sábado, 4 de septiembre de 2010

Monumento del Ángel Caído



A 666 metros a nivel del mar, se encuentra en el Retiro, la fuente, estatua o monumento del Ángel Caído. Dicen que es la única estatua en el mundo dedicada a Lucifer, pero eso no es cierto, ya que existen muchas otras en otros lugares del planeta, basta con navegar un rato por internet para comprobarlo. Lo cierto es que la glorieta del Ángel Caído, ha sido medida por la Red Oficial de Gerencia y Urbanismo de Madrid, dejando constancia de la exactitud de los 666 metros. Pero yo no podía escribir este artículo sin comprobarlo, así que el que quiera hacerlo también, es tan fácil como llevar un GPS a dicha glorieta del Retiro y comprobará in-situ el número de la bestia. Curioso es saber que en la época que fue construido, no existían mecanismos técnicos que midieran esa altitud tan exacta, con lo que tenemos que dejar al azar y la casualidad, la coincidencia del número del diablo. Pero también es justo mencionar que toda esa zona de Madrid, se haya en torno a los 667 metros, con lo que dejamos la casualidad un poco más en "causalidad".



Lo cierto, es que la estatua es bella como pocas y no deja indiferente a nadie. Sobre un tronco de madera, se apoya contorsionada la bella figura de Lucifer con uno de sus pies sobre unas rocas, el ángel más bello y hermoso que por desafiar y desobedecer a dios, cayó del paraíso a la tierra y con un gesto de espanto, desesperación y consternación, mira hacia el cielo convertido en Satanás, despechado, con odio y gran soberbia por haber sido vencido y arrojado del Paraíso a los abismos del mal.
Con un cuerpo perfecto y sus alas extendidas, lleva el brazo izquierdo hasta la cabeza, mientras que las serpientes rodean su brazo derecho y sus piernas.









Para muchos es la estatua más bella de toda la ciudad. Estatua en la que en los años 30 y 40, se reunían a su alrededor sectas satánicas, akelarres y otros actos esotéricos, y hasta hubo un tiempo en que llegó a peligrar su existencia por ese motivo, llegándose a plantear su retirada del Retiro. La policía tuvo que actuar y vigilar el lugar para evitar esas reuniones nocturnas y nuestro Ángel llegó hasta nuestros días, en el mismo sitio en el que se inauguró. A pesar del mal rollo que creó la estatua entre la sociedad de la época y algunos representantes de la iglesia, nadie pudo impedir que se pusiera, ni siquiera la iglesia, que al final no puso ningún impedimento, y es que en su momento ya se pronunció diciendo que la estatua no representaba al diablo en sí, y que el Ángel Caído era un pasaje de la biblia.








Pero sepamos más sobre el monumento...
Fue el duque Fernán Nuñez el creador del proyecto del Ángel Caído que incluso donó 11.000 duros para su realización. El escultor madrileño Ricardo Bellver construye la obra en yeso, inspirado en la obra de Milton "el Paraíso perdido", con motivo de la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1877, ganando el primer premio de dicha exposición. El Estado adquirió la obra y decidió presentarla al año siguiente a la Exposición Universal de París. En dicha Exposición solo se admitían obras en mármol y bronce, con lo que la estatua se fundió en bronce para enviarla a París y más tarde se destruyó el molde de yeso. Una vez acabada la exposición fue expuesta en el Museo Nacional. En 1879, el director del Museo, Benito Soriano Murillo, quiso exponer la estatua públicamente, diciendo que debería estar expuesta al aire libre para contemplación de todo el mundo dada su originalidad y material del que estaba hecha, no debía estar en una sala cerrada, sino en un sitio público al aire libre, donde el espacio y el horizonte remalcase su belleza artística visual. La petición tuvo sus frutos y la estatua fue donada al Ayuntamiento para ser expuesta al aire libre tal y como quiso el director. El lugar elegido sería el solar de los Jardines del Buen Retiro que ocupara la ermita de San Antonio Abad y que una vez derribada, se construiría por orden de Carlos III, la antigua Fábrica de Porcelanas de la China, destruida en la invasión francesa.






El arquitecto Francisco Jareño sería el encargado de diseñar el pedestal donde se alojaría la escultura de Bellver. La base consistió en un pedestal octogonal, con caras de diablos en cada lado, que sujetan peces, lagartos y serpientes, con tres surtidores cada cara y alojado en una fuente con pilón, todo construido en granito, piedra y bronce. Todo el conjunto está rodeado por parterre.





Hoy en día, en la glorieta del Ángel Caído, confluyen los paseos del Duque de Fernán Nuñez, el de Cuba y el de Uruguay.

Lucifer, nombre que significa "el que da luz", "el más brillante del cielo", "hijo del lucero del alba y de la Aurora". Pero en su caída se convirtió en Satanás o Diablo, que significa "el Opositor", "el calumniador, "el acusador", "el adversario", "el enemigo"... y paradojas del destino que se quedó a vivir en Madrid, en el Retiro. Al fin y al cabo, como ya sabéis que "De Madrid al cielo... y un agujero para verlo", pues que mejor lugar para estar vigilado desde arriba, que nuestra ciudad. Si alguien quiere, no hace falta que vaya hasta el infierno, puede venir al Retiro a visitar el Ángel que por desobediencia y envidia, se convirtió en estatua de bronce para quedarse a vivir aquí, por ser el mejor sitio que se vigila desde el cielo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Iglesia del monasterio de la Encarnación



El Real Monasterio de la Encarnación, es de religiosas agustinas recoletas. Fundado por la Reina doña Margarita de Austria, esposa de Felipe III y al que se atribuyó durante mucho tiempo su construcción a Juan Gómez de Mora, se ha demostrado recientemente que fue su alumno fray Alberto de la Madre de Dios, el que a principios del siglo XVII, entre 1611 y 1616, construyó el edificio. En el siglo XVIII, la iglesia fue reformada por Ventura Rodríguez. Se construyó para conmemorar la expulsión de los moriscos que quedaban en Madrid por parte de Felipe III.
Felipe III compró los terrenos al marqués de las Pozas para edificar el convento, el motivo... por estar cerca del Alcázar y así poder construir un pasadizo por donde los reyes entraran a la iglesia directamente sin salir de palacio. El pasadizo se llamaba "La Mina" y es interesante saber que unía los jardines del Campo del Moro, pasando por debajo del Palacio, hasta el convento de la Encarnación. Además, se formaba por distintas galerías y Salas que estaban decoradas con suntuosos cuadros, tapices y obras de arte.
El convento se conocía popularmente como "las margaritas", en honor a su fundadora, que murió sin ver acabado el convento.

Tras un incendio en 1734, la fachada toda de granito quedó intacta, siendo además, modelo de cientos de iglesias que se construyeron después en España y en el mundo entero. Tiene un patio o atrio cerrado con verja y en la fachada, encima de tres arcos de medio punto, un relieve que representa La Asunción, obra del catalán Antonio de Riera y dos escudos reales de la reina Margarita. En la parte superior un frontón con ventana redonda, coronado por cruz y dos bolas de granito.

Fachada con tres arcos de medio punto, relieve, dos escudos, tres ventanas enrejadas, frontón con ventana redonda, dos bolas y cruz

Relieve de Antonio de Riera y escudos reales de la reina Margarita










Interior del templo









El interior fue decorado por nuevos artistas neoclásicos bajo la dirección de Ventura Rodríguez.
En el retablo, obra de Ventura Rodríguez, enmarcado por columnas corintias de ricos mármoles y bronces, el lienzo de La Anunciación de Vicente Carducho. A cada lado, las estatuas de San Agustín y Santa Mónica, obras de Gregorio Fernández. Delante del retablo, el maravilloso tabernáculo, también de Ventura Rodríguez.


Retablo de Ventura Rodríguez, con el lienzo de La Anunciación de Vicente Carducho y las esculturas de San Agustín y su madre Santa Mónica, obras de Gregorio Fernández



La Anunciación, lienzo en el retablo mayor, obra de Vicente Carducho



Lienzo de San Agustín en la nave



Órgano y tribuna real








Las bóvedas y cúpula están pintadas por frescos de los hermanos Velázquez y el fresco de la bóveda que cubre el retablo mayor por Francisco Bayeu.

Bóveda de la nave con frescos de los hermanos Velázquez



Interior de la cúpula





Desde 1965 el convento está abierto al público y depende del Patrimonio Nacional, se puede visitar la antigua clausura, en donde hay una colección de obras de arte magnífica, entre las que destaca la reliquia de la sangre de San Pantaleón, que cada 27 de Julio se licua, volviéndose a solidificar al día siguiente. A veces no lo hizo y permaneció líquida en algunos momentos de la historia, como pasó en las dos guerras mundiales.
Recuerdo que la primera vez que entré a la Encarnación, la persona que iba conmigo me dijo... "con lo que hay aquí y en el convento de las Descalzas, Madrid podría sobrevivir durante más de mil años".


jueves, 2 de septiembre de 2010

Iglesia del convento de Las Góngoras



El convento de Nuestra Señora de la Concepción, de religiosas mercedarias descalzas, se conoce como el convento de Las Góngoras desde su fundación y se encuentra en el barrio de Chueca.




Fue Felipe IV el que quiso hacer un convento dedicado a la Inmaculada Concepción, para conmemorar el nacimiento de su hijo Carlos II y sabiendo que las mercedarias descalzas se encontraban sin casa por haberse inundado el beatario donde se ubicaban, decidió encomendarles el futuro convento de la Inmaculada Concepción de Mercedarias descalzas, que fue fundado el 21 de enero de 1663 por don Juan Jiménez de Góngora, ministro del Consejo de Castilla, Caballero de la Orden de Alcántara. Gobernador de la Real Hacienda y Contaduría Mayor, en representación del rey. Motivo por el que se conoce al convento como "Las Góngoras".
Juan de Góngora encargó las obras al arquitecto y fraile agustino, Manuel de San Juan Bautista y Villarreal en los terrenos de la casa de don Jerónimo de Atayda, marqués de Colares. Al cese y la posterior muerte de Juan de Góngora, se paralizaron las obras hasta que el Marqués de Quintana le sucedió, encargando la obra al arquitecto Manuel del Olmo, quien dotó al edificio del aspecto barroco del interior, levantando la cúpula y añadiendo elementos ornamentales de gran riqueza. En el siglo XIX, la plaza que daba al convento, donde se ofrecía una bella vista del edificio, fue destruida y se cambió la fachada por una neoclásica de Manuel de la Ballina en 1785.









Interior del templo






La iglesia ha llegado a nosotros en un perfecto estado de conservación. En el interior podemos observar el bellísimo retablo del altar mayor, obra de Diego Martínez de Arce, con cuatro grandes columnas jónicas con capiteles dorados y rematado por un frontón partido. Es de madera policromada imitando mármoles de colores y se adapta perfectamente con el presbiterio. En el centro se halla una hornacina donde se ubica una escultura de la Inmaculada Concepción, que algunos dudan de la autoría de Juan Pascual de Mena por tratarse de una policromía distinta y atribuyéndolo al antiguo retablo desaparecido y a otro autor distinto. Por la parte inferior un nicho donde se aloja el tabernáculo, un templete con cúpula y ocho columnillas compuestas.



Retablo barroco, obra de Diego Martínez de Arce



En el retablo se encuentran tres esculturas, obras de Juan Pascual de Mena. Son las imágenes de Santa María de Cervelló y Beata Mariana de Jesús, dos mercedarias. En el centro del retablo, en una hornacina, la imagen de la Inmaculada, también obra de Mena, tallada en madera policromada (aunque ya hemos comentado que muchos dudan de esta autoría). El ático está coronado con El Padre Eterno rodeado por ángeles y es la figura más dinámica de todo el conjunto.


Retablo con la imagen de la Inmaculada en el centro en una hornacina y las mercedarias Santa María de Cervelló y Beata Mariana de Jesús, obras de Juan Pascual de Mena



Las pechinas están pintadas por Andrés Fernández y Baltasar de Castejón en 1688. Las pinturas murales que se encuentran en la bóveda del presbiterio y en los lunetos, encima del retablo, son obra de A.J. Garrido en 1911. Destacar un cuadro de Pedro Anastasio Bocanegra, que representa San Pedro Mártir de Verona y Santa Catalina de Siena.


Interior de la cúpula, obra de Manuel del Olmo



Pechinas con el escudo de Carlos II, pintadas por Andrés Fernández y Baltasar de Castejón. Las pinturas murales de la bóveda encima del presbiterio son de J.A. Garrido




Lienzo que representa a San Pedro Mártir de Verona y Santa Catalina de Siena, obra de Pedro Anastasio Bocanegra, en uno de los retablos de la nave






















Para terminar, diremos que algún inepto en 1961, puso de nombre a la calle donde se encuentra el convento, "Luis de Góngora", el dramaturgo español, que nada tiene que ver con el que fuera Consejero de la Cámara del rey Felipe IV, Juan de Góngora, y que como hemos dicho, es de donde viene el sobrenombre con el que se conoce al convento.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Templo de Debod



Salvado de las aguas de la Presa de Asuán, el Templo de Debod se encuentra en la montaña del Príncipe Pío, en lo que fue el solar del Cuartel de la Montaña. Es uno de los poquitos templos egipcios completos que se pueden admirar fuera de Egipto y desde luego, único en España.
Cuando se trasladó a España, se situó de manera que conservase la misma orientación que en su lugar de origen, de este a oeste. Fue desmontado en Egipto y montado de nuevo en Madrid, piedra a piedra, en un trabajo dificilísimo, donde se aprovechó para reconstruir algunas zonas con piedra blanca traída de Salamanca y que era de distinto color a la original del Nilo, esto se hizo así para poder distinguir la parte antigua, de la parte reconstruida.





El Templo de Debod fue un regalo que Egipto hizo a España en el año 1968, en compensación por la ayuda española, tras el llamamiento internacional realizado por la UNESCO para salvar los templos de Nubia, principalmente el de Abu Simbel, en peligro de desaparición debido a la construcción de la presa de Asuán. Egipto donó cuatro de los templos salvados a distintas naciones colaboradoras: Dendur a los Estados Unidos (se encuentra actualmente en el Museo Metropolitano de Nueva York), Ellesiya a Italia, Taffa a Holanda y Debod a España.
Algunos templos se quedaron sepultados para siempre bajo las aguas. En la antigua y primera presa, antes de que se construyera la gran Presa de Asuán, el Templo de Debod estuvo durante nueve meses entre las aguas, pero no bajo ellas, motivo por el que perdió las policromías y relieves, pero antes de la construcción de la gran Presa, nuestro Templo fue salvado y mandado a Madrid desde el puerto de Alejandría.





Se construyó en el siglo IV antes de Cristo y tiene una antigüedad de unos 2200 años por el rey nubio Adijalamani de Meroe hacia 200-180 a. C., dedicado a Amón de Debod. Posee importantes añadidos de época ptolemaica y romano-imperial, por los Césares Augusto y Tiberio, época en que se dedicó a la adoración de Isis.
Actualmente podemos ver dos portales de los tres que tuvo, que marcan el eje monumental de la entrada al templo y que era la vía procesional desde el embarcadero al templo. Como aquí no tiene el río al pié de sus portales donde poner el embarcadero, se construyó un estanque poco profundo, para intentar dotar al Templo de la belleza que le daba el Nilo.