viernes, 13 de agosto de 2010

Iglesia de San José



La iglesia de San José está situada donde antes se encontraba el convento de San Hermenegildo y allí fue ordenado sacerdote Lope de Vega. El templo que se mandó construir en 1586 por fray Nicolás de Jesús y María, fue concluido en 1605, aunque fue demolido en el siglo XVIII.

Iglesia de San José antes de que existiera la Gran Vía.



Manifestación en la calle Alcalá, donde se puede ver el Teatro Apolo, San José y la casa del cura



El templo actual es rococó con portada barroca y fue un encargo que se hizo a Pedro de Ribera en 1730. En 1742 estaba concluido el convento y la iglesia por José de Arredondo y Fausto Manso. El convento fue de nuevo demolido en 1836, levantándose en su lugar el famoso teatro Apolo, templo donde se estrenaron las zarzuelas más famosas y llamado "la catedral del género chico" (del que hablaremos más adelante en este blog).

El desaparecido Teatro Apolo, lugar donde se encontraba el convento de San José



Más tarde en 1873, sería derruido el teatro también, para dejar paso a un banco que es el que sigue actualmente en su lugar. En 1910, la casa colindante a la iglesia por el lado contrario al teatro, la del cura, fue demolida en la nueva aventura de la construcción de la Gran Vía, pero la iglesia escapó milagrosamente de la piqueta y ha llegado hasta nuestros días.

Fachada ya con los laterales aumentados en altura por Juan Moya e Idígoras. Fijaos en el primer grabado de este artículo, lo bonita que era la fachada sin esta ampliación de altura. Con tal de igualar al resto de los edificios, se cargaron la bella imagen que tenía la fachada, por esta otra que lo que parece es que forma parte de los edificios de al lado.



En 1912 el arquitecto Juan Moya e Idígoras destrozó literalmente el frontal de la fachada, ampliando los laterales en altura para igualar con las casas de la zona. En la casa del cura que existía al lado de la iglesia, fue donde Alfonso XIII clavó la piqueta en 1910, comenzando aquí la nueva Gran Vía madrileña. Como hemos dicho, la iglesia tuvo suerte y Madrid, pudo conservar un templo barroco que estuvo a punto de desaparecer como tantos otros, aunque sí lo hizo el convento de las carmelitas de San Hermenegildo por dos veces consecutivas.


La fachada consta de un gran cuerpo central, que se remata por un frontón triangular, decorado con jarrones y que se curva en la parte interior. En la zona baja de la fachada se encuentran las tres puertas de acceso, con bellas rejas forjadas por Juan Gil en el siglo XVII. Los arcos de las puertas son de medio punto, rematada la central por un pequeño óculo con el escudo del Carmelo, mientras que en los laterales hay alfices quebrados. Entre las tres puertas hay ventanas enrejadas, decoradas en su parte superior por óculos.

Portada de Pedro de Ribera en la fachada de San josé



Sobre la puerta central se encuentra una gran hornacina, en cuyo centro hay una soberbia escultura de la Virgen del Carmen, obra de Roberto Michel, del siglo XVIII. Sobre ella un frontón curvo, decorado con florones. A los lados y en su parte inferior, dos roleos, sobre los cuales, en otro tiempo, se encontraban hornacinas con esculturas en yeso de San José y San Hermenegildo. Hoy estas esculturas se encuentran en el atrio del templo. Sobre la hornacina central, se dispone una ventana que ilumina la nave, rematada por un alfiz quebrado y una gran venera, sobre la que hay una especie de florero. Los cuerpos laterales, fruto de la restauración de 1912, son bastante simples, constituidos por ventanas sin elementos decorativos de importancia.

Hornacina en la portada que cobija la imagen de Nuestra Sra. del Carmen de Roberto Michel



vista lateral de las dos cúpulas del templo, la del crucero y la de la capilla de Santa Teresa



vista trasera desde la calle Infantas, donde se puede comprobar la solera del edificio



En el interior un montón de obras de arte enriquecen el templo, con obras de Alonso de Mena, Sánchez Barba, Luis Salvador Carmona, Robert Michel, Manuel Pereira, Juan Pascual de Mena y Ricardo Bellver.




Interior del templo








El interior es de planta de cruz latina, formada por tres naves, más ancha la central que las laterales. Se sostiene por grandes pilares de orden toscano, con arcos de medio punto. La nave central se cubre con bóveda de cañón con lunetos, mientras que las laterales son rebajadas. Sobre el crucero se levanta la cúpula sobre pechinas.









Retablo de 1832, donde unas columnas corintias, sujetan un entablamento, de estilo neoclásico, contiene en el centro una escultura del siglo XVIII de la Virgen del Carmen, realizada por Roberto Michel. En la parte superior, encima del entablamento del retablo, el Apoteosis de San Hermenegildo, antiguo titular del templo, del siglo XVIII. Los lienzos de las paredes, son La Adoración de los Reyes Magos y la Disputa del Niño en el Templo, obra de Jacobus Pavía en 1748. Todo el recinto contiene unas preciosas lámparas de bronce colgando.





Las pechinas representan a Pedro el Ermitaño, San Pedro Tomás, San Andrés Corsini y el Venerable Domingo de Jesús María. Todos los religiosos en las pinturas de las pechinas van a caballo, en un claro sentido bélico. La cúpula está adornada con algunos ángeles y otros elementos decorativos. Todas las pinturas de las bóvedas, cúpula y pechinas, fueron realizadas por Luis González Velázquez.

Cúpula y linterna de la iglesia



Altar Mayor con Nuestra Señora del Carmen, imagen realizada por Robert Michel









Capilla de Santa Teresa


La Capilla de Santa Teresa es como un pequeño templo realizado y añadido a la iglesia en el siglo XVIII, siguiendo los modelos del Hermano Bautista. Tiene una planta de cruz griega, con los tres brazos superiores en forma de ábsides curvos, mientras que el crucero tiene una hermosa cúpula sostenida por pechinas. Está dedicada a Santa Teresa, con unas magníficas pinturas murales de Luis González Velázquez.


Capilla de Santa Teresa al fondo




Capilla de Santa Teresa con las pinturas murales de Luis González Velázquez, mientras que la imagen titular de la capilla es obra de Luis Salvador Carmona



En el altar mayor de esta capilla, en una hornacina flanqueada por dos columnas corintias en el centro del retablo neoclásico, la escultura de Santa Teresa, obra de Luis Salvador Carmona. A los lados dos esculturas de San Elías y San Elíseo, míticos fundadores del Carmelo, ambas obras madrileñas del siglo XVIII. A los lados del altar hay dos pinturas con Santa Teresa como doctora y la Transverberación de la Santa, obras de Pedro Rodríguez de Miranda.





Dentro de un retablo neoclásico del siglo XVIII, una magnífica escultura de San Eloy, obra de Juan Pascual de Mena. Esta escultura procede de la desaparecida iglesia del Salvador.



San Juan de la Cruz, obra que algunos atribuyen a Juan Pascual de Mena y otros a los modelos de Gregorio Fernández.




Altar de la Inmaculada Concepción, obra del siglo XVIII que procede del Colegio Imperial de Madrid.







Un Ángel sirve a Elías el agua y el pan, obra de Rodríguez de Miranda




La preciosa cúpula decorada con elementos arquitectónicos y decorativos sobre pechinas de la capilla de Santa Teresa, obra de Luis González Velázquez




Detalle de la nave de la iglesia








Órgano






Imagen de San José, obra de Luis Salvador Carmona




La preciosa imagen de San José, obra de Luis Salvador Carmona




Cristo del Desamparo, del siglo XVII, obra de Alonso de Mena, una de sus mejores obras que data de 1631. Esta escultura quedó sin policromar por la muerte de su autor



En la urna delante del Cristo, La Virgen del Traspaso, obra de los talleres granadinos en cera policromada del siglo XVIII





Un precioso Cristo crucificado en la Capilla del Santísimo, de la escuela madrileña del siglo XVIII





Cristo yacente atribuido a Sánchez Barba, del siglo XVIII. Vemos un gran parecido a la que se encuentra en la iglesia del Carmen del mismo autor.





Sobre un friso de azulejería, la escultura de Nuestra Señora del Rosario, de Ricardo Bellver, autor del Ángel Caído del Retiro. Esta talla fue retirada de la iglesia.





Nuestra Señora del Rosario, obra de Ricardo Bellver




Cristo Crucificado en la sacristía.




Sacristía




Imagen de Jesús Nazareno del siglo XIX



Detalle de la cúpula y su linterna



En esta iglesia hace muchos años, me acercaba los domingos por la mañana para oír como un organista ensayaba tocando el órgano del templo. Un templo oscuro, por el que entraba un rayo de luz desde la linterna de la cúpula, creando una atmósfera única, que sumado a las notas que salían de los tubos de su órgano, me hacían estremecer mientras oía las cantatas de Bach.
La iglesia necesita una restauración urgente, ya que se encuentra decorada con numerosas pinturas en sus muros y techos, algunas de difícil lectura por su oscurecimiento y desconchones que se pueden apreciar sobre todo en la zona del crucero.


El bello atrio de la iglesia, que contiene las estatuas que estuvieron en la fachada




Atrio con las rejas forjadas de Juan Gil en el siglo XVII. Las pinturas de los techos recuerdan mucho a los modelos de Teodoro Ardemans.




Vista de la iglesia desde la calle Alcalá

jueves, 12 de agosto de 2010

Monumento a Velázquez



El monumento a Diego Velázquez está enfrente de la puerta principal del Museo del Prado de Madrid. El escultor de la estatua fue Aniceto Marinas y el pedestal de Vicente Lampérez. Se inauguró el 14 de Junio de 1899 en presencia de Alfonso XIII y la Reina Regente en donde se dio un gran homenaje al pintor y a toda la pintura española.
He de comentaros, que antes de Velázquez, se encontraba en este lugar el monumento a Daoíz y Velarde, del que hablaremos en otro momento cuando lleguemos al artículo de mi barrio.









miércoles, 11 de agosto de 2010

Calle del Toro



Muchas son las leyendas e historias que se cuentan de este estrecho callejón que va desde la plaza de la Morería, hasta la Costanilla de San Andrés. Un pequeño pasadizo en el que se cuenta que existía en tiempos, unas astas de toro colgadas de uno de los balcones de una casa. De aquí salen muchas leyendas: Cuentan que un rey moro organizó unos festejos de toros para conquistar el corazón de Zaida, una joven que vivía en el callejón. Pero el toro resultó más bravo de lo esperado y moro que atacaba con su lanza, moro que acababa en el suelo, hasta que llegó un cristiano caballero, joven y guapo (como siempre) y fue el que pudo matar al toro y resultó al quitarse la coraza del rostro que era el mismo Cid Campeador. Una vez acabados los festejos, el caballero se fue, y desde entonces, cada vez que Zaida suspiraba por su amor, las astas del toro que ella misma había ordenado disecar y que tenía colgadas en su balcón... mugían por su amor. Pronto se comprobó que lo que mugía era un niño que tocaba un cuerno y que también vivía en el mismo edificio. Muy bonitas las leyendas pero la verdad es que probablemente se llame del Toro, porque en la plaza del Alamillo se lidiaban toros en aquella época y al ser un callejón tan estrecho, seguramente algún toro se escapase por él y de ahí el nombre. Sea de donde sea, la verdad es que un encantador rincón de Madrid.



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vista desde la Morería

jueves, 5 de agosto de 2010

El árbol más viejo de Madrid



No tiene nada que ver con la familia de los cipreses, pero se le llama el "Ciprés Calvo". Este árbol es el más antiguo que se encuentra en Madrid y está en el Parque del Retiro. Va camino de los cuatrocientos años y cuentan que sirvió para que los franceses en su invasión a Madrid, se guardaran en sus ramajes, escondiendo allí los cañones con los que atacaban la ciudad. Sin duda alguna, es el árbol más valioso de la capital y fue traído según algunos, por Colón en su viaje a las Indias, otros que fue Cabeza de Vaca en uno de sus viajes a tierras exóticas y otros que incluso mantienen la leyenda de que era hijo del árbol donde lloró Hernán Cortés al perder no sé que batalla, pero la verdad es que no tenemos conocimiento exacto de su procedencia.
En aquella época en que estuvieron los franceses, el Retiro sufrió grandes daños por las tropas. Se talaron cientos de árboles, se abrieron zanjas en el suelo, se derrumbaron monumentos (no hay que olvidar que el árbol está en lo único que queda de los jardines de estilo francés del Palacio del Buen Retiro) y nuestro árbol tuvo la suerte de ser elegido por sus ramas ascendentes y frondosas, hecho también de que se le llame el árbol de los candelabros. Realmente es un Taxodium, otros le llaman ahuehuete (nombre original con el que le conocen los aztecas), aunque se le conoce por "Ciprés Calvo" por que en los países en donde habitan, no pierde la hoja, mientras que el del Retiro se ha acondicionado al clima de Madrid y cada otoño deja caer sus hojas que en esta época se vuelven rojas.
Cuando yo era muy joven, recuerdo que la persona que me lo enseñó por primera vez, me dijo: "ahí tienes el árbol más viejo de Madrid... un árbol prehistórico en el que algunos hechiceros se reunen por la noche para hacer sus conjuros". Yo recuerdo que me quedé con la palabra prehistórico y cada vez que lo veo desde entonces, no puedo evitar imaginarme a los dinosaurios comiendo las hojas de sus ramas. Y no sé que tendrá de cierto, pero el caso es que a principios de los años 90, después de encontrarse extrañas piedrecillas alineadas con formas extrañas y otras cosas raras, se decidió poner una reja alrededor de la base del tronco para protegerle de la cercanía de la gente y evitar los esporádicos rituales nocturnos.









Esta mañana me dí un paseo por el Parque y no pude evitar hacer unas fotos de este sobreviviente de hace casi cuatro siglos para que las veáis. Hay que decir que el árbol está en perfectas condiciones y esperemos que esté en la ciudad otros 1000 años más.




miércoles, 4 de agosto de 2010

Beatriz Galindo "La Latina"


Hace 475 años que moría Beatriz Galindo en Madrid. Apodada "La Latina" por ser la maestra de latín de Isabel la Católica y de sus hijos.
Beatriz Galindo fue una escritora y humanista, nació en Salamanca y fue una de las mujeres más cultas de su época, habiendo estudiado también teología y medicina. Estudió en la Universidad de Salamanca y enseguida mostró grandes dotes para el latín, no solo traduciendo y leyendo textos clásicos, sino que a los quince años era capaz de hablar perfectamente el latín. Su fama se fue corriendo por todo Salamanca y después por todo el reino, con le que pronto fue llamada a la Corte por la reina Isabel. Llegó a ser algo más que una simple profesora o preceptora, ya que la reina tenía muy en cuenta sus consejos. Madrid fue desde entonces el lugar de su residencia, fundando un convento y hospital en la calle Toledo con su marido, don Francisco Ramírez de Madrid "El Artillero", que murió en una acción de guerra dejando a Beatriz viuda a los veintiséis años de edad. Beatriz siguió al servicio de la reina hasta la muerte de ésta, en 1504.
Comenzó entonces la fundación del convento de la Concepción Jerónima, donde se retiró hasta el fin de sus días. En ese convento murió el 23 de noviembre de 1534 y allí fue enterrada, aunque no en el rico sepulcro plateresco que, gemelo al construido por su esposo se había preparado, sino en el coro del convento. Los bellos sepulcros con sus cuerpos yacentes en piedra, los vi en un par de ocasiones cuando estaban en el hall de la Hemeroteca Municipal en la Casa de Lujanes y eran una preciosidad. El último traslado de sus cenizas fue al convento de El Goloso, mientras que esos dos bellos sepulcros que nunca contuvieron ningún cuerpo, creo que se encuentran en el Museo Municipal, cosas que os aseguraré cuando vaya próximamente, ya que quiero hacer unas fotos a la maqueta de Gil de Palacios para un artículo en el blog. La portada gótica del hospital de La Latina se llevó a la Escuela de Arquitectura.
Madrid cuenta en la actualidad con bastantes cosas que recuerdan a la humanista. Un barrio entero donde se encuentra la zona de los Austrias más encantadora de la ciudad, una boca de metro, un teatro y todo un recuerdo para una de las mejores profesoras de latín que tuvo esta ciudad.

Fotografías de Salvador Amaya





Monumento a Beatriz Galindo en Navalcarnero. Esta preciosa escultura fue realizada por el artista madrileño Salvador Amaya en el 2006

martes, 3 de agosto de 2010

El Oso y el Madroño



La estatua es obra del escultor Antonio Navarro Santafé (1906-1983) y se inauguró en 1967. Fue promovida por la sección de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, que quiso representar monumentalmente los principales símbolos heráldicos de la ciudad.

La primera aparición de un oso rampante y de un madroño frutado en el escudo de la villa se sitúa en el siglo XIII. Con anterioridad, las armas incorporaban únicamente a un oso en actitud pasante, sustituido a partir del citado siglo por las dos actuales figuras.
Con este cambio se quiso simbolizar la resolución adoptada por el municipio y el Cabildo de Curas y Beneficiarios, tras un largo litigio por el control de los pastos y árboles de las tierras madrileñas. Según este acuerdo, los primeros pasaron a ser propiedad del Cabildo y los segundos del concejo. De ahí que se modificasen las armas, con la inclusión de un madroño y de una nueva postura para el oso, erguiéndose sobre el árbol.
La escultura siempre ha estado en la Puerta del Sol, aunque con dos ubicaciones diferentes dentro de la plaza. Hasta 1986 estuvo situada en el lado occidental de la misma, en las inmediaciones del edificio que se levanta entre la calle de Alcalá y la Carrera de san Jerónimo. En ese año fue trasladada al inicio de la calle del Carmen, en el contexto de las obras de reforma y remodelación de la plaza impulsadas por el alcalde Enrique Tierno Galván. En septiembre de 2009, con la renovación integral de la plaza promovida por Alberto Ruiz-Gallardón, ha vuelto a su emplazamiento original. Ahora será un lío cuando la gente quede en él, ya que el oso y el madroño ha servido como sitio donde citarse a generaciones enteras.

La estatua del oso y del madroño está realizada en piedra y bronce. Pesa aproximadamente 20 toneladas y mide 4 m de altura. Descansa sobre un pedestal cúbico escalonado, hecho en granito.

Representa de forma realista las armas heráldicas de Madrid, con el madroño superando en altura al oso y éste apoyando sus manos sobre el tronco y dirigiendo sus fauces hacia uno de los frutos.

Textos: wikipedia
Fotos: Bélok


El Oso y el Madroño en la Puerta del Sol, al comienzo de la calle de Alcalá, su nueva ubicación

lunes, 2 de agosto de 2010

La Mariblanca

Estaba allí entre dos columnas abandonada a su suerte en un pequeño estanque con cascaditas que hay en el Paseo de Recoletos. Estaba sola, sin ninguna estatua más que le hiciera compañía. Cuantas veces pasé a su lado sin preguntarme quién era ni que hacía allí, hasta que un día un amigo nos presentó y me contó su historia. Ya han pasado muchos años desde que conocí a la Mariblanca en aquél paseo y una noche desapareció sin más.

La estatua llegó de Italia de las manos del escultor Florentino Ludovico Turqui, allá por el año 1625 y destinada a coronar la fuente que había delante de la iglesia del Buen Suceso en lo que hoy es la confluencia de la calle Alcalá y la Carrera de San Jerónimo en la puerta del Sol. La fuente se llamaba "Fuente de la Fe" y era una obra monumental con un montón de caños. La estatua representa a Venus o a Diana (nadie se pone de acuerdo), pero de todas formas, siempre se le llamó Mariblanca por lo blanco que es el mármol del que está construida. Cuantas cosas vería nuestra diosa desde las alturas, allí permaneció durante más de dos siglos viendo la vida pasar a sus pies.
La vida de nuestra Venus ha sido un camino duro y en constante desplazamiento. En su camino a Madrid, ya llegó sin cabeza por los bruscos movimientos del viaje, motivo por el que Ludovico Turqui descontó a Domingo Nuñez, carretero que transportó la estatua, 100 reales en concepto de reparación. Mal entrada tuvo nuestra estatua a su llegada a la Villa, aunque eso no era nada para lo que le esperaba. En 1838 se desplaza a una fuente mucho más modesta en la plaza de las Descalzas Reales, hasta que en 1892 es sustituida por un monumento al fundador del Monte de Piedad, Pedro Piquer. Es llevada a un almacén de la Villa donde permanecería varios años encerrada hasta que se decide en 1912 ubicarla en los jardines del Parque del Retiro. Allí estuvo hasta los años setenta en que se la volvió a trasladar al Paseo de Recoletos entre dos columnas. Allí fue donde yo la conocí, solitaria, escondida y desamparada.

Entre esas columnas se encontraba la Mariblanca en el Paseo de Recoletos antes del brutal ataque



Cuanta gente pasó a su lado sin fijarse en su blanco mármol. Nadie se imaginaba lo que el destino le tenía preparado a nuestra Venus. Una noche el vandalismo se cebó con ella y amaneció al día siguiente destrozada en varios trozos. Nuestra diosa fue ultrajada y despedazada sin remordimiento alguno, acabando esparcida por el suelo junto a las cadenas que la mutilaron. La estatua fue restaurada y guardada para siempre en una sala del Ayuntamiento. En 1985 salió a la calle de nuevo camino de la Puerta del Sol (aunque en esta ocasión la que se instaló allí era una réplica) e instalada junto a una parada de autobús, el mismo sitio que ocupara la original cientos de años atrás. Tiempo más tarde, para preservarla de los humos y la contaminación, es llevada al Museo Municipal de Madrid en donde volvió a estar oculta de los ojos de los madrileños durante un tiempo. Pero mientras, algunos dicen que la verdadera Mariblanca es otra figura que se encuentra en el Museo de Madrid en la calle Principe de Vergara y otros que la verdadera sigue en el Ayuntamiento. Yo os digo desde aquí, que la auténtica sigue en la Casa de la Villa desde que se restauró por la barbarie de aquella noche brutal. No obstante, la Mariblanca ha vuelto a salir de nuevo a la calle de Madrid y desde Septiembre se encuentra de nuevo en la Puerta del Sol, en esta ocasión, en donde comienza la calle Arenal. Por lo que si contamos bien, tenemos tres estatuas y no sabemos cual de ellas es la auténtica. Lo que si os puedo contar es que la que ahora está expuesta en la calle, es de piedra caliza y es la que estuvo en Sol esperando un autobús que no nunca llegó. Si pusiéramos a las tres juntas, estoy seguro que casi cuatrocientos años después, sabríamos enseguida cual es la auténtica. Ante nuestros ojos, sin duda... el blanco le delataría.