampliación, para disponer de nuevas capillas y recintos para enterramientos, muchos fueron los hombres ilustres enterrados en la iglesia. El convento se convirtió en cabeza de la Orden, residencia del ministro general y hospedaje de todos los franciscanos que pasasen por la ciudad. En 1760 en un deseo de engrandecer el templo, se demolió la iglesia y el convento no respetándose absolutamente nada y todo desapareció, cuarenta sepulcros de hombres ilustres de Madrid, las obras escultóricas, nada... no quedó nada y con ello desapareció gran parte de la historia de Madrid, pasando el culto a la iglesia cercana de la Venerable Orden Tercera.





Los planos de la nueva iglesia fueron encomendados al arquitecto Ventura Rodríguez, este presentó un proyecto basado en San Pedro del Vaticano, pero fue rechazado por los franciscanos que eligieron el proyecto de fray Francisco Cabezas. El Hermano Cabezas dirige las obras durante siete años, con la financiación del pueblo de Madrid, encabezado por el rey Carlos III, pero en 1768 las obras se paran justo cuando habían llegado a la cornisa. El motivo era que la Academia de Bellas Artes opinaba que los muros no resistirían el empuje de la gran cúpula central. Hubo disputas, acerca de cómo debía de terminarse el proyecto, incluso Ventura Rodríguez, cuyo proyecto había sido rechazado, salió en defensa de lo realizado por el Hermano Cabezas. Las obras volvieron a reanudarse, pero fray Francisco Cabezas abandonó el proyecto y tras su muerte lo siguió Antonio Plo, quien rebajó la altura de la iglesia. Tras un montón de problemas que surgieron al descubrirse que Plo no tenía el título de arquitecto, de fuertes polémicas, expedientes de inspección y problemas con las cuentas de los fondos invertidos en la iglesia, se encarga para que siguiera el proyecto a Sabatini, quien dio mayor solidez a sus muros. Se dotó a las capillas con pinturas de González Velázquez, Goya, Zurbarán y el cerramiento de la cúpula lo realiza el director y arquitecto de la Academia de Bellas Artes, Miguel Fernández. En 1784 fue inaugurado el nuevo edificio, presidido por Carlos III, y consagrado a Nuestra Señora de los Ángeles, pero aún quedaba por hacer mucho, especialmente en la decoración, la cual no se concluiría definitivamente hasta el 1878. Pero no acabaron aquí los problemas de San Francisco, ya que al comenzar la invasión francesa, se realizaron numerosos destrozos en su interior y mas tarde José Bonaparte ideó un plan para convertir la iglesia en Salón de Cortes. Años más tarde ocurrió el asalto y matanza de frailes por el gentío, ante la creencia que habían envenenado las aguas. Al poco tiempo se proclama la ley de desamortización y supresión de las órdenes religiosas, decretada por el ministro Mendizábal y se expulsa a los franciscanos. El convento se destina a cuartel de Infantería y los cuadros al museo de la Trinidad. La iglesia quedó abandonada y sin culto, pero cuando se dieron cuenta de la importancia del edificio, se intentó devolver su antiguo esplendor. Se realizaron obras de restauración y se trajo parte de la sillería del monasterio del Parral de Segovia que fue colocada en el presbiterio. En 1869, se ejecuta el proyecto de convertir el templo de San Francisco en Panteón de hombres ilustres y se trasladaron los restos de Juan de Mena, el Gran Capitán, Alonso de Ercilla, Ambrosio de Morales, Lanuza, Quevedo, Calderón, marqués de la Ensenada, Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva y Gravina. Pero tiempo después, todos fueron devueltos de nuevo a sus lugares de origen. Se volvieron a intentar obras de restauración que no fueron por buen camino al escoger artistas equivocados y sin estar acabadas, el templo fue abierto de nuevo para celebrar los funerales de Alfonso XII en 1885 y de una forma definitiva en 1889. En 1926, por Real Decreto se devolvió el servicio a los franciscanos. En 1971 se levantaron andamios para su restauración después de los desperfectos por filtraciones de agua y que dañaron a los frescos y las cúpulas, permaneciendo dichos andamios en el interior de templo, hasta que en 2006 se quitaron, es decir, 35 años después, más tiempo del que se tardó en construir la iglesia, que por cierto... fue declarada por el Papa Juan XXIII, basílica menor en el año 1963.

Vista lateral de cúpula. El exterior de las cúpulas de las capillas laterales imitan a la central




El exterior de la iglesia es una de las obras más representativas del neoclasicismo español. A la fachada de forma convexa le rematan dos torres con chapiteles de forma achatados y se encuentra dividida en dos cuerpos claramente definidos. El primero e inferior se sostiene por unas grandes columnas adosadas de orden dórico, con basas que enmarcan las tres grandes puertas, estas rematadas por arco de medio punto. El paso al segundo cuerpo se ha realizado por un gran entablamento. En esta segunda zona predomina el orden jónico, pues de esta estética son las grandes columnas, también adosadas, que lo sustentan, pero en este caso lo que enmarcan son las tres grandes ventanas adinteladas que iluminan el coro. La central se encuentra rematada por un frontón triangular en cuyo centro se halla el escudo del Santo Sepulcro. Toda la fachada se culmina por una balaustrada pétrea. En sus plintos hay seis esculturas realizadas en piedra por la Casa Mayer y Compañía de Munich, establecida en Londres, y representan a San Agustín, San Antonio de Padua, Santiago el Mayor, Santo Domingo de Guzmán, San Buenaventura y San Francisco de Asís. En el centro se aloja un gran escudo franciscano, rematado por la corona real de los Borbones. Detrás de la fachada se levanta la gran mole de la cúpula, la cual está enmarcada por las dos torres-campanario, realizadas por Sabatini, y en cuyos tejados se ven las cinco cruces del Santo Sepulcro, señal de la vinculación del templo con Tierra Santa.






El auténtico fallo de esta iglesia, es el efecto de la cúpula, que por la ausencia de tambor, que quitó en la reforma el arquitecto Plo, se quedó aplastada y sin la perspectiva que se quería lograr y observandola desde fuera, nadie se puede imaginar la grandiosidad y la magnitud de esta bella obra de arte que se puede ver desde el interior. Hemos de decir que es la tercera cúpula en diámetro más grande del mundo en la cristiandad, detrás de el Panteón de Agripa y San Pedro en Roma y por delante de Santa Sofía en Estambul, Los Inválidos en París o la catedral de San Pablo en Londres.

La cúpula escondida entre las dos torres de la fachada





Interior de la Basílica







En el interior sobresalen doce apóstoles de casi tres metros cada uno en mármol de Carrara. Destaca entre sus capillas, una donde se encuentra el cuadro de San Bernardino de un Goya recién llegado a la Corte y que lo pintó para hacer notar su valía, ya aquí se pueda adivinar el estilo futuro del genio de la pintura. En este cuadro uno de los espectadores reflejados en la pintura es el propio autor, es uno de sus autorretratos. Otros cuadros que se encuentran en el templo son de Alonso Cano y Zurbarán. Pero vayamos con el recorrido.

El presbiterio es más ancho y largo que las demás zonas del edificio. Se encuentra precedido por un espacio rectangular, que se remata en la zona del altar por un espacio semicircular, también sostenido por pilastras y que se cubre por una bóveda de cuarto de esfera.




El retablo está constituido por cinco grandes pinturas, realizadas en el siglo XIX, con tema franciscano. Fueron ejecutadas en colaboración por Manuel Domínguez y Alejandro Ferrant. El último realizó los dos lados correspondientes al Evangelio, mientras que Domínguez realizó los correspondientes al lado de la epístola. En el centro del altar ambos pintores realizaron el Milagro o Visión de la Porciúncula, en que Cristo y la Virgen se aparecen al Santo de Asís. Sobre estos cuadros, y en el casquete semiesférico que corona el altar mayor, Manuel Contreras pintó a Ángeles Pasionarios. Sobre el arco toral el mismo artista reflejó el Tránsito de la Virgen. Delante de las pilastras se disponen las hermosas y grandes esculturas de los Cuatro Evangelistas, realizadas en madera y escayola, aunque imitando bronce. Fueron diseñadas por Jerónimo Suñol, siendo realizadas por Sanmartí y Molinelli. En el centro del altar se encuentra el Sagrario, realizado por Juan Ruiz Schumague, en mármol con plata sobredorada, y rodeando toda la capilla se encuentra una soberbia sillería de la que hablaremos después.






Cúpula


En el interior destaca la majestuosidad de la gran cúpula. El diámetro de la rotonda es de 33 metros y desde la cúpula hasta el suelo hay una altura máxima de 42 metros.
Todo el interior de la basílica de San Francisco el Grande se encuentra organizado por la gran cúpula semiesférica, rematada por la linterna y sostenida por tambor. Se divide en grandes gajos, cada uno decorado con pinturas. Se sostiene por una gigantesca cornisa, la cual a su vez se apoya sobre los muros, sostenidos por pilastras adosadas compuestas, pareadas y que enmarcan cada una de las ocho zonas en que se divide interiormente el templo: presbiterio, coro y las seis capillas laterales.
Esta cúpula es lo que más llama la atención en el templo. En el tambor que la sostiene se abren las ventanas, cerradas por vidrieras diseñadas por Francisco Amenigo y Aparici y Roberto La Plaza, siendo realizadas por los talleres de la Casa Mayer y Compañía de Munich. Todos los gallones de la cúpula fue un diseño de Carlos Luis de Ribera, aunque el encargado de llevarlo a la práctica fue Casto Plasencia. Todo el tema iconográfico es la glorificación de María como Reina de los Ángeles, así como santos franciscanos y españoles.


Gallones de la cúpula:

En el correspondiente al altar mayor, plano central de la foto, está allí representada, por obra de Casto Plasencia, la Apoteosis de Nuestra Señora de los Ángeles, en el momento en que es coronada por la Santísima Trinidad. Describamos los dos segmentos que tiene a los lados, a su derecha en el primer segmento, realizado por Francisco Jover Casanova, con diversas Santas españolas: Teresa, Isabel de Portugal, Casilda, Leocadia, Eulalia de Barcelona, Eulalia de Mérida, Engracia y María de Cervelló. El segundo y en esta ocasión el segmento de su izquierda, son Santos españoles: Vicente Ferrer, Hermenegildo, Fernando, Ignacio de Loyola, Leandro, Raimundo de Peñafort, Ildefonso e Isidro.







En el centro de la fotografía que coincide con el frontero del coro, la Estigmación de San Francisco, acompañado por otros santos de la orden por él fundada: Buenaventura, Antonio de Padua, Bernardino de Siena, Francisco Solano, Pedro Regalado, Pedro de Alcántara y el Beato Nicolás Factor, obra realizada por Salvador Martínez Cubells. El segmento de su derecha es el correspondiente a los Doctores de la Iglesia formado por Tomás de Aquino, León Magno, Pedro Crisólogo, Gregorio Nacianceno y Juan Crisóstomo. Son obra de Manuel Domínguez Sánchez. En el segmento del otro lado al central, otro correspondiente a Doctores de la Iglesia, Isidoro, Braulio, Bernardo, Atanasio, Agustín, Ambrosio, Jerónimo y Gregorio Magno, también obra de Manuel Domínguez Sánchez.






Los dos segmentos centrales de los laterales que nos faltaban por ver, son dos Conciertos Angélicos realizados por Casto Plasencia.











Delante del presbiterio, y a ambos lados de la Capilla Mayor, se encuentran dos soberbios púlpitos realizados en mármol de Carrara por el escultor italiano Pietro Nicoli, decorados por relieves de bronce dorado, mientras que alrededor de la rotonda central, y sobre altos pedestales marmóreos, se levantan las grandiosas esculturas de los Doce Apóstoles, realizados por Elías Martín, Agapito Vallmitjana, Juan Samsó, Jerónimo Suñol, Justo Gandarias, Mariano Benlliure, Antonio Moltó y Ricardo Bellver.





Santos Simón y Felipe, obra de Antonio Moltó y Lluch



Santiago el Menor, obra de Elías Martín




El coro tiene una distribución similar a la de la capilla mayor. Con un espacio precedente, aunque de menor tamaño y cubriéndose por una bóveda de cuarto de esfera.
La bóveda del coro se cubre por un gran fresco con el tema del Tránsito de San Francisco, realizado en colaboración por Carlos Luis de Ribera y Casto Plasencia. Sobre él aparece Dios Padre rodeado por ángeles, obra de José Garnelo. El órgano fue realizado por la parisina Casa Covaillé-Coll. Aquí en el coro se encontraba otra sillería que dejamos junto a la del presbiterio para después.







Capillas


Alrededor de la zona central se disponen las capillas laterales, cerradas por arcos de medio punto, separadas por verjas de hierro forjado, realizadas en los talleres de Juan González. Las seis capillas son de planta cuadrada, cubiertas por cúpulas semiesféricas, sin tambor, sostenidas por pechinas y rematadas por pequeñas linternas que iluminan el conjunto. Todas las capillas se hallan decoradas con tres grandes lienzos. Uno en el retablo y uno a cada lado en la pared.




Capilla de San Antonio de Padua

En el centro de la capilla lienzo de la Inmaculada Concepción, obra de Mariano Salvador Maella, a su derecha el abrazo de San Francisco y Santo Domingo de Guzmán, obra de José del Castillo, enfrente San José con el Niño, obra de Gregorio Ferro. En la cúpula una Apoteosis de Ángeles de Roberto de la Plaza, quién también realizó los bustos de santos en las pechinas que sostienen la cúpula. Sobre el altar hermosa escultura del titular, San Antonio de Padua, obra madrileña del siglo XVIII, relacionado con Luis Salvador Carmona. A los pies de la capilla, hermosa talla sin policromar del Santísimo Cristo del Perdón, de finales del XVIII.




Santísimo Cristo del Perdón, talla sin policromar de finales de XVIII






Capilla de Nuestra Señora de la Merced

Capilla de Nuestra Señora de la Merced, dedicada por la prematura muerte de la Reina Mercedes, esposa del Alfonso XII. Todas las pinturas corresponden a Carlos Luis de Ribera. En el central, Nuestra Señora de las Mercedes y sobre el altar una magnífica escultura de la Inmaculada Concepción, realizada por el valenciano Ignacio Pinazo Martínez en 1952, titular de la "Real e Ilustre Archicofradía de la Purísima", una de las más antiguas e importantes de Madrid, por el número de sus congregantes, con alrededor de cuatrocientos mil miembros.







Capilla del Santísimo o de la Pasión

Inspirada en estilo bizantino bajo un proyecto de Marcelo Contreras. En el centro está el Calvario pintado por Germán Hernández Amores. A su izquierda el Sermón de la Montaña, de José Moreno Carbonero y a la derecha está el Santo Entierro, pintado por Antonio Muñoz Degraín y Moreno Carbonero.






Capilla de Nuestra Señora del Olvido

Llamada también la Capilla de Carlos III en recuerdo a la Orden que dicho rey creó en honor de la Inmaculada. De hecho podemos ver en el cuadro central, al monarca arrodillado ante la Virgen, de la cual recibe el collar azul y blanco de su nueva orden, en una pintura de Casto Plasencia. Sobre el altar la hermosa escultura de la Virgen del Olvido, de la escuela castellana del siglo XVII, relacionada con los modelos de Gregorio Fernández. Esta talla cuentan que estaba en el antiguo convento de Jesús y María y que fue encontrada por Fray Manuel Llorente.






Capilla de las Orden Militares o de Santiago

En el centro de la capilla hay un soberbio cuadro de la Aparición del Apóstol Santiago en la batalla de Clavijo en el 844 (Santiago Matamoros), pintado por Casado del Alisal. Sobre el altar un grupo escultórico del siglo XIX de San Francisco en éxtasis y dos tallas contemporáneas de la Virgen del Carmen y San José.






Capilla de San Bernardino de Siena

En la capilla de San Bernardino de Siena se halla el cuadro más conocido de todo el templo, como es el realizado por Francisco de Goya, en el que se representa a San Bernardino predicando ante el rey Alfonso V de Aragón y sus cortesanos napolitanos. A la derecha lienzo de la Aparición de la Virgen a San Antonio, obra de Andrés de la Calleja y en el lado contrario se representa el momento en que San Buenventura acompaña los restos de San Antonio a su basílica de Padua y los prodigios que se sucedieron en el camino de traslado. La pintura es de Antonio González Velázquez. La cúpula fue realizada por Luis Menéndez Pidal en 1917, con una Apoteosis de las Virtudes. En las pechinas están los bustos de diversos santos y los azulejos del alicatado proceden del palacio de Don Álvaro de Luna en la localidad madrileña de Cadarso de los Vidrios, siendo completados por el ceramista Daniel Zuloaga. Sobre el altar una imagen moderna de la Virgen del Pilar.





Lienzo de San Buenvantura acompañando los restos de San Antonio, obra de Antonio González Velázquez




Aparición de la Virgen a San Antonio, obra de Andrés de la Calleja



cúpula de la capilla, con la Apoteosis de las Virtudes, pintada por Luis Menéndez Pidal en 1917



La predicación de san Bernardino de Siena ante Alfonso V de Aragón, de Francisco de Goya




Sillerías

Y digo bien sillerías porque son dos de las que hay que hablar. Parte de la Sillería del Monasterio de Santa María del Parral de Segovia se aloja en esta iglesia desde la desamortización de Mendizabal en 1836 (otra parte se encontraba hasta hace poco en el Museo Arqueológico de Madrid y ha sido devuelta al Monasterio). Fue tallada por Bartolomé Fernández Alemán hacia 1526, donde el tema de los relieves es el Apocalipsis, basado en estampas de Alberto Durero. La sillería es de estilo renacentista y se encuentra rodeando el presbiterio.
Hay que recordar que en este templo estuvo otra sillería gótica del Monasterio del Paular en Rascafría, desde 1883 hasta el 2003. Esta magnífica sillería se encontraba alojada en el coro alto y otra parte en la Sala Capitular, y que a punto estuvo de ser devorada por las termitas, según los conservadores científicos del Instituto del Patrimonio Histórico Español.
Mucha gente se hace un lío con las dos sillerías y creen que la gótica de Rascafría sigue aquí o que la del Parral se la llevaron, pero si en algo si se está de acuerdo, es que las dos sillerías fueron obra del mismo autor.





Junto a las puertas de entrada hay dos monumentales pilas de agua bendita. Las conchas de mármol están sostenidas por ángeles de bronce, la obra fue realizada por Segundo Vancells, fueron modeladas por Algueró Piñana, fundidas por Zaldo y doradas por Juan Martín.





Atrio
Antes de acceder al interior del templo, hay que atravesar el soberbio atrio de este edificio, que como el resto del conjunto es majestuoso. El pórtico es una gran estancia de 23 metros de ancho por 10 de largo. Su pavimento está cubierto por mosaicos. Se sostiene por dos grandes pilares rectangulares que sujetan las bóvedas rebajadas que lo cubren. Estas se hallan ornamentadas por granito, así como por otros materiales, como mármoles de diferentes colores. A su vez tienen pinturas que fueron realizadas en el siglo XIX por el artista Watteler, en donde hay diversos motivos decorativos, vegetales y geométricos. Al fondo se levantan tres puertas que dan acceso al interior del templo. Sobre cada una de ellas hay un gran relieve que imita bronce. Fueron dibujados por Carlos Luis de Ribera, siendo diseñados por Medardo Sanmartí el del centro, con el tea de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona del templo. El de la izquierda por Francisco Molinelli y representa el Tránsito de San Francisco, mientras que el de la derecha es de Rafaél Algueró y refleja el Éxtasis de San Francisco. Estos mismos artistas tallaron los cuatro relieves de las puertas laterales, en donde aparecen Ángeles tenantes con los escudos de Tierra Santa.
Pero lo más bonito de todo el conjunto son las grandes puertas. Fueron talladas en nogal de los Estados Unidos y siguen modelos renacentistas españoles. El diseñador de los relieves y motivos decorativos fue Antonio Valera, restaurador de las esculturas del convento franciscano de San Juan de los Reyes de Toledo. Su talla corrió a cargo de Agustín Mustieles, mientras que fueron construidas por la Casa Juan Guas. Los herrajes son obra de José Callejo, según diseño de Justo Notario. Son en total siete las puertas que aparecen en el atrio.










Pegado a San Francisco el Grande pared con pared, nos encontramos con la Capilla del Cristo de los Dolores, uno de los monumentos más insignes del barroco en Madrid, pero que dejaremos para otro momento en el blog.

La ausencia de tambor, no nos deja ver la magnitud de su cúpula



Pasó mucho tiempo este templo de San Francisco el Grande con andamios, durante años y años, siempre que entré, me encontraba con ese esqueleto de hierro y una cubierta de madera en la cúpula de tal forma que no conocía sus frescos ni sus capillas, nunca había visto el interior de la maravillosa cúpula. Fueron casi cuarenta años ocultos tras esos hierros. Pero ahora quien quiera conocerla, no tendrá ningún problema en admirar y contemplar su maravillosa cúpula y el interior del templo en todo su esplendor.