lunes, 12 de marzo de 2012

Sacristía de los Caballeros



La Sacristía de los Caballeros se encuentra en el convento de las Comendadoras de Santiago, muy cerca de su iglesia de Santiago el Mayor, siendo construida por necesidades propias a las ceremonias de la Orden de los Caballeros de Santiago. Se inicia en 1746, durando las obras hasta 1753, siendo el arquitecto encargado del proyecto, Francisco Moradillo, creando un magnífico ejemplo del barroco madrileño.

Por algún extraño motivo que no llegamos a conocer, la sacristía tenía una capa de pintura blanca en todas sus paredes, ocultando las auténticas policromías originales. Por si esto fuera poco, en 1914 a causa de la peste, se le dio una capa de cal a todos los paramentos y posteriormente, en otras cuatro reformas, se dieron otras cuatro capas de pintura. Tras la restauración realizada en la estancia, ha salido a la luz la auténtica decoración policromada de sus paredes en verde azulado, amarillo siena y rojo carmín, que representan los colores de la Orden de las Comendadoras de Santiago.

Veamos la sacristía con más detenimiento y llevemos nuestra mirada hacia la bóveda, donde creeremos estar debajo de la bóveda de una iglesia al ver una estructura con nervaduras que van desde la cornisa del entablamento hasta el centro del recinto donde se juega con las curvas y los espacios de forma semicirculares. Grandes arcos y semiesferas que repartidos con tanta maestría, nos hacen pensar cuando miramos de frente que estamos en una iglesia de planta basilical, en la que vemos de frente debajo de un gran arco el presbiterio coronado por una bóveda en el ábside donde el arquitecto juega con unos efectos espaciales y focales donde el efecto visual es de unos lunetos que no existen. Los detalles y las formas, unidos a la disposición de todo ello, dan como resultado que la sala parezca mucho más grande en proporciones de lo que es en realidad.







En el centro de la bóveda se encuentra una linterna que ilumina la estancia.












Aquí podemos ver un busto delante de una ventana




Aquí podemos observar algo verdaderamente curioso. Los muros están pintados de tal forma que parece que existieran ventanas con esculturas delante, pero son trampantojos que imitan ventanas con bustos y floreros como los que tienen las ventanas de verdad que tiene la sacristía, que realmente solo son tres, sin contar la del transparente. El efecto de parecer que estamos ante una bóveda con ventanas es increíble y no dejan de ser los muros macizos lo que tenemos ante nosotros.


trampantojos en los muros de la bóveda




detalle de una de las ventanas que tiene la sacristía




Los paramentos tienen pilastras corintias, arcos de medio punto cegados como si de capillas laterales se tratase, y diversas hornacinas ornamentadas que contienen las estatuas de 8 reyes de España, cinco austrias y tres borbones. Estas esculturas simulan estar hechas en bronce, pero en realidad son de yeso pintadas simulando bronce. Los nervios de la bóveda están sujetos por 12 columnas corintias. La decoración aparte de las estatuas de los reyes, se complementa con 7 enormes y magníficas cajoneras de madera amoldadas a la forma de las paredes, siendo algunas de ellas de forma cóncava para poder ajustarlas a las curvas de las paredes. Estas cajoneras que guardaban las ropas necesarias para las ceremonias de la Orden, son una auténtica obra maestra. En las paredes cuelgan cuadros de estilo flamenco, con escenas de la vida de la Virgen.






















Presidiendo la sacristía, se encuentra el Transparente, una pequeña sala que se comunica con la sacristía con un arco de medio punto donde la luz de una ventana sirve para iluminar una escultura de Santiago Matamoros, realizada en 1917 por Francisco Font.






Escultura de Santiago Matamoros, obra de 1917 realizada por Francisco Font




En el centro de la sacristía adorna una mesa de estilo barroco.




El suelo de la sacristía imita el suelo original, del que se salvaron algunas baldosas que sirvieron para enlosar el suelo de la antesala a la sacristía y que en esta foto podemos ver al otro lado de la puerta.





Y hablando de puertas, diremos que la sacristía tiene cinco. La de entrada en arco de medio punto desde el interior y cuatro cuadradas con dintel. Por estas puertas se puede pasar al deambulatorio que bordea la sacristía. Una de ellas da a la Capilla de la Fuente de los Caballeros, llamada también Fuente de los Tritones, realizada en mármol rojo y negro. En esta Capilla es donde los Caballeros se lavaban antes de la ceremonia.



Capilla de la Fuente de los Caballeros o Fuente de los Tritones






Fuente de los Caballeros o Fuente de los Tritones










Entrada a la Sacristía de los Caballeros











Otra puerta lleva a la Capilla del Tránsito, desde donde se pasa al Locutorio, al patio de Moradillo, y a las capillas de las Flores y de las Niñas.

Ya que estamos hablando de puertas, no puedo dejar de recordaros que sigue el programa de "Abierto por obras", en la que los visitantes pueden visitar las obras de restauración de la iglesia y las estancias ya restauradas.






No quiero acabar mi artículo sin felicitar desde aquí a todo el equipo que ha participado en la formidable restauración que se ha llevado a cabo en esta sacristía, dirigiendo el proyecto la arquitecta Emanuela Gambini, encargada también del proyecto de restauración de todas las estancias, de la cúpula recientemente restaurada, y de las obras que siguen para la restauración del zaguán del templo, las torres y el interior de la iglesia.

domingo, 11 de marzo de 2012

Aniversario del 11 -M

viernes, 2 de marzo de 2012

Basílica de Jesús de Medinaceli



Ningún día mejor que hoy, primer viernes de marzo, para presentar este artículo sobre la basílica de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, en la que los fieles llevan más de diez días esperando en la calle para entrar a besar los pies a Jesús de Medinaceli y pedirle tres deseos, de los que se concederá uno, como manda la tradición. Este año el deseo que ganará el ranking será sin duda "trabajo".

La basílica ocupa el solar donde estuvo el convento de los trinitarios descalzos de Nuestra Señora de la Encarnación y fue fundado el 7 de abril de 1606 por Francisco Gómez de Sandoval, Duque de Lerma. Años más tarde se hizo con su patronato el duque de Medinaceli. El edificio fue destruido en la guerra de la independencia y en la época de Fernando VII, se procedió a su reedificación. En 1836, antes de estar acabado, llegó la desamortización de Mendizabal y el edificio quedó abandonado y en 1843 fue devuelto al duque de Medinaceli. El duque a su vez, lo donó a las monjas del Caballero de Gracia. En 1890 se demolió el convento de San Antonio del Prado, del que el patronato también corría a cargo del duque, y el convento de Jesús, pasó a albergar a los Capuchinos de Castilla del demolido convento, que lo regentan desde entonces hasta nuestros días. En 1922, por amenaza de ruina, el convento fue derruido de nuevo y se empezó a levantar un nuevo templo en el mismo lugar en 1927, por el arquitecto Jesús Carrasco-Muñóz. En 1930 la iglesia fue consagrada por el obispo de Madrid, Leopoldo Eijo Garay. En 1973, el templo, fue elevado a Basílica menor por el Papa Pablo VI. En esta iglesia se venera una de las imágenes más populares y famosas. Por supuesto, la más venerada de Madrid, y posiblemente una de las que más se venera en toda la cristiandad.


Imagen de Jesús de Medinaceli



Imagen de Jesús de Medinaceli
La talla de la imagen no se sabe a ciencia cierta el autor, pero posiblemente sea de la escuela del sevillano Juan de Mesa. Uno de sus discípulos, Luis de la Peña o Francisco de Ocampo, serían los posibles autores.
Fue tallada en el siglo XVII por encargo de la comunidad de los Padres Capuchinos de Sevilla, para llevarla a Mámora, en el norte de África, para culto de los soldados españoles, llamada por ellos la plaza de San Miguel de Ultramar. Pero el 30 de abril de 1681, Mámora cayó en manos del ejército del rey Muley Ismael. Todos los prisioneros, los Capuchinos y la imagen, fueron trasladados a Mequínez, a 60 kilómetros de Fez. Allí, y por orden expresa del rey Muley, la imagen fue arrastrada por las calles, en señal del odio que sentía el rey por la religión cristiana e incluso algunos historiadores aseguran que después fue arrojada la talla a los leones.
En un basurero de estiércol, la imagen fue encontrada por fray Pedro de los Ángeles, que se presentó ante el rey arriesgando su vida. Solicitó un rescate por la imagen, como si se tratara de un ser humano, a lo que el rey accedió, no antes de advertirle que de no conseguir el dinero para el rescate, sería quemado vivo junto a la imagen. Convencieron al rey para que tasara el rescate de la imagen, pagando su peso en monedas de oro. Los frailes solo tenían 30 monedas, que fueron las necesarias para que la balanza se equilibrara. La operación se repitió en numerosas ocasiones y en distintas balanzas, pero siempre se equilibró con las 30 monedas. El rey había dado su palabra, y el rescate se hizo efectivo. La imagen fue llevada a Madrid, donde fue recibida en una procesión a la que asistió la nobleza, todo el pueblo y la Casa Real, y se le hizo una capilla, que fue donada por el duque de Medinaceli, anexa al convento de los Padres Trinitarios Descalzos. En la época de José Bonaparte, la imagen pasó por varias iglesias de Madrid en el afán de salvar la talla, y una vez que volvió a su capilla, unos años después, hubo un nuevo peregrinar de la imagen, en la desamortización de Mendizabal de 1836. Después de estar diez años en la iglesia de San Sebastián, el duque de Medinaceli, una vez más, pudo conseguir que la imagen volviera a los Trinitarios Descalzos, que en en ese momento lo regentaban las monjas del Caballero de Gracia. Pero tendría que llegar la guerra del 36, para que la imagen volviera a salir de su capilla y comenzar a viajar otra vez. La imagen se escondió para que no se destruyera en una caja de madera tapada con sábanas, y una vez descubierta fue trasladada a Valencia, después a Barcelona y luego a Ginebra. Una vez acabada la guerra, la imagen fue devuelta de nuevo a Madrid, en donde por segunda vez en la capital, se esperó a la talla con gran espectación. En esta ocasión llegó en tren a Pozuelo de Alarcón, donde fue recibida con honores militares y llevada momentáneamente al monasterio de la Encarnación. Por fin el 14 de Mayo de 1939, la imagen fue llevada en procesión hasta su nuevo templo, en donde sigue descansando hoy en día.


Vista del camarín que cobija la talla



Cada viernes se recuerda la muerte y pasión de Cristo, y desde el principio se pudo comprobar que los madrileños asistían en mayor número ese día, a venerar la imagen. Pero es el primer viernes de marzo, cuando realmente ha llegado la tradición de asistir en masa hasta su templo. Cerca de medio millón de personas, acuden ese día a besar los pies de Jesús Nazareno en el templo. Muchos días antes, ya se encuentran muchas personas guardando cola para poder entrar de los primeros al templo. Allí pasan los días, las noches, comen, beben y duermen para demostrar su fe por la imagen. La tradición, que realmente no sabemos muy bien porqué, dice también que hay que pedir tres deseos, de los que se concederá solo uno. La imagen devuelve el favor a los madrileños, y sale en procesión el viernes santo por las calles de Madrid, en donde un millón de personas acuden a verle. Es extraño, pero nadie sabe el verdadero motivo de la masiva visita en los primeros viernes de marzo y el porqué de los tres deseos.
Aunque le conocemos con pelo natural, la imagen tiene debajo tallada, una larga cabellera. La imagen es de talla completa, con una magnífica policromía sin que le falte ningún detalle.






Basílica de los Capuchinos
En el lado izquierdo del crucero, se encuentra la Capilla de la Inmaculada, que contiene un retablo de madera policromada, obra de Tomás Parés Pérez. En el centro del retablo, una imagen de la Inmaculada con cabeza, manos y pies de madera, y el resto de tela encartonada. Una imagen de gran belleza, de autor desconocido, que procede del desaparecido convento de San Antonio del Prado. A cada lado, dos tallas que representan a los arcángeles San Miguel y San Rafaél.

La fachada de la iglesia, es neo-barroca, rematada con un frontón y cruz. En el centro de la fachada, una ventana que cobija una vidriera de la Casa Maumejeán, de siete metros de alto por 5 de ancho, que representa escenas del Nazareno. La Basílica es relativamente moderna, por lo que no podemos destacar grandes obras de arte en su interior. Pero comentemos una preciosa imagen de San Antonio de Padua, obra de Benlliure. La imagen de Nuestra Señora de la Divina Providencia, es obra de Mariano Bellver.


Vista de la fachada








San Antonio de Padua, obra de Benlliure




Capilla de la Inmaculada




Nuestra Señora de la Divina Providencia, obra de Mariano Bellver



En su interior, en la parte alta del presbiterio, un grandioso arco triunfal de medio punto, cobija un camarín que guarda la talla. Para poder subir hasta la imagen, existen dos escalinatas de escaleras que suben a ambos lados del presbiterio. La imagen está alojada entre cuatro columnas corintias que soportan un templete greco-romano.
Existe una capilla donde están enterrados en sarcófagos de mármol, los duques de Medinaceli, de los que gracias a su devoción y donación de este templo y capillas anteriores, le fue puesto el nombre a la iglesia y la talla, que se llamarán para siempre "de Medinaceli".


Interior de la iglesia con la imagen en lo alto del presbiterio



miércoles, 29 de febrero de 2012

Iglesia del convento de las Comendadoras



La iglesia de Santiago el Mayor pertenece al convento de religiosas de la Orden Militar de Santiago, que fue fundando por Felipe IV en 1584 en unas casas que había dejado para tal efecto, el Caballero de la Orden de Santiago y Presidente del Consejo de las Órdenes Militares, don Ínigo Zapata de Cárdenas y su mujer doña Isabel de Avellaneda, pero no fue hasta 1650 cuando se trasladaron unas religiosas desde el convento de Santa Cruz de Valladolid al inmueble, y diecisiete años más tarde comenzarían las obras de la iglesia. Ya había muerto Felipe IV y fue por mandato de su viuda, Mariana de Austria, cuando se empezó a construir el edificio en 1667 bajo el proyecto de los arquitectos Manuel y José del Olmo.





La iglesia tiene planta de cruz griega con los extremos en forma de semicírculo, destacando en el centro una hermosa cúpula con tambor sobre pechinas. La fachada tiene un pórtico de entrada que está formada por tres arcos de medio punto, al estilo de la iglesia del convento de la Encarnación, flanqueado por dos torres con chapiteles. En la parte superior, por encima de las ventanas y entre las dos torres, se encuentra una hornacina con una escultura de Santiago Matamoros.














El interior del templo se encuentra actualmente en obras y no vamos a describir su contenido hasta que acabe la restauración que se está ejecutando en la actualidad. Sí diremos que en el altar mayor se encontrará un cuadro que representa a Santiago Matamoros en la batalla de Clavijo, realizado por Lucas Jordán, y que ha sido recientemente restaurado, al igual que muchas de las estancias del convento.










Santiago Apóstol en la batalla de Clavijo, de Lucas Jordán





Aspecto actual del interior del templo mientras se realizan las obras de restauración.




Aspecto actual de la cúpula mientras se realizan las obras de restauración




En 1745 por encargo de otro rey, Fernando VI, se construye la Sacristía de los Caballeros, la capilla de la Fuente, el transparente, el tránsito y locutorio del convento, el patio y otras capillas, realizadas por el arquitecto Francisco de Moradillo. Con esta intervención se resuelve en planta la distribución de las dependencias contiguas a la iglesia, adecuándolas a las necesidades de la liturgia propia de la Orden de Santiago y creando los deambulatorios requeridos por el ceremonial, cuya resolución no estaba contemplada en el proyecto original de los hermanos del Olmo.


Sacristía de los Caballeros



Pero dejemos la sacristía, a la que dedicaremos nuestro próximo artículo en este blog, y sigamos con el convento.






En 1774, por mandato en ésta ocasión del rey Carlos III, se inician las obras de construcción del resto del convento, que hasta ese momento no dejaba de ser un conjunto de casas alrededor de la iglesia. Fue el arquitecto Francisco Sabatini el que da el aspecto actual que conocemos, unificando toda la manzana que ocupa el convento.


vista de todo el conjunto del convento de las Comendadoras




Vista del convento desde la plaza de las Comendadoras




vista del convento desde la calle de Montserrat, esquina con la calle Quiñones




vista del convento desde la calle del Acuerdo




Comparativa de antes de las obras y en la actualidad, donde podemos ver ya la cúpula restaurada








Vista de la cúpula desde la plaza de las Comendadoras antes de las obras y en la actualidad






Volveré a actualizar este artículo cuando acaben las obras de rehabilitación y analizaremos el contenido del interior del templo como es costumbre en este blog.


Artículo relacionado:

La cúpula de las Comendadoras resplandece de nuevo